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P. Juan

6 min

AYÚDAME JESÚS, QUIERO AYUDAR

Jesús ayuda a un hombre que tenía paralizada una mano, intenta también ayudar a algunos de los presentes que tenían el corazón endurecido. Jesús quiere, pero qué importante es acoger la ayuda.

Hay distintas personas que tienen distintas destrezas, ¿verdad? Por ejemplo aquí en el equipo de 10 minutos con Jesús, ahora mismo podemos rezar y especialmente pedirle a Jesús: “Oye Señor te pido por las personas que aportan de manera tan directa haciendo que esto le llegue a cada uno”. Distribuyendo los audios, por ejemplo a través de los grupos de Whatsapp, o poniéndolo en el Spotify y en YouTube, haciendo calzar los tiempos, es decir que sea en el momento adecuado, poniendo las ilustraciones que a veces se ponen, en Facebook y en Instagram. 

Ese es el trabajo de un montón de personas por las que ahora podemos rezar también. Le puedes decir tú ahora al Señor: “Oye Jesús, te pido por todas esas personas, administradores de grupo, los que ayudan con cosas técnicas, sea en visuales o informáticas o de tantos tipos…  Señor, te pido por todos ellos” 

AYÚDAME JESÚS, QUIERO AYUDAR

Y cada uno de nosotros aquí en este proyecto y en tantos lugares, en tantas parroquias, en tantos colegios, en las familias… destrezas distintas que se ponen al servicio de los demás. En 10 minutos con Jesús algunos predican y otros se encargan de Whatsapp y de Instagram con destrezas distintas, en tiempos distintos, todos en la misma, digamos, de servicio, de cariño, de ayuda… qué importante que cada uno de nosotros ahora mismo le damos una vuelta, (vamos a aterrizar en seguida en el Evangelio) pero esto de tener destrezas, capacidades, que ponemos al servicio de los demás.  Esas destrezas son oportunidades de servicio, de aporte. ¡Ayúdame Jesús, quiero ayudar!

UNA DESTREZA..

Te has fijado en esa palabra destreza o el ser diestro en algo. Hoy día aparece en el Evangelio, y lo cuenta san Lucas, es en una sinagoga, es un día sábado. Y san Lucas se fija que es, por decirlo así, el centro del asunto, la mano derecha, la mano diestra de una persona, de alguien, de un hombre.  

Es sábado y hay un hombre que necesita recuperar sus destrezas, necesita recuperar su mano diestra, su mano derecha de hecho.  

Cuenta san Lucas lo siguiente, ahora nos sirve para imaginar, para mirar a Jesús en la oración:

«Un sábado entró Jesús en la sinagoga y se puso a enseñar”

(Lc 6, 6).

El Señor está hablando, sonriente, amable, animoso, sabe de lo que está hablando, es un gusto escuchar al Señor; y cuenta san Lucas, así como moviendo un poco la cámara, como si fuera el director de una película:

“Había allí un hombre que tenía la mano derecha paralizada”.

Y el Señor siguió hablando cariñoso, animante, piadoso… lleva a Dios y ahí está en un rincón o por ahí aquel hombre, quizás ya resignado o quizás le está pidiendo a Dios por dentro. Está rezando intensamente quizás por dentro a Yahvé le está pidiendo: “Si yo pudiera recuperar mi destreza, si yo pudiera ayudar a mi familia, si yo pudiera ayudar ahí en el pueblo…”, no sabemos lo que ocurría en el corazón de ese hombre, pero san Lucas vuelve a mover la cámara y ahora nos dice:

“Los escribas y los fariseos estaban al acecho para ver si curaba en sábado y encontrar de qué acusarlo”

(Lc 6, 7).

EL SEÑOR PREDICA CON TODO

Fíjate, el Señor está predicando, está sirviendo con sus capacidades, con sus talentos, con su tiempo, con su corazón… 

“Tú Señor estás en eso y seguramente ves todo esto, ves a aquel hombre de la mano seca, paralizada. Se ven también a esos escribas y fariseos que te miran, ves Tú Señor que están mirando a ver qué haces, ves también a otras personas que están por ahí, ves a uno que está medio distraído, ves un niño chico que está correteando y no se entera de nada… Tú Señor lo ves todo”.  

A propósito de cómo ve el Señor y cómo ven los escribas y los fariseos y cómo vemos nosotros; hay una oración muy cortita, una jaculatoria preciosa de san Josemaría. Con sabor muy hispánico, que le decía a Jesús, y se lo podemos decir ahora nosotros también: “Que yo vea con Tus ojos Cristo mío, Jesús de mi alma”.  

Díselo a Jesús si quieres, que yo vea con Tus ojos Cristo mío, Jesús de mi alma, que yo no vea de cualquier manera, sino cómo ven Tus ojos Señor; con tiempo, con atención, cariñosamente. 

QUE ME MIRES…

AYÚDAME JESÚS QUIERO AYUDAR

Señor que yo vea cómo me ves con cariño, porque esta es la piedra fundamental sobre la que nos apoyamos, de ver el amor con que Dios me quiere, ver el amor con que Dios me ama, me ve.  Señor, que yo vea cómo me ves, con qué cariño, que yo vea Señor cómo ves Tú a los demás, cómo ves a ese hombre de la mano seca con su destreza perdida y cómo ves también a aquellos escribas y fariseos y a toda la gente. 

Que yo vea como Tú ves Señor.  Le podemos seguir diciendo: “Señor, que yo vea, que yo te vea a Ti, que yo vea a los demás con Tus ojos”.

Pues san Lucas nos tiene en suspenso, y él cuenta:

“Pero Jesús, Él conocía sus pensamientos”

(Lc 6, 8).

Y Jesús se muere de ganas de ayudar a ese hombre por el cariño,  porque es audaz y porque es variante. Porque igual que ante todos, ante Pilatos y Herodes y los que traían a la mujer adúltera para lapidarla… El Señor es valiente y sincero.

Y entonces dice:

“Él conocía sus pensamientos y dijo al hombre de la mano atrofiada: Levántate y ponte en medio.” 

Oye, que te vean bien visto, que nos vean a la luz del sol.  Y cuenta san Lucas:

“Y levantándose se quedó en pie”.

Mira cómo mira Jesús, como mira a todo el mundo. Mira cómo miran los escribas y los fariseos. 

SEÑOR QUE QUIERAS…

AYÚDAME JESÚS, QUIERO AYUDAR

Señor, Tú te mueres de ganas de ayudar a ese hombre con su parálisis. Ayudar a los escribas y a los fariseos en su parálisis del corazón. Porque no están viendo a ese hombre que tiene una necesidad, sino que están viendo un asunto legal y de conveniencia, un asunto político.

Y Tú Señor te mueres de ganas de curar a ese hombre de su mano. De volverle la destreza. Su capacidad de aportar, de servir, de ayudar… Y te mueres de ganas también de sanar la parálisis del corazón de esos otros también. Para que sean capaces de aportar, de servir y ayudar.

Mira si es más importante el corazón que la mano, ¡claro que sí! Y por eso Jesús los ayuda, nos ayuda, a reflexionar.  

Según cuenta san Lucas:

“Jesús les dijo: -Les voy a hacer una pregunta: ¿Qué está permitido en sábado, hacer el bien o el mal, salvar una vida o destruirla?”

(Lc 6, 9). 

SEÑOR, QUE ME AYUDES…

Jesús va a sanar la mano de aquel hombre, pero quiere sanar también los corazones de estos.  Claro, cada uno si es que quiere. Él se ha puesto en pie, el hombre de la mano se está dejando ayudar y los otros, no.  

“Y echando una mirada a todos le dijo: -Extiende tu mano. Él lo hizo y su mano quedó restablecida”.  

Termina diciendo san Lucas:

“Pero ellos ciegos por la cólera, discutían qué habían de hacer con Jesús”.

  Vamos a terminar este rato de oración pidiéndole a la Virgen, ella ayudó a la gente en Caná a seguirle el ritmo a Jesús,

“Hagan lo que Él les diga” (Jn 2, 5).

Pidámosle ahora a la Virgen. Madre mía ayúdame a ser como este hombre de la mano seca, que la recupera y puede aportar con sus destrezas.  

Ayúdame a no ser ciego por la cólera, por la soberbia, como aquellos escribas y fariseos que se quedaron con los corazones atrofiados, paralizados.  

Se lo pedimos a la Virgen para nosotros, para nuestras familias y para nuestros países.

 


Citas Utilizadas

1Cor 5, 1-8

Sal 5

Lc 6, 6-1

Jn 2, 5

 

 

Reflexiones

Jesús, ayúdame a ver con tus ojos, para amar y servir al prójimo como Tú quieres que los ame.

 

Predicado por:

P. Juan

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