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P. Juan Carlos

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NO JUZGUES Y NO SERÁS JUZGADO

Si tuviéramos la felicidad de estar exentos del orgullo y de la envidia, no juzgaríamos jamás a nadie. Nos contentaríamos con llorar sobre nuestras miserias espirituales y rezar por los pobres pecadores y nada más.

JUZGAR

«Refiriéndose a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, dijo también esta parábola: —Dos hombres subieron al templo para orar, uno fariseo y otro publicano». 

Y sabemos cómo Jesús plantea estas dos personas. La una es un hombre que cumple la Ley, que se porta bien; y el otro es un publicano, de esos que estaban aliados con los romanos, y por eso digamos que estaban muy mal vistos por el pueblo, eran pecadores.

El Señor nos relata cómo rezan los dos. El uno de forma fría, más o menos fría, porque dice:

«Dios, te doy gracias porque no soy como los demás hombres que son ladrones, injustos y adúlteros, ni tampoco como ese publicano». 

Y el otro, en cambio, manteniéndose a distancia, no se animaba ni siquiera a levantar la mirada al Cielo. 

Y decía: —Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador. Y Jesús terminó diciendo: —Les aseguro que este volvió a su casa justificado. Pero el primero, el fariseo no».

El Señor nos deja las cosas muy claras, y de hecho nos enseña que no le gusta para nada. No juzguéis y no seréis juzgados. Tenemos que aprender a tener esa delicadeza a la hora de pensar también en los demás, porque juzgar es un hecho interno.

El fariseo no es que empiece a gritarle al publicano, pecador o tal, todo ocurre dentro de su cabeza, en su corazón podríamos decir. Y el Señor, es ahí donde lee, es ahí donde se da cuenta del mal.

NO JUZGAR

El cura de Ars, en uno de sus sermones hablaba justamente de este punto, y decía:

“El que juzga es más culpable que el que es juzgado”.

Y proseguía intentando explicar más a fondo esto. Decía:

“Esos malos corazones, son corazones orgullosos, celosos, envidiosos. Ya que son estos tres vicios que engendran los juicios que portamos sobre nuestros vecinos… 

¿Han robado a alguien? ¿Se perdió algo? Enseguida, sin tener ningún conocimiento preciso, pensamos que fue tal persona que lo ha hecho. ¡Ah mis hermanos! Si conocieran bien ese pecado, verían que es uno de los pecados de más temer, el menos conocido, el más difícil de corregir. 

Escuchen, corazones ególatras imbuidos en este vicio. Si ellos ven que alguien ejerce un cargo en el que otro ha cometido injusticias, concluyen que el que toma su lugar, también hará lo mismo, que no vale más que el anterior, ya que son todos astutos ladrones”.

El cura de Ars sigue diciendo:

“¡Ay hermanos, si tuviéramos la felicidad de estar exentos del orgullo y de la envidia, no juzgariamos jamás a nadie! Exentos del orgullo y de la envidia, porque ahí es cuando juzgamos.

Y termina este texto así:

“Nos contentamos con llorar sobre nuestras propias miserias espirituales y rezar por los pecadores, por los pobres pecadores y nada más. 

Estemos convencidos que el buen Dios nos pedirá cuentas de nuestras acciones y no de las acciones de los otros”

(tomado del Sermón para el 11º domingo de Pentecostés, Santo Cura de Ars 1786-1859).

SOMOS INVESTIGADORES

Señor Jesús, te pedimos que nos ayudes a no juzgar, a tener clara esa actitud Tuya que siempre es atractiva, entusiasmante, que lo que nos lleva es a pensar bien de los demás.

Ni siquiera Tú miras al prójimo con intención de juzgar, y nosotros con menos razón. Por eso, cuando condenamos a los demás, es nuestro propio corazón el que se ve afectado por esa espiral de egoísmo.

Por eso te pedimos ayuda, para que moldees nuestro interior, para que nos hagamos más a imagen Tuya, Jesús.

Decía san Josemaría de una manera gráfica y bromeando:

«Os he hecho notar la distinta impresión que se tiene de un mismo fenómeno, según se observa con cariño o sin él. 

Y os decía —y perdonadme, porque es muy gráfico— que, del niño que anda con el dedo en la nariz, comentan las visitas: —¡que sucio!, mientras su madre dice: ¡va a ser investigador! (…) 

Mirad a vuestros hermanos con amor y llegaréis a la conclusión: —llena de caridad— de que ¡todos somos investigadores!”

Señor Jesús, que dejemos de juzgar, que no nos alejemos de los otros por ese egoísmo, por esa fuerza de repulsión que nos da esa juzgar a las demás personas.

Y el Señor nos ha dicho:

«Yo soy la luz que ha venido al mundo para que todo el que cree en mí no permanezca en las tinieblas.

Y si alguien escucha mis palabras y no las guarda, yo no le juzgo, porque no he venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo». 

NO JUSGUEZ Y NO SERÁS JUZGADO

VINO A SALVARNOS, NO A JUZGARNOS

Esto es súper claro: Jesús se expresa así durante los días anteriores a la Pascua, cuando la presión de algunos judíos se había hecho ya insostenible y las autoridades del pueblo que le rodean y le acosan sin disimulo, critican todas sus palabras, emiten juicios sobre sus intenciones y le acusan incluso cuando obra milagros.

Nada de lo que Jesús hace o dice les deja satisfechos.

Sin embargo, en contraste con aquel ambiente, el Maestro nos recuerda que Él ha venido al mundo para salvar, no para condenar.

Él siempre tiende la mano a quien lo necesita. Tiende la mano sin juicios, sin condiciones. Esta es la forma de actuar que quiere que sigamos también nosotros.

Y lo seguiremos si es que hacemos ese esfuerzo mental por no juzgar. Seguimos estas recomendaciones del Cura de Ars, si es que sacamos de nuestra vida ese ojo crítico, y si le pedimos al Señor que nos parezcamos más a Él. ¡Vale la pena! ¡Vale la pena!

Casi siempre, estos súper rigoristas que van quejándose, y señalando con el dedo los errores que hacen los demás y que nos previenen contra cosas, no son en sí tan malas…

El otro día veía la serie The Chosen que tiene una serie de cosas, de detalles que efectivamente no son bíblicos, todos sabemos eso. Pero ha hecho un gran bien a las personas porque nos acercan más a Jesucristo.

La serie no es Palabra de Dios, pues tiene errores, es una interpretación, algunas más afortunadas, algunas poco menos afortunadas. Pero el bien que ha hecho esta serie es innegable…

Y quitar la cantidad de personas que se podrían acercar a Jesús por el hecho de estos dos o tres errores que se pueden encontrar, a mí me parece un despropósito, porque es juzgar de forma radical, cosas que no tienen ese contexto. Y lo mismo podríamos decir con muchas cosas.

SABER ESCOGER LO MEJOR

Si, hay que saber escoger, y hay que saber beber de lo mejor… Pero cuando nos volvemos de estos corazones demasiado celosos, parece que fuera la envidia la que marca…

Y es lo que dice el cura de Ars: No orgullosos, celosos, envidiosos de señalar con el dedo las cosas malas; de tener esos pensamientos, de juzgar la intención como si fuera negativa…/i>

Y de hecho, buscar todas las formas para demostrar que esa intención es negativa…

Me parece que tenemos que tener bastante cuidado con esto, porque el Señor utiliza todo para darnos la vuelta, para acercarnos a Él.

Más que en cortar, negar y tal, está en aprovechar lo bueno. Eso es parte de lo que es nuestra fe.

Que quitemos las cosas de orgullo, que no juzguemos a los demás, que tengamos esa habilidad mental también de acudir rápidamente al Señor para pedirle que nos quite esos juicios críticos que nos alejan en el interior de los demás.

Yo me imagino que la Virgen María, no permitió que en su cabeza crecieran esas cosas negativas hacia los demás. Y con esto, puede siempre ayudar de forma desinteresada delante de su Hijo Jesucristo, y ser una estupenda intercesora.


Citas Utilizadas

Os 6, 1-6

Sal 50

Lc 18, 9-14

Reflexiones

Señor, que me quite la costumbre de juzgar a los demás y de emitir juicios críticos. Ayúdame a tener un corazón generoso.

Predicado por:

P. Juan Carlos

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