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Santa Marta, ejemplo de confianza en Dios y fe en acción

Santa Martha

Imagina la siguiente situación: hace mucho tiempo que no ves a un gran amigo, ya que vives en otra ciudad, y logras organizarte para ir a visitarlo.

Al llegar, ese amigo se esmera tanto en atenderte, con su casa bien arreglada, una comida exquisita y una mesa bien servida que, cuando se acerca la hora de partir, lamentas no haber tenido más tiempo para conversar con él tranquilo, saber más el uno del otro, compartir las alegrías y motivaciones que los impulsan, intercambiar las experiencias vividas y también las preocupaciones y tristezas que los inquietan.

Una petición confiada

Tal vez así se sintió Jesús, la ocasión que describe el evangelio, en que Marta lo recibe en su casa en Betania. Su hermana María, sentada junto a Jesús, lo escuchaba atenta “mientras Marta andaba afanada en los múltiples quehaceres de la casa”. Y cuando ella se acerca a Jesús, no es para escuchar su palabra sino para preguntarle “no te importa que mi hermana me deje sola en las tareas de la casa? Dile pues que me ayude» (Lc 10, 40).

Esa intervención que refleja una gran confianza en Jesús, deja entrever también cierta inquietud o disconformidad en su corazón, que desvía su atención y no le permite dedicarle tiempo a Jesús y escuchar sus enseñanzas.

Entonces el Señor le responde, y nos lo dice también ahora a ti y a mí, “Marta, Marta, te preocupas e inquietas por muchas cosas y solo una sola es necesaria. María ha elegido la parte mejor, que no le será quitada”.

Porque, si perdemos de vista a Jesús, es más fácil que equivoquemos nuestras prioridades, nos dejemos abatir por las dificultades, nos dejemos dominar por malos sentimientos y caer en el activismo.

Que el trabajo no se transforme en obstáculo

     Las actividades y el trabajo diario son buenos si no se convierten en impedimento para hablar con Dios, para tratarlo con cariño.

     El Señor quiere que sepamos encontrarlo en esas realidades, contándole lo que nos sucede, acudiendo a su ayuda, agradeciéndole, pidiéndole perdón.

     No reprocha a Marta por trabajar en las tareas de la casa sino que la corrige con cariño para que, en todo lo que haga, no olvide permanecer siempre con Jesús. Ella confía en el Señor, se atreve a plantearle con sinceridad su inquietud y le demuestra su amor con obras.

    Jesús espera lo mismo de nosotros, que le expresemos nuestra fe, no solo abriéndole las puertas de nuestros hogares sino las de nuestro corazón y manifestando en obras que creemos en Él. “Todo el que escucha mi palabra y la pone en práctica, es como un hombre sensato que construye sobre roca” (S Mt, 7, 24-27) Cristo es nuestra roca.

El fruto del amor es el servicio

     No basta con decir que creemos en Dios sino lo reflejamos en obras de amor, en detalles de cariño hacia los demás, en trato respetuoso o en una palabra oportuna.

     San Juan se preguntó: “¿Cómo puedes decir que amas a Dios, a quien no ves, cuando no amas a tu hermano a quien ves?” y la madre Teresa de Calcuta afirmaba que la fe en acción es amor: la alegría que comparto, el hambriento a quien alimento, el vagabundo al que acojo, el enfermo al que cuido, el niño al que enseño, el solitario al que consuelo, porque donde hay amor, está Dios.

La última Cena

 

En la última cena, después de instituir la Eucaristía, Jesús ora a Dios Padre y exclama: “Ellos han conocido que Tú me enviaste. Y les he manifestado Tu nombre, y se lo manifestaré, para que el amor con que Tú me amaste esté en ellos y yo en ellos” (S Jn 17, 25-26).

     El amor es entrega: Dios amó al mundo y entregó a su Hijo, Jesús amó al mundo y dio su vida.

     Señor, enséñanos como a santa Marta a esforzarnos por tenerte siempre presente, en nuestro trabajo diario, para ser más generosos en nuestra capacidad de entrega, que sepamos servir cada día con más amor y dedicación a los que están a nuestro lado.

     Te pedimos ayuda también a Ti, Virgen Santísima, madre del trabajo silencioso y escondido, que en Nazaret cuidaste con abnegado amor a Jesús y a San José.

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