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P. Santago

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6 min

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JUDAS 

Una gran traición como la de Judas no se fragua de la noche a la mañana. Fueron la suma de pequeñas infidelidades las que abrieron múltiples fisuras en su corazón. ¿Señor, a quién iré? Tú tienes palabras de vida eterna.

JESÚS, NO TE ALEJES DE MI

“En aquel tiempo…”

Así comienzan casi todos los evangelios cuando vamos a Misa. Y uno espera que la historia sea chévere, bonita. Es como cuando uno le dice a un niño “Érase una vez…”. El niño siempre espera una historia bonita, ¿no? Pero esta vez la historia no es para nada bonita.

Porque dice así el Evangelio, comienza así:

«En aquel tiempo, uno de los doce, llamado Judas Iscariote, fue a los sumos sacerdotes… ».

Y te vendieron Jesús. ¡Te vendió! ¡Judas te vendió! Y esa traición en Judas, no se fraguó de la noche a la mañana. Multitud de pequeñas infidelidades fueron abriendo fisuras en su alma, en lo profundo de su alma.

Y Tú, Señor, muchas veces con palabras que lo que querían hacer era agrandar el corazón, ennoblecer el corazón… Pues en Judas habría más fisuras. El pecado se iba apoderando más de él.

Y ahora, me hago esta pregunta: Señor, ¿el pecado se puede apoderar de mí?, ¿de mi alma?, ¿de mi corazón? Si tú me dejas, sí. ¡No me dejes! ¡No lo permitas!

Hay un momento clave y es el discurso del Pan de Vida, en donde muchos, muchos se escandalizaron, y en palabras de san Juan:

«Dejaron de ir con Él»

(Jn 6, 66).

¿A DÓNDE VAMOS A IR?

Y al ver Jesús Tú, esa desbandada desde lo profundo de tu corazón, dices:

«¿También vosotros queréis marcharos

(Jn 6, 67).

A ti y a mí nos pregunta eso el Señor ahora, en este rato de oración. Se lo preguntó a los apóstoles,

«¿También vosotros queréis marcharos?»

Y pienso en todas las personas que poco a poco han dejado entrar frío en su corazón. Concretamente, con la misa del domingo o con la Misa.

Poco a poco fue entrando ese frío hasta que, Señor, podemos llegar a despreciar la Misa, a no querer la Misa, a detestar la Misa: —Yo no quiero ir a Misa nunca más en mi vida! ¡No me gusta la Misa! Eso nos puede llegar a pasar…

Sí, Sí, ahí estaba Pedro, menos mal,

«Señor, ¿dónde quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna»

(Jn 6, 68).

Y ahí está Judas. Judas está escuchando eso… Pero su corazón está muy lejos. Ya en el corazón de Judas había un distanciamiento espiritual muy grande.

¿Cuándo comenzaron esas fisuras en su alma? No lo sabemos. Pero fueron múltiples, pequeñitas, poco a poco fueron creciendo…

En algún momento Judas se sintió absolutamente decepcionado al comprobar que el Reino, -que Tú, Señor, querías instaurar- no se impondría con violencia. Judas era de los zelotes, de la secta de los zelotes, eran guerreros.

“Pero Tú dijiste que ese Reino se impondría, pero con mansedumbre. Judas escandalizó, se rasgó su corazón interiormente, sus vestiduras interiormente al escuchar tu invitación.

De ofrecer la otra mejilla a quien nos abofetee… A quien nos golpee, ofrecerle la otra mejilla”

(cf. Mt 5, 39)

¡Imagínate Señor cómo reaccionaría el corazón de Judas en ese momento! ¡Yo no paso por esa puerta! ¡Olvídese, olvídese y olvídese! ¿Será que Judas le comentó ésto a alguno de los apóstoles así en tono de: —Oye, tú qué piensas? ¿Cómo ves la jugada? (…)

Pero claro, en ninguno encontró eco. Más bien comprobó la fidelidad y la lealtad de los otros once discípulos.

JUDAS

LOS PECADOS QUE SE CONSIENTEN, ATORMENTAN

Entonces, ¿qué pasó en su corazón? ¿Qué se cerró? ¡Definitivamente se cayó! ¡Judas no habló nunca más! ¡Nunca buscó ayuda! ¡Nunca pidió auxilio! —Oye, que se me está cerrando el corazón. Que las cosas que comienza a decir Jesús para mí, no son motivo de alegría, sino todo lo contrario, lo juzgo interiormente, lo comparo, me aparto más de él. ¡¿Qué me está pasando?!

No busca explicaciones. No te pedía a Ti explicaciones, Señor; con lo fácil que hubiese sido que te comentará: —Señor, mira lo que me está pasando, no me está gustando la misa…

Ahora que estamos haciendo tú y yo oración, podemos pensar: «Señor, algunas veces te tengo que decir que no me gusta hacer obras de caridad… No me gusta ayudar, me vence. ¡Todos los pecados capitales me están apabullando!»

Eso hay que hablarlo, ¡hay que hablarlo!

Pero Judas no te quiere abandonar todavía. ¿Cómo te va a abandonar si eres uno de los personajes más populares del momento? Bueno, ¡el más popular! ¿Cómo te va a dejar si está en la cresta de la ola? ¡Él no quiere abandonar la cresta de la ola! ¡No, no, no, no, no!

Pero interiormente te comienza a juzgar en todo… En silencio, sí, pero todo lo que Tú dices, él lo va juzgando, lo va criticando. Y cada vez te va soportando menos.

El espíritu crítico comenzó a transformarse en aversión, y esa aversión en odio. ¿Se puede odiar a Jesús? ¡Qué cosa tan tremenda! ¡Qué infierno! Porque el odio, al no ser manifestado, se vuelve insufrible, insoportable.

Judas comienza a robar. ¡Hasta eso llega! Comienza a coger plata y dinero de la bolsa con la que se ayudaba a los pobres, a los necesitados. Y comienza a robar.

UN PLAN DE TRAICIÓN

Cada minuto a tu lado, Jesús le comenzó a suponer un suplicio interior muy grande, y entonces decide entregarte. ¿A quienes? A quienes compartían su rechazo. El propio rechazo de Judas lo compartían muchas personas más.

Y dice: —Pues voy a entregarlos a estos. Voy a traicionar a Jesús, y lo voy a vender.

Cuando los fariseos y los saduceos comenzaron a hablar abiertamente contra Ti, y Judas vio que las gentes -sobre todo después de aquel discurso del “Pan de Vida” en Cafarnaún-, te habían dejado porque comenzaban a discutir más que a amarte, más que a seguirte, comenzaban a discutir entre ellos y te abandonaban y te dejaban.

Entonces ahí, Señor, Judas comenzó a preparar su plan. Su plan de traición. A Ti todavía te quedaban partidarios, pero cada vez tenías menos discípulos. Todavía estábamos nosotros, poquitos.

Señor, a veces da la impresión de que muy poquitos somos los que te queremos. ¡Yo te quiero, no te voy a abandonar! ¡No me dejes… no me dejes!

«¿Qué queréis darme y os lo entregaré?»

(Mt 26, 15).

Ni siquiera poner precio, Judas hubiera aceptado cualquier cantidad, incluso aunque hubiese tenido que pagar por liberarse de Ti, Señor, ¡lo hubiera hecho!

Porque ese era el verdadero precio: librarse definitivamente de aquel que convertía su vida en un remordimiento insufrible. ¡Por eso no pone precio! ¿Qué quieren darme? ¿Tres monedas? ¿Una moneda? ¿Qué quieren? (…)

Y mientras tanto, Señor, la Última Cena…

Imagino con qué delicadeza le lavarias los pies a Judas. Porque Judas estaba en la Última Cena. Imagino el sobresalto interior cuando Tú dijiste:

«Uno de vosotros me entregará»

(Mt 26, 23).

Y Judas, descarado para guardar las apariencias, como venía guardándose desde hacía muchos meses pregunta:

«—¿Soy yo acaso Rabbí? ¿Soy yo acaso maestro?»

(Mt 26, 25).

Y Tú, Señor, te acercas y le dices:

«—Lo que tienes que hacer hazlo pronto»

(Jn 13, 27).

«Y no se hace rogar. Era de noche»

(Jn 13, 30).

JUDAS

LAS HORAS MÁS OSCURAS DE JESÚS

Señores, tengo una pregunta, que la verdad me tiene muy intranquilo porque no sé la respuesta, y no sé dónde encontrarla… ¿Será que Judas comulgó en la Última Cena? (…)

Señor, perdona todas las comuniones sacrílegas que hay a diario. Señor, perdónanos, perdónanos.

«El que come el cuerpo de Jesús y bebe su sangre indignamente, come y bebe su propia condenación»

(1 Co 11, 29).

¿Y dónde está Judas? ¿A dónde se fue? Cuando vuelve a aparecer. Lo hará con su ejército de tinieblas. Una noche oscura en Getsemaní. Y se separó un poco de los hombres que llevaban esas antorchas. Se dirige a Ti y te besa. Y con ese beso te entrega. Te traiciona…

Comienzan las horas mas oscuras de la vida de Jesús.


Citas Utilizadas

Is 50, 4-9

Sal 68

Mt 26, 14-25

cf. Mt 5, 39

Jn 6, 60-67

Jn 13, 27-30

1 Co 11, 29

Reflexiones

Señor, que te sea fiel toda mi vida. Que el pecado, la apatía y la frialdad no entren en mi alma para alejarme de Ti.

Predicado por:

P. Santago

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