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P. Federico

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JUEVES SANTO, LOCURA DE AMOR

Esta es la primera Misa, pero como la de cada día: el Sacerdote-Cristo se reviste y se dispone a emprender su camino al Gólgota-Altar. Desea hacerlo, es una locura de amor. Y “amor con amor se paga”. ¿Dónde tenemos la cabeza y el corazón cuando estamos en Misa?

LA ÚLTIMA CENA

 “La víspera de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, como amase a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin”

(Jn 13, 1).

Así introduce San Juan los acontecimientos de esta noche, de la cena de esta noche, la Última Cena…

Antes de comenzar a comer el Señor lava los pies a sus Apóstoles y les dice: les he dado ejemplo (Jn 13,15); nos enseña así, gráficamente, que el servicio a los demás es el camino para servir a Dios y para ser felices.

JESÚS NOS DA EL EJEMPLO

A continuación, promulga el mandamiento nuevo:

“Un mandamiento nuevo les doy, que se amen los unos a los otros; como yo los he amado, ámense también unos a otros”

(Jn 13, 34).

Y añade:

“En esto conocerán todos que son mis discípulos, si se tienen amor entre ustedes”

(Jn 13,35).

Nos muestra que el amor a Dios se traduce en amor al prójimo… en querer a la gente… A todos, sin hacer distinción. Aunque la caridad, como toda virtud, tiene un orden: tu familia, tus amigos, tus conocidos…

Y,  el Señor tiene una especial delicadeza con quienes le son más íntimos… y realiza el mayor acto de Caridad: la institución de la Eucaristía…

NOSOTROS ESTAMOS EN EL CENÁCULO

Nosotros estamos ahí, en el Cenáculo… Nos introducimos guiados por unas consideraciones de San Josemaría:

Vemos ahora aquella mesa –probablemente en forma de herradura- cubierta de una comida sencilla y rodeada de lechos, en los cuales, incorporados, comen y hablan, Cristo y sus discípulos.

Vemos a los Apóstoles, toscos en general, que comen sobriamente, disimulando y refrenando el apetito que deberían sentir; teniendo entre ellos delicadezas llenas de caridad. Están hablando (…)

“Junto a Jesús está reclinado un hombre, ya de edad, con los ojos rodeados de ojeras –debidas a vigilias y trabajos-  y con la frente surcada de arrugas.

Habla enérgicamente, con un vigor y una impetuosidad que declaran la fe y el amor de su corazón. Es Pedro, el príncipe de los Apóstoles, que está ahora pendiente -siempre lo estuvo- de lo que dice y de lo que hace el Maestro.

LOCURA DE AMOR

Al otro lado de Jesús se encuentra Juan, adolescente aún (…); habla a Jesús con confianza llena de amor y llega hasta reclinar la cabeza en el pecho del Maestro.

Se distingue también en este círculo de hombres a uno que es persona de autoridad, de maneras correctas, con gesto de quien está acostumbrado a mandar, vestido con elegancia; es Mateo, que abandonó una posición elevada por seguir a Jesús.

También vemos a Andrés, hermano de Pedro, que reproduce quizá con rasgos más juveniles la figura enérgica e impetuosa –aire de familia- del príncipe de los Apóstoles.

Y aún nos fijamos en otros hermanos que inconscientemente quizá conservan un resto de resquemor, resultado de una antigua disputa, sobre quién de ellos sería el mayor. Descubrimos a Felipe y a todos los otros, rodeando al Maestro; y entre ellos, vosotros y yo.

Todos callan y el Maestro les abre el corazón”

(San Josemaría, Crecer para adentro).

LA PRIMERA MISA

Escuchamos al Señor:

“Ardientemente he deseado comer esta Pascua con ustedes, antes de padecer”

(Lc. 22, 14).

Jesús lo desea ardientemente. ¿Tú y yo, deseamos la Misa? o [a lo Robinson Crusoe… ¿me haría falta la Misa, si yo estuviera en una isla desierta?]

Porque esta es la primera Misa…, pero como la de cada día… El sacerdote -Cristo- que se reviste y se dispone a emprender su camino al Gólgota-Altar…

Y el sacerdote también eres tú… porque todos tenemos alma sacerdotal y tu Misa dura las 24 horas del día…: y allí: Señor ten piedad, Cristo ten piedad, Señor ten piedad…, porque he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión…

¿Cómo diriges las actividades de tu día a la Misa?, ¿Acumulas peticiones, actos de desagravio, acciones de gracias?, ¿Rezas por tus seres queridos…? Porque todo eso confluye en la Misa.

COMO Si FUESE LA ÚNICA

Piensa, ¡Piénsalo! ¿Cómo te prepararías para recibirle si se pudiera comulgar una sola vez en la vida?

Es bueno que lo pensemos. O que sigamos aquel consejo que estaba escrito en la sacristía de una Iglesia: [“como si fuese la primera, como si fuese la última, como si fuese la única”] Porque todas son importantes. ¡Porque todas las Misas son esta misma Misa…!

Cuentan, que le contaron al Santo Cura de Ars, sobre un sacerdote que había muerto recién ordenado… sólo pudo celebrar la Santa Misa una sola vez. -le dijeron- A lo que él respondió: Cuánta cuenta tendrá que rendir delante de Dios… ¡Es que es una cosa muy seria!

¿CÓMO NOS PREPARAMOS PARA LA MISA?

Pero tú y yo: ¿Cómo preparamos la Misa?, ¿Gira mi día, mi lucha, mis intenciones en torno a ella?, ¿Cómo cuido seguir la Misa, participar en Ella?, ¿Cómo cuido las posturas?, ¿Cómo cuido las respuestas, las oraciones? ¡Porque No cabe excedernos!

Eso si: ¡Es cuestión de amor…!

Por eso, hay uno que no entiende la Última Cena. Hay uno, que puede estar físicamente ahí, pero la cabeza y el corazón los tiene lejos, en otro sitio…

“Entre los que rodean a Jesús, hay uno que se encuentra separado espiritualmente de los demás: Judas Iscariote. Ha fallado, sobre todo, en el amor.  Si hubiera errado en otra cosa, tendría fácil remedio”

(San Josemaría, Crecer para adentro).

Pero… ha errado en lo más importante

¿DONDE TENEMOS EL CORAZON?

Tu y yo: ¿Dónde estamos cuando estamos en Misa? ¿Dónde tenemos el corazón? ¿Dónde tienes la cabeza mientras Él toma el pan diciendo: Bendito seas Señor Dios del universo por este pan, fruto de la tierra y del trabajo…? ¿soy verdaderamente consciente de lo que allí sucede…?

La cabeza y el corazón en Jesús.

[Contaba una que vivía lejos de la casa de sus papás; cómo volvió en una ocasión para visitarlos después de un buen tiempo y fue con un hermano suyo de 44 años, con síndrome Down, a Misa. Durante la ceremonia se conmovió por la piedad de su hermano, y se le quedó viendo.

Y este, solo la volteó a ver y le hizo un comentario lapidario: -le dijo- «A mí no me mires, mira al cura que es el que hace la Misa»]

¡La cabeza y el corazón en Jesús! Que tiene sed de almas, sed de redención. Pero que espera que seas tú quien le lleve almas, que cuides de la tuya y de las de quienes ha puesto a tu lado…

JESÚS DA SU VIDA POR MI

Y en cada Misa, como tiene lugar este Jueves Santo y en los próximos días, Jesús está dando su vida por ti y por mi…

En una ocasión, me contaban de un niño antigüeño (-en la Antigua Guatemala se tiene mucha tradición de procesiones por la Cuaresma y la Semana Santa-) que vio pasar al Nazareno y cómo iban en la procesión unos vestidos de romanos… él se puso a llorar conmovido y, llorando, les gritaba a estos: “desgraciados, miren lo que le han hecho a Jesús!” ¡Ya se ve que lo vivía…!

Pues nosotros también lo vivimos. Y somos conscientes del misterio de amor, que es la Eucaristía y que ahora se abre ante nuestros ojos. Y nos damos cuenta que es fruto de la Pasión, Muerte y Resurrección de nuestro Señor; la entrega amorosa de Jesús por cada uno de nosotros, anticipada en esta Cena, en esta mesa.

Ahora, como dicen: “amor con amor se paga”.

Por eso nos servimos de unas palabras de San Josemaría para ir terminando:

“Judas –insisto- ha fallado en el amor; ya no ama al Maestro. Y cuando el amor se apaga, desaparece todo lo demás. Porque las virtudes que hemos de practicar no son sino aspectos y manifestaciones del amor. Sin amor no viven ni son fecundas.

El amor; en cambio, todo lo hermosea, todo lo engrandece, todo lo diviniza. Nada de cuanto se hace vale, si no se lleva a cabo por amor”

(San Josemaría, Crecer para adentro).

YO NO  ME QUIERO PERDER DEL AMOR

Nosotros tenemos ahora licencia para llegarnos hasta Jesús y hablarle. Podemos caer a sus plantas y besar sus pies sagrados. Él está ahí, oyéndonos. Le manifestaremos con un gesto varonil, que no excluye cierto temblor de niño: “Yo… ¡no quiero ser como ése!”. Señalaremos con el dedo al traidor.

¡No, yo no quiero perder el Amor! Y ese grito salido del corazón, resumirá ahora todas nuestras ansias.”

Pidamos a nuestra Madre que nos ayude a querer a su Hijo en la Eucaristía y a querer a las personas que nos rodean, como su Hijo las quiere; que se dio a sí mismo, por ellos, como alimento.


Citas Utilizadas

Ex 12, 1-8.11-14

Sal 115

1Cor 11, 23-26

Jn 13, 1-15

San Josemaría, Crecer para adentro

Reflexiones

Señor, que sepamos participar y vivir cada Misa, como si fuera la primera, como si fuera la última, como si fuera la única.

Predicado por:

P. Federico

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