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P. Juan

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POR CONOCIDO, NO LE PRESTAN ATENCIÓN

Podemos encontrar a Dios en lo cotidiano o por ser cotidiano podemos pensar que allí no está Dios.

NADIE ES PROFETA EN SU TIERRA

Cuenta san Marcos que te dirigiste, Señor, a tu ciudad, a Nazaret, donde te habías criado y uno podría pensar que te recibieron con una fiesta, un reconocimiento… “vuelve Jesús, el hijo de José, que se convirtió en un gran maestro por toda Galilea y hasta en Judea y Jerusalén
Es lo que pasó acá en mi país después del Mundial: muchos de los jugadores, después de una ovación en la capital cuando volvieron de Catar, se fueron a sus ciudades o pueblos -incluso pueblos muy chicos- y allí recibieron homenajes, pudieron agradecer a su familia, a los que se acercaron a recibirlos. De hecho, hubo en este tipo de eventos palabras muy lindas, llenas de valores sobre la familia, la unidad, los ideales, palabras de parte del técnico, de los jugadores, de la selección para la gente más joven.
Lo que nos encontramos, sin embargo, en el evangelio de hoy no es nada de eso: lejos de reconocerte, Señor, les cuesta creer y dudan.

“¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada y esos milagros que realizan sus manos? ¿No es este el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José, y Judas y Simón? ¿Y sus hermanas no viven con nosotros aquí?”< (Mc 6, 2-3).

No encuentran tus paisanos, Jesús, una explicación que les convenza. Les pesa mucho esto, cosa que no sucedía a los otros en los demás pueblos; les pesa la idea que se habían hecho de Vos porque te habían visto crecer, jugar con los demás, trabajar en el taller de tu padre… Eras, Señor, parte de la vida corriente de este pueblo y de su gente, y no esperaban nada más de Vos.
Es más, al volver convertido en un profeta, eras ocasión de escándalo para ellos. Es lo que dice el Evangelio, y el escándalo es algo serio, es apartarse de Dios. En este caso, porque no estaban recibiendo a quien venía a traer la salvación; sus prejuicios les impedían recibirte, Jesús, y con Vos recibir al Reino que venís a traerles.

NUESTRA FALTA DE FE

Tanto es así que decías: “Un profeta no es despreciado más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa” (Mc 6,4). Te sentís despreciado; no valoraron lo que tenían. Y eso lleva como consecuencia lo que el Evangelio dice a continuación: “No pudo hacer allí ningún milagro, solo curó a algunos enfermos imponiéndoles las manos y se admiraba de su falta de fe” (Mc 6, 5).
No pudo hacer milagros por su falta de fe. Que desgracia, tenerte Jesús en su pueblo, que te acerques a ellos para traer la buena noticia a tus amigos de infancia, a familias conocidas, a gente que querías, y que te lo impida su falta de fe.
Qué pena que no se les ocurrió pensar:“¿Y si resulta que es alguien más, que Jesús es el Mesías esperado? Este Jesús, hijo de María y de José, que vivió una vida tan normal entre nosotros .¿Si fuera el Salvador esperado? Aparentemente, si es que alguno tuvo este tipo de planteos, no fue más allá, porque la duda pudo más, la incredulidad, el agarrarse a lo que le era conocido y dominado. Este es Jesús, el que es uno más, el que ya conocemos.

Causas razonables

Y esto nos puede llevar a plantearnos: Señor, en ocasiones ¿no será que yo también tengo esta actitud un poco incrédula ante tu presencia en mi vida? Porque pienso que es posible ver los eventos pequeños y grandes con una mirada sólo material y terrena, donde todo se podría explicar con causas razonables. Pero a la vez creo en tu amor, en tu interés por mí, en que estás en todas partes, que me miras con cariño y que podrías estar haciéndote presente a través de un evento o de una persona.
En estos días volvía a mi casa alguien que había salido a correr -Claudio, que quizás está haciendo oración con este audio-,y yo le acerqué una jarra de agua y después me dijo: En el juicio te van a decir: Tuve sed y me disteis de beber. La verdad que a mí no me costaba nada acercarle una jarra de agua, pero puede ser.
Y vemos en los santos que tantas veces encuentran esa presencia del Señor que está dando una gracia, pidiendo algo, dando un regalo. Y uno puede ser, como los de Nazaret, que se queda como si nada: “Ah, esto es parte de mi cotidianidad, esto es lo normal. O uno puede aprovechar esa gracia pensando: “Acá está el Señor invitándome a recibirlo o a tratarlo, o a que le agradezca

JESÚS NOS REGALA GRACIAS EN MEDIO DEL DIARIO VIVIR

Hay un librito muy bueno de Jacques Philippe que se llama La confianza en Dios, en el que cuenta un evento en la infancia de Santa Teresita de Lisieux que podría haber pasado por uno más. Resulta que ella había quedado con una sensibilidad exagerada desde la muerte de su madre -que había ocurrido cuando la santa tenía cuatro años; por ser tan sensible, a veces lloraba o la pasaba mal sin tener verdaderos motivos.
La anécdota es que, en una Navidad -que sería la última en la que le pondrían un regalo en la chimenea porque iba dejando de ser una niña-, a su papá le salió un comentario como: “menos mal que es el último año” -estaba un poco cansado de la costumbre, de buscar el regalo y ponerlo. Teresita lo escuchó y se sintió profundamente herida por ese comentario de su padre. Entonces tuvo la tentación de llorar y de alguna manera arruinar así la Navidad para toda la familia. Sin embargo, ella cuenta que recibió la gracia en ese momento para sobreponerse, como si Dios le dijera: “Bueno, se acabó”. Dice el autor

“Recibió una especie de intuición, como una llamada del Espíritu Santo: “No, Teresa, se acabaron las chiquilladas, ¡no puedes dejarte llevar y estropear las Navidades a los demás! […Entonces] cumpliendo un acto de valentía, hizo como si no hubiera ocurrido nada, se mostró alegre, contenta, abrió sus regalos riendo, dando las gracias y, sorprendentemente, se curó en ese mismo instante. Ella misma dijo que recobró la fuerza del alma, que había perdido con cuatro años de edad, tras la muerte de su madre…” (Jacques Phillipe, La Confianza en Dios, Cap. 1).

En el Carmelo

Y así pudo entrar después en el Carmelo y asumir su vida de una manera admirable y valerosa. Mira cómo estaba ahí detrás el Señor, con una gracia para concederle, detrás de algo tan banal, una situación como quizá tantas otras. Y ella supo encontrar ahí un llamado, la fuerza del Espíritu Santo, y que fue determinante para su vida.
En nuestra vida, en nuestros trabajos, en nuestros encuentros con personas, situaciones en las que sufrimos o en las que nos sentimos agraciados, “¿no estarás también Vos, Jesús, detrás?”. Y nadie nos lo puede decir o demostrar. Pero si tenemos un poco más de fe que estos paisanos tuyos, Jesús, quizá puedas obrar milagros en nuestra vida, si sabemos ver la mano de tu Padre, una gracia del Espíritu Santo ante una prueba, o una ocasión de verte en el prójimo.
Vamos a terminar esta oración pidiéndole a María que nos consiga de Dios esa fe. Ella sabría encontrar a Dios en los detalles más pequeños. Que nos ayudes, Madre nuestra, a buscarlo hoy mismo, agarrándonos de tu mano, a ver si hoy descubro en qué evento, en qué persona, en qué prueba o qué regalo, viene ahí detrás tu Hijo, con una gracia para mí.
Señor, que sepa descubrir las gracias que me das en mi diario vivir a través de personas y eventos que parecen insignificantes.


Citas Utilizadas

Heb 12, 4-7. 11-15

Sal 102

Mc 6, 1-6

Reflexiones

Señor, que sepa descubrir las gracias que me das en mi diario vivir a través de personas y eventos que parecen insignificantes

Predicado por:

P. Juan

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