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P. Javier

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DIOS Y EL DINERO

No se puede amar a Dios y al dinero. Amar la pobreza.

En estos 10 minutos con Jesús, que tanto apreciamos porque nos ayudan a hacer la oración, como siempre empezamos pidiéndole al Espíritu Santo que nos ayude.

“Espíritu Santo, asistinos, sé nuestro refugio, nuestra fortaleza; sé nuestro inspirador, nuestro maestro de oración, porque necesitamos y queremos establecer una conexión con Jesús, con Vos, con el Padre, con María y necesitamos una especial ayuda, una especial asistencia.

Jesús nos has recordado que sin tu ayuda no podemos decirle a Dios ni siquiera Padre, porque lo podemos decir con palabras, pero no con el corazón.

Para que el corazón se eleve hasta tus pies, para que Vos podás escucharnos y que nosotros, sobre todo, podamos escucharte, necesitamos tu asistencia

Queremos escucharte, queremos silenciar nuestra imaginación, nuestros sentidos, en la medida de lo posible; queremos silenciar la música, queremos silenciar lo exterior, de manera que podamos abrirnos a tu voz.

Por eso te pedimos esta especial gracia Señor: que nos ayudes a hacer este rato de oración”.

EL EVANGELIO DE HOY

En el Evangelio de la misa se dice lo siguiente:

“En aquel tiempo decía Jesús a sus discípulos: “gánense amigos con el dinero de iniquidad, para que cuando les falte, los reciban en las moradas eternas.

El que es fiel en lo poco, también en lo mucho es fiel; el que es injusto en lo poco, también en lo mucho es injusto.  Porque si no fueron fieles con la riqueza injusta, ¿quién les va a confiar la verdadera? Si no fueron fieles en lo ajeno, lo de ustedes ¿quién se los dará?

Ningún siervo puede servir a dos señores, porque o bien aborrecerá a uno y amará al otro o bien se dedicará al primero y no hará caso al segundo.  Por eso no pueden servir a Dios y al dinero”

(Lc 16 9-13).

El Señor, con estas palabras, nos recuerda esa realidad que es nuestro afán de seguridades terrenas, que nos llevan, a veces, a ser tremendamente adictos al dinero, a todo aquello que da seguridad en esta tierra.

El dinero es, ante todo, una fuente de seguridad y, si bien es super necesario y razonable, porque necesitamos tener esas seguridades mínimas.

Una persona sin las seguridades económicas mínimas no tiene libertad, porque está desesperado, está hambriento, está inseguro, no llega a fin de mes, no puede pagar lo que tiene, no puede pagar las cuotas, el alquiler, lo que sea…

Necesitamos tener las cosas bajo control para poder ser libres, un mínimo.

BIENAVENTURANZAS

salmo, un vaso nuevo

Pero, sobre todo, Jesús nos pide una libertad interior que consiste en el desapego: “Bienaventurados los que no han puesto en el corazón las riquezas” -los pobres de espíritu dirán en las bienaventuranzas.

Hace poco hemos celebrado el día de todos los santos y hemos recordado todas las bienaventuranzas, entre las cuales está esta:

“Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos”

(Mt 5, 3).

Una persona que vive la pobreza tiene espacio para los demás; tiene espacio en el corazón para toda la gente que Jesús quiere que tengamos espacio, que podamos amar mucho.

Para eso, necesitamos que el corazón esté libre, desasido de las cosas de la tierra, de las cosas de aquí abajo y que pongamos nuestra seguridad en Él.

Son como dos caras de esta moneda: una, la seguridad, como veíamos al principio: ¿en dónde vamos a poner nuestra seguridad, en el dinero o en Dios?

Por eso, Jesús analiza esa contraposición tan exagerada que nos puede parecer:

“No se puede servir a Dios y al dinero”.

Todos tenemos necesidad de dinero para poder servir; sin embargo, lo que Dios nos está pidiendo es: ¿Dónde estás poniendo tu confianza? ¿En mí o en el dinero?

Todos necesitamos nuestro sueldo, por supuesto, pero la confianza la ponemos en Dios, no en el dinero, no en el sueldo, no en las seguridades humanas que van y vienen.

NO TENEMOS NADA ASEGURADO

Uno de los chicos que vive conmigo en mi casa, ayer nos comentaba que tiene un amigo en su ciudad, que tuvo un infarto.  Estaba en el campo, en casa de la novia, tuvo un infarto y ayer falleció.  De un día para otro.

Tardó mucho en llegar al hospital porque estaba en medio del campo.  Tuvo lo que se llamaría muerte cerebral y ayer falleció.  27 años…

No tenemos claramente nada asegurado.  Ese chico estaba perfectamente bien de salud, no tenía ningún tipo de antecedentes de nada.  Fue una cosa repentina.

Por eso, no podemos vivir acá como si esta fuera la morada permanente.

Es un poco lo que nos dice Jesús también cuando compara la vida con aquel hombre que acumuló un montón de cereal en sus hilos y después quiso dedicar a darse la buena vida y esa misma noche Dios le pide cuentas, le pide su alma (Lc 12, 16-24).

No podemos poner en estas cosas nuestra esperanza.

Va por ahí lo que el Señor nos está diciendo: “No hagas como este necio del Evangelio que puso todas sus esperanzas, en esos bienes que había acumulado y construyó graneros para acumular una cantidad inmensa de trigo para poder vivir durante muchos años”. 

Y el Señor ese mismo día, en que terminó de construir sus graneros, le pide cuentas, lo llama a su presencia y ese hombre se muere.

¿Dónde puso ese hombre sus esperanzas? Las puso en los bienes materiales.  Ahí puso su fundamento a la alegría; su fundamento a la tranquilidad, a la paz y debería de haberlo puesto en Dios.

ACUMULAR EN EL CIELO

dinero

Por eso el Señor nos dice:

“No acumulen aquí abajo, acumulen en el Cielo donde no habrá polilla que corroa”

(Mt 6, 19).  

Que rompa, que mate, que quite la ropa.  No habrá nada capaz de quitarles lo que ustedes han acumulado en el Cielo.

Debemos tener claridad mental y espiritual para saber acumular en el Cielo y no en la tierra.

Necesitamos bienes acá por supuesto y es lógico que nos preocupe y que nos ocupe, sobre todo, el generar los bienes necesarios para tener una vida tranquila para nosotros y para los nuestros.

Pero con esa conciencia, por otro lado, de que Jesús nos ha dicho:

“Acumulen en el Cielo”. 

Acumulen donde tienen moradas permanentes, donde nadie les podrá robar ni tocar el tesoro que allí están juntando, porque aquí abajo cualquiera les puede robar; aquí abajo todo se puede acabar, aquí abajo se pueden morir.

Por eso, pongan sus esperanzas, pongan su confianza, pongan su descanso del corazón en los bienes del Cielo; en lo que están acumulando en la cuenta corriente en el Cielo.

Ayer también, mientras iba a hacer un trámite, a pocas casas donde yo estaba haciendo el trámite, habían robado una mercería.  Entró un ladrón y le robó a la dueña su celular y parte de los bienes que tenía.

Todo esto me hacía recordar este pasaje del Evangelio:

“Acumular bienes donde nadie nos lo pueda robar”.

Pidámosle a Jesús que nos ayude a confiar siempre en Dios. A poner nuestra confianza en Dios y no en el dinero; a ser generoso con el dinero para poder ayudar a otros.


Citas Utilizadas

Flp 4, 10-19
Sal 111
Lc 16, 9-15

Reflexiones

Jesús, ayúdame a confiar siempre en Dios.  Que ponga mi confianza en Él y no en el dinero.

Predicado por:

P. Javier

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