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P. Juan Carlos

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PREDICAR BUENA DOCTRINA

La sana doctrina es la enseñanza bíblica y adecuada de verdades teológicas que llevan a la salud espiritual y a vidas transformadas. La sana doctrina debe ser el contenido de cada sermón, de cada estudio bíblico, de cada canción y de cada libro que leamos. Y debemos amarla.

PROPAGAR LA BUENA DOCTRINA

“No piensen que vine para abolir la Ley o los profetas; yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Les aseguro que no desaparecerá ni una i, ni una coma de la ley, antes que desaparezcan el cielo y la tierra, hasta que todo se realice.

El que no cumpla el más pequeño de estos mandamientos y enseñe a otros a hacer lo mismo será considerado el menor en el reino de los cielos; en cambio, el que los cumpla y enseñe será considerado grande en el reino de los cielos”

(Mt 5, 17-19).

Este es el evangelio que nos propone la Iglesia el día de hoy, y me parece que es precioso pensar en que nos esforzamos en hacer la voluntad de Dios cuando hablamos y transmitimos su doctrina.

De hecho, Jesús deja instaurado la Iglesia; y el Magisterio de la Iglesia es esa misión confiada por Cristo a los apóstoles y sus sucesores, para que, con la autoridad del mismo y en su nombre, propaguen y conserven la verdad revelada.
¿Y qué es la verdad revelada? Todas esas cosas que Dios nos ha transmitido a través de los profetas en el Antiguo Testamento, a través de Jesús en el Nuevo Testamento y a través de sus apóstoles.

EL NOMBRE DE JESÚS

Jesús. Jesús es lo principal. ¿Qué significa Jesús? Significa Salvador. Es el nombre que el ángel dio a san José que pusiera al hijo que iba a nacer de su Esposa, la Virgen María. Y en este nombre el mundo y el hombre deben ser salvados, con lo cual la principal doctrina que tenemos es esa: Jesús.

Santa Teresa de Calcuta decía:

“Jesús es mi Dios; Jesús es mi Esposo; Él es mi vida, es mi único amor. Jesús es mi Todo, todo para mí.

A Jesús, lo amo con todo mi corazón. Todo le he dado a Él, incluso mis pecados, y Él me ha escogido como su esposa, con ternura y amor.

Ahora y para siempre, yo soy toda de mi Esposo crucificado”.

Y es que Jesucristo tiene que ser el centro para cada uno de nosotros. Piensa: ¿cómo tratas a Cristo? “Señor, ahora que estamos haciendo este rato de oración, ¿estás contento de cómo te trato, de cómo te doy importancia en mi vida?”. Porque no es las cosas que haces hacia fuera, sino la forma en que le tratas hacia adentro.

SANTA TERESA DE CALCUTA

Cuando una pareja de enamorados o de esposos se conocen bien, saben exactamente lo que tienen en su corazón y se transmiten, a veces con una mirada, a veces simplemente tomándose de la mano, a veces con cosas muy sencillas, se transmiten su cariño, se transmiten cosas que hay que hacer o que hay que dejar de hacer porque al uno al otro le molesta. ¿Cómo es nuestra relación con Jesús? ¿También es así? ¿Cómo es tu relación con Jesús cuando comulgas? ¿Cómo es la relación con Jesús en la Palabra?

Volvemos a Santa Teresa de Calcuta que decía: “Jesús es la Palabra que debe ser proclamada. La verdad que debe ser dicha. La luz que debe ser encendida. La vida que debe ser vivida. El amor que debe ser amado. La alegría que debe ser compartida. Jesús es aquel hambriento que debe ser sustentado. Aquel sediento que debe ser saciado.

Aquel sin-casa que debe ser albergado. Aquel enfermo que debe ser asistido. Aquel solitario que debe ser amado. Aquel desprestigiado que debe ser acogido. Aquel mendigo al que se le debe una sonrisa. Aquel enfermo mental a quien se debe proteger. Aquel pequeño a quien deben abrazar. Aquel ciego a quien se debe conducir. Aquel drogado a quien se debe dar comprensión. Y aquel anciano a quien se debe servir”.

LA SANA DOCTRINA

La doctrina tiene que hacerse vida. Y si queremos transmitir una doctrina recta, tenemos que transmitir a Jesucristo a través de todas estas obras de fraternidad y de caridad. Porque no podemos tener una doctrina recta si el corazón no está volcado a los demás.

Y es lógico que amemos la sana doctrina… ¡por supuesto! La sana doctrina es la enseñanza bíblica y está adecuada con todas esas verdades teológicas que nos llevan a la salud espiritual, y las vidas se transforman tanto en los individuos como en las comunidades cuando hay una buena doctrina.
Sin embargo, la buena doctrina tiene que ser Jesús que nos lleva a la práctica, no solamente a proclamar la Palabra, sino que debe hacerse, verdad.

buena predica

Y Santa Teresa de Calcuta nos deja con claridad que todos esos momentos en los que estamos con nuestros hermanos y nos decidimos a acercarles a Dios, a hacerles esas obras de caridad, esas obras de misericordia, en definitiva, estamos proclamando la Palabra y la doctrina recta.

En cambio, cuando nos encerramos en nosotros mismos, cuando estamos dándole vueltas a las cosas que no nos gustan, cuando estamos, no sé, estamos como “pickys” ¿no? es un poco más difícil que las cosas funcionen bien.

“Darse a los demás es de tal eficacia que Dios lo premia [con una alegría, una alegría íntima,] con una humildad llena de alegría, decía san Josemaría

(Forja 591).

Y es importante que nosotros vivamos así también en nuestras vidas, una alegría por vivir esta doctrina de Cristo.

La sana doctrina debe ser el contenido de cada sermón, de cada estudio bíblico, de cada canción, de cada libro que leamos. Y por eso debemos amarla y también enseñarla. A veces, enseñarla es más difícil que amarla personalmente.

HELÍ Y SUS HIJOS

Ahí tenemos el ejemplo de Helí y sus hijos. Helí era un juez y sumo sacerdote de Israel. Era un hombre justo y temeroso de Dios y tenía dos hijos que se llamaban Ofní y Finés, que eran dos chicos que no había sabido él como formar. Eran también sacerdotes del Señor en el santuario de Siló.

Y recoge el libro de Samuel que:

“Los hijos de Helí eran hombres depravados que no reconocían al Señor ni las obligaciones del sacerdote ante el pueblo”

(1Sam 2, 12).

Y la conducta llena de codicia y totalmente relajada de Ofní y Finés escandalizaban al pueblo y lo alejaba del Tabernáculo.

Dicen las Escrituras que el Señor advirtió a Helí por medio del profeta Samuel que su familia estaba ya reprobada y que en breve sus hijos recibirían el castigo de sus culpas.

“El Señor le dijo a Samuel: Voy a hacer en Israel algo que a quienes lo oigan les zumbarán los oídos. Aquel día cumpliré en Helí todo lo que había prometido contra su casa, desde el principio hasta el fin.

Le hago saber que voy a condenar a su casa para siempre, porque él sabía que sus hijos maldecían a Dios y no les reprendió. Por eso, juro a la casa de Helí que no se expiará jamás su culpa ni con sacrificio ni con ofrendas”

(1Sam 3, 11-14).

Después de oír estas palabras del Señor,

“Samuel le contó a Helí sin ocultarle nada de lo que había escuchado. Entonces Helí dijo: El Señor es el Señor. Que haga lo que considere mejor”

(1Sam 3, 18).

ALIANZA

Muy pronto se cumplió la amenaza divina, y habiendo atacado los filisteos a los israelitas, estos fueron derrotados. “Y entonces los ancianos de Israel dijeron: ¿Por qué nos ha afligido el Señor con la derrota ante los filisteos? Traigamos de Siló el Arca de la Alianza del Señor, y llevémosla con nosotros para que nos salve de nuestros enemigos” (1 Sam 4,3). Y efectivamente, Ofní y Finés llevaron el Arca de la Alianza al campamento israelita. En una nueva batalla, los filisteos derrotaron otra vez a los israelitas, y el Arca de la Alianza cayó en su poder. En esa batalla murieron esos hijos de Helí, Ofní y Finés.

Un mensajero fue a llevar la noticia de la derrota a Helí.

“Los israelitas han huido ante los filisteos; ha sido una gran derrota para el pueblo. Además, han muerto tus hijos, Ofní y Finés, y el Arca de Dios ha sido capturada.

Al mencionar el Arca de Dios, Helí cayó de su estrado hacia atrás, hacia la puerta, se desnucó y murió porque era muy viejo y estaba débil. Había sido juez de Israel cuarenta años”

(1Sam 4, 17-18).

HIJO PRODIGO
Una escultura de madera encontrada en las calles de Roma.

Un hombre que había dado su vida por los demás, viviendo él mismo bien, pero nunca pudo hacer que sus hijos vivan bien.

ENSEÑAR CON EL EJEMPLO

“Señor Jesús, hoy que estamos haciendo este rato de oración, queremos tomar conciencia para transmitir la buena doctrina, para vivirla nosotros aprendiendo a hacer obras de caridad y enseñando a las personas que están a nuestro alrededor. Porque no basta con que nosotros seamos buenos, sino a todos nuestros parientes, a los que tienen hijos también o nietos, trasmitir esa fuerza necesaria para hacer las cosas bien y corregir cuando haya que corregir. Porque curemos en salud nuestra vida, no nos vaya a pasar como este pobre Helí, que sus hijos eran unos desastres”.

Algunas veces me ha tocado ver mujeres u hombres que se quejan de cómo sus hijos se han apartado completamente de la fe. Si es que han recibido buena doctrina, si es que han visto en sus padres ese ejemplo concreto de ayuda al prójimo de un Jesús predicado en obras, tarde o temprano esos corazones volverán al Señor. Si es que, en cambio, solo les hemos corregido, pero tenemos una fe débil, entonces, claro, las cosas, no serán tan fáciles. Pero nunca hay que perder la esperanza, siempre hay que volver una y otra vez al Señor.

Vamos a pedirle hoy por todas esas personas que dependen de nosotros para que, Señor vuelvan a ti, para que se acerquen a ti, Señor, y que vean también en nuestra vida conversión, que estamos constantemente, por la buena doctrina, estamos intentando ser mejores hermanos de nuestros hermanos, viviendo esas obras de misericordia que hacen que vivamos una sana doctrina en toda nuestra vida.

Ponemos estas intenciones en manos de nuestra Madre, la Virgen.


Citas Utilizadas

1Re 18, 20-39

Sal 15

Mt 5, 17-19

Forja 591

Reflexiones

Jesús, que sepa ser testigo de tu doctrina a través de mi ejemplo.

Predicado por:

P. Juan Carlos

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