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P. Federico

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MUERO PORQUE NO MUERO

Hay dos posibles actitudes ante la vida y la muerte. Unos se desentienden, llenan su vida de vacío. Otros rebalsan del aceite de la fe, de la esperanza, de la caridad. Entonces todo lleva a Jesús y uno “muere porque no muere”…

 Las lecturas de este domingo (ya estamos cerca del final del tiempo ordinario y entrados en noviembre, este mes que aprovechamos para rezar por los difuntos), bueno la lectura de este domingo, nos animan a considerar la vida eterna… (y que cada momento vivido nos puede llevar a Jesús)

UNA VERDAD QUE INCOMODA

Hay que pensar en que nos espera después de la muerte…; porque a la muerte nadie se le escapa…

El hecho de que la muerte nos espera al final de la vida es una verdad incuestionable. Nadie puede negarlo,  ni esperar otra cosa para él ni para los suyos.  Esta es la verdad…  y llega cuando tiene que llegar…

Es una verdad a veces incómoda, molesta, dolorosa, incluso desesperante… La tentación es mirar hacia otra parte, vivir como si esa verdad no existiera…

Es cierto que no podemos ignorar que todos los días mueren miles de personas: por enfermedad  (incluida esta pandemia),  o por vejez,  crímenes, accidentes…

De la muerte no se escapa

DE LA MUERTE NADIE SE ESCAPA

Eso se ve todos los días.  Pero,  como dice un Padre de la Iglesia: Nada ven los hombres tan a diario como la muerte, y nada olvidan tanto como la muerte  (San Euquerio, Epistola paraenetica de contemptu mundi)

San Pablo, en la segunda lectura, le dice a los Tesalonicenses, que estaban en ese momento tristes y golpeados, un poco de bajón,  por la muerte de algunos de aquella comunidad,  – les dice:

Hermanos, no queremos que ignoren la suerte de los difuntos para que no se aflijan como los que no tienen esperanza”

(1 Ts 4, 13).

MEDITAR SIN MIEDO

Y es que la tristeza y la aflicción no vienen de meditar en la muerte, sino de no hacerlo,  de no preguntarse  cuál es el sentido y cómo podemos encararla  ¡sin miedo,  llenos de esperanza!…

Me parece Jesús que este es uno de los sentidos de la parábola que nos propones hoy en el Evangelio: la de las vírgenes necias y las prudentes.

Son como el reflejo de dos posibles actitudes ante la vida y la muerte. Unos se desentienden, llenan su vida de vacío, no piensan en la llegada de la muerte, simplemente están… Pero el sinsentido de no tener dirección lleva a que no solo su vida se llene de vacío, sino su muerte también: y allí están con la lámpara sin aceite, vacía…

TIEMPO DE PASO

Leía hace poco lo que comentaban un converso en Dinamarca, dueño de una funeraria, él decía:

“El ajetreo diario les produce un efecto parecido al de la anestesia: viven sin más,  sin plantearse el sentido,  ni el ¿por qué? y él ¿para qué? de sus vidas.   Y cuando les sacas el tema te dicen:  “No me hago preguntas, me conformo con vivir lo mejor que pueda.”

Nuestra sociedad facilita en gran medida esa vida cómoda… hasta que se produce una crisis familiar, sobreviene una enfermedad, empiezan los achaques de la vejez o el médico te dice:   «Te quedan tres meses de vida».

Entonces deja de hacer efecto la anestesia: muchos se despiertan y empiezan a tocar la realidad.  Y si no encuentran respuesta para el «después»,  se sienten como esas bicicletas abandonadas que se ven por las calles de Copenhague,  porque han perdido una rueda o les han robado el manillar.   «Sólo me queda –piensan- esperar el desguace»

Otros descubren, por el contrario, que estamos en las manos de nuestro Padre Dios.   En esta tierra estamos como una criatura en el seno materno, cuando no conocíamos el rostro de nuestros padres, que velaban por nosotros sin que nos diéramos cuenta.  Este es un estado transitorio, un tiempo de paso,  porque estamos hechos para el Cielo”.

Propuestas de Accion Secretos de la oración

(Cálido viento del norte, José Miguel Cejas)

¡Qué buena imagen,  a mí me gusta!

LAS COSAS MAS PEREGRINAS NOS LLEVAN A  JESÚS

“Pienso que es esto lo que quieres producir en nosotros, Señor, con la consideración de esta parábola.”

Como para que nos preguntemos: ¿Cómo vivimos…? ¿Anestesiados, ajetreados, acelerados, yendo de un lado a otro, haciendo distintas cosas, gastando el tiempo…, en mucho hacer y poco pensar…?

Bueno, porque este es un estado transitorio, un tiempo de paso, y resulta que estamos hechos para el Cielo… Y es que lo que cuenta es esa otra actitud: la de los que llenan su vida del  verdadero contenido y,  por tanto,  también su muerte.

Rebalsan del aceite de la fe, del aceite de la esperanza,  del aceite de la Caridad.  ”De ese aceite que se recibe de tus manos Jesús y nos une más a Ti.»

Entonces todo nos lleva a Él, a Jesús,  aunque sean las cosas más peregrinas:  afeitarte en la mañana,  tomarte una cerveza con un amigo,  ver una película… Y nos encontramos con Jesús…

dos amigos

LO BUENO NOS DEJA SIEMPRE UN DESEO POR MÁS

Y no se diga por supuesto, de los ratos de oración,  de tu “recibirle en la Eucaristía”,  de recibir un abrazo de Perdón suyo en la Confesión… Y como de lo bueno siempre se tiene deseos de más: entonces salen con naturalidad esas palabras del Salmo de la Misa de hoy:

“Mi alma está sedienta de Ti, Señor, Dios mío”

(Sal 62)

Y, es llamativo,  pero ¡no le tememos ya ni a la muerte!.  Porque, como dice San Pablo:

“Si creemos que Jesús murió y resucitó, de igual modo Dios llevará con él, por medio de Jesús, a los que han muerto

(1 Ts 4, 14)

Así, el santo  (el que busca estar cerca de Jesús, dirigirse hacia Él) casi se podría decir que desea la muerte.  Y no por una actitud loca,  suicida,  -o sea- ¡nada que ver!  Sino porque desea la unión con Jesús.

Entonces se da esa cosa curiosa, que el santo,  la persona que lucha por estar cerca de Jesús:  que muere porque no muere… O sea:  “Se muere de ganas de estar contigo Señor, de ya nunca separarse de Ti».    Por eso tiene la lámpara encendida siempre,  porque siempre te espera,  porque siempre te desea.  Por eso no tiene nunca suficiente,  y consigue lo que parece  ser aceite de sobra,  pero nunca es suficiente…

«ES UNA GRANDE SANTA TERESA»

Mira, voy a terminar este rato de meditación con un poema,  creo que lo dicho hasta el momento,  lo que hemos intentado aquí meditar,  nos puede ayudar a comprenderlo mejor.

Es de Santa Teresa de Jesús,  una de estas vírgenes Santas que llenó de aceite su lámpara,  y una vez aderezada acudió a las bodas del Rey de la gloria eterna,  aclamada por las turbas de los Cielos.  (cfr. Himno de Laudes, del Común de vírgenes, Liturgia de las horas)

Santa Teresa

Bueno, tal vez me paso un poco del tiempo (de los 10 minutos),  No sé,  pero allí te lo dejo:  y después si quieres lo puede volver a escuchar, o lo puedes leer (ahora que estamos poniendo en la página web las meditaciones escritas).

Pues igual lo puedes leer,  la verdad es que es una joya de poema de una joya de Santa… Dice, te lo leo:

Vivo sin vivir en mí,
y tan alta vida espero,
que muero porque no muero.

Vivo ya fuera de mí,
después que muero de amor,
porque vivo en el Señor,
que me quiso para Sí;
cuando el corazón le di
puso en él este letrero:
que muero porque no muero.

Esta divina prisión,
del amor con que yo vivo,
ha hecho a Dios mi cautivo
y libre mi corazón;
y causa en mí tal pasión
ver a Dios mi prisionero,
que muero porque no muero.

¡Ay, qué larga es esta vida!
¡Qué duros estos destierros,
esta cárcel y estos hierros
en que el alma está metida!
Sólo esperar la salida
me causa un dolor tan fiero,
que muero porque no muero.

¡Ay, qué vida tan amarga
do no se goza el Señor!
Porque si es dulce el amor,
no lo es la esperanza larga:
quíteme Dios esta carga,
más pesada que el acero,
que muero porque no muero.

Sólo con la confianza
vivo de que he de morir,
porque muriendo el vivir
me asegura mi esperanza.
Muerte do el vivir se alcanza,
no te tardes, que te espero,
que muero porque no muero.

Mira que el amor es fuerte;
vida, no me seas molesta,
mira que sólo me resta,
para ganarte perderte;
venga ya la dulce muerte,
venga el morir muy ligero,
que muero porque no muero.

Aquella vida de arriba,
que es la vida verdadera,
hasta que esta vida muera,
no se goza estando viva.
Muerte, no seas esquiva;
viva muriendo primero,
que muero porque no muero.

Vida, ¿qué puedo yo darle
a mi Dios que vive en mí,
si no es el perderte a ti
para mejor a Él gozarle?
Quiero muriendo alcanzarle,
pues a Él solo es al que quiero.
Que muero porque no muero.

Hasta ahí la santa, ¡espero te sirva!


Citas Utilizadas

Sb 6, 12-16

Sal 62

Mt 25, 1-13

Himno de Laudes, del Común de vírgenes, Liturgia de las horas

Cálido viento del norte, José Miguel Cejas

Reflexiones

¡ El santo, la persona que lucha por estar cerca de Jesús,  ya no le teme ni a la muerte!

Predicado por:

P. Federico

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