< Regresar a Blog

Sacerdote ecuatoriano. Ingeniero en sistemas y doctor en teología. Es parte de distintas iniciativas sociales.

4 min

Eucaristía, el cielo en la tierra

La Eucaristía es el sacramento más importante que nos dejó nuestro Señor Jesucristo, en el que cumple su palabra de: estaré con ustedes hasta el fin del mundo. Es su presencia real en la forma del pan y de vino consagrados durante la Misa. 

Desde los primeros siglos la Iglesia ha definido a la Eucaristía como el Cielo en la tierra, ya que es la forma más cercana en la que los fieles pueden experimentar la presencia divina de Jesucristo. Aquí está el milagro de los milagros, misterio de fe que anuda en sí todos los misterios del Cristianismo: Dios Uno y Trino, la Encarnación del Verbo, la Redención de la humanidad, la Vida, Pasión, Muerte y Resurrección, la glorificación eterna.

Dios es cercano

Juan Pablo II nos hacía reflexionar sobre la presencia real de Nuestro Señor Jesucristo con su cuerpo y sangre, alma y divinidad, bajo las especies consagradas, nos recuerda que el Dios de nuestra fe no es un ser lejano, sino un Dios muy próximo, cuyas delicias son estar con los hijos de los hombres.

Un Padre que nos envía a su Hijo para que tengamos vida y la tengamos en abundancia. Un Hijo y hermano nuestro, que con su encarnación se ha hecho verdaderamente hombre, sin dejar de ser Dios, y ha querido quedarse entre nosotros hasta la consumación del mundo.

La Institución de la Eucaristía

Los tres evangelios sinópticos y san Pablo nos han transmitido el relato de la institución de la Eucaristía; por su parte, san Juan relata las palabras de Jesús en la sinagoga de Cafarnaúm, palabras que preparan la institución de la Eucaristía: Cristo se designa a sí mismo como el pan de vida, bajado del cielo (cf Jn 6).

La Eucaristía se remonta al Jueves Santo, cuando Jesucristo instituyó este sacramento durante la Última Cena. En este evento, Jesús tomó pan y lo bendijo, diciendo: «Tomad y comed todos de él, porque esto es mi cuerpo, que será entregado por vosotros». Luego, tomó el cáliz y lo bendijo, diciendo: «Bebed de él todos, porque esta es mi sangre, el vino de la nueva y eterna alianza, que será derramado por vosotros y por todos los hombres para el perdón de los pecados. Haced esto en memoria mía» (Mateo 26:26-28).

Unión íntima

Tenía una profunda devoción por la Eucaristía. Para él, la Eucaristía era el Cielo en la tierra, porque en ella podemos experimentar la presencia real de Jesucristo. Enseñaba que, a través de la Eucaristía, podemos unirnos íntimamente con Jesucristo y recibir la gracia necesaria para enfrentar los desafíos de la vida diaria.

En su libro «Amigos de Dios» escribió: «¡Qué felices somos si entendemos esto! ¡Qué grande es nuestro cristianismo si sabemos vivir de la Eucaristía! La Eucaristía es la fuente de nuestra fuerza, el manantial de nuestra alegría, el alimento que nos sostiene en el camino. La Eucaristía es el Cielo en la tierra, porque en ella está presente el mismo Dios».

Palabra de Vida

Llevar a Cristo a todas partes

La Eucaristía es una forma de vida, al recibirla nos vamos transformando, nos convertimos poco a poco en «otros Cristos» y podemos llevar la presencia de Jesucristo al mundo. De esa forma también traemos el Cielo a la tierra. Cuando comulgamos le permitimos al Espíritu Santo trabajar más a fondo en nuestras almas, la gracia actúa y nos cambia, nos hace más similares a Jesús, nos hacemos una misma cosa con Él. Es el alimento que nos da la fuerza para vivir como cristianos en medio del mundo. Es la fuente de nuestra vida y nuestra alegría.

Comulgar nos hace más parecidos a Cristo porque la Eucaristía es el sacramento que nos une más íntimamente con Él. Cuando recibimos la comunión, recibimos el cuerpo y la sangre de Cristo y nos hacemos uno con Él. Como dijo San Juan Pablo II: «en la Eucaristía, el Señor Jesús se hace presente como alimento para el alma, y se entrega a sí mismo para que nos transformemos en Él».

Recibir la comunión

Al recibir la comunión, recibimos la gracia y el amor de Cristo. Esto nos transforma interiormente y nos hace más semejantes a Él. Como dijo San Pablo, «ya no soy yo quien vive, sino que es Cristo quien vive en mí» (Gal 2,20). Al comulgar, nos abrimos a la acción del Espíritu Santo en nosotros y nos dejamos transformar por Él para ser más como Cristo.

Además, la Eucaristía es también una fuente de unidad entre los cristianos. Al comulgar juntos, nos hacemos uno en Cristo y en su Iglesia. Como dijo el Papa Francisco en su exhortación apostólica «Amoris Laetitia», «la Eucaristía nos une a Cristo y entre nosotros. Nos hace miembros del mismo cuerpo».

En definitiva, comulgar nos hace más parecidos a Cristo porque es una forma de unión íntima con Él y de transformación interior. Al comulgar, recibimos la gracia y el amor de Cristo y nos dejamos transformar por Él para ser más semejantes a Él. Además, la Eucaristía es también una fuente de unidad entre los cristianos y nos hace miembros del mismo cuerpo de Cristo.

Corazón de la Iglesia

El Papa Francisco ha hablado frecuentemente del valor central de la Eucaristía en la vida de los cristianos. En su exhortación apostólica «Evangelii Gaudium», escribió: «La Eucaristía es el corazón de la Iglesia. En ella se hace presente el Señor resucitado y glorioso, que nos llama a la comunión con Él y entre nosotros».

Nos enseña el Catecismo que por la celebración eucarística nos unimos ya a la liturgia del Cielo y anticipamos la vida eterna cuando Dios será todo en todos (cf 1 Co 15,28). En resumen, la Eucaristía es el compendio y la suma de nuestra fe: «Nuestra manera de pensar armoniza con la Eucaristía, y a su vez la Eucaristía confirma nuestra manera de pensar», como predicó San Ireneo de Lyon, uno de los padres de la Iglesia.

desnudar el alma

La escuela de la caridad

Además, la Eucaristía es la escuela de la caridad. En ella aprendemos a amar como Jesús amó, a servir como Él sirvió, a perdonar como Él perdonó.

En un mundo que se aleja corriendo de lo sobrenatural, tenemos la oportunidad de traer el Cielo a la tierra comulgando, que aprovechemos siempre de la presencia de Jesús en la Eucaristía para transformar la realidad que nos circunda y acercársela a Dios.


Escrito por

P. Juan Carlos

Sacerdote ecuatoriano. Ingeniero en sistemas y doctor en teología. Es parte de distintas iniciativas sociales.

¿TE GUSTARÍA RECIBIR NUESTRAS MEDITACIONES?

¡Suscríbete a nuestros canales!

¿QUÉ OPINAS SOBRE EL ARTÍCULO?

Déjanos un comentario!


COMENTARIOS

Regresar al Blog
Únete
Donar