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P. Federico

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UNA PÁGINA DE NUESTRA BIOGRAFÍA

La parábola del hijo pródigo es un espejo en el que vemos reflejada una página de nuestra biografía, incluso una muchas veces repetida. Aprendamos de ella y seamos conscientes de que nunca es tarde para decir “perdón”, nunca es tarde para decir “te quiero”

Nos adentramos en uno de los relatos magistrales del Evangelio.

Una parábola que no deja de ser como un espejo. Sí, un espejo, porque cuando nos asomamos a ella nos vemos reflejados.

PARÁBOLA DEL HIJO PRÓDIGO

Pienso que la parábola del hijo pródigo es una página de nuestra biografía; de la de todos, de la tuya y de la mía. Tal vez, incluso, una página muchas veces repetida en la historia de nuestra vida.

Comienza así:

«Un hombre tenía dos hijos. El más joven de ellos le dijo a su padre: «Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde». Y les repartió los bienes. No muchos días después, el hijo más joven lo recogió todo, se fue a un país lejano…»

(Lc 15, 11-14).

El padre le habrá preguntado ¿a dónde vas…? Y él no le contestó… Aquella pregunta se quedó en el aire…

Por lo que nos relata más adelante Jesús en la parábola: seguramente aquel padre se asomaba al balcón todos los días y lanzaba otra pregunta al aire…: ¿Dónde estás…? Lo pensaba.

DIOS PREGUNTA: ¿DÓNDE ESTÁS?

Dios sigue preguntando: ¿Dónde estás? Como se lo preguntó a Adán en el paraíso. Se lo preguntó al primer hombre y se lo pregunta a cada hombre, a ti y a mi…

¿Dónde estás?

Ojo a la respuesta de Adán a Dios:

«Éste contestó: —Oí tu voz en el jardín y tuve miedo porque estaba desnudo; por eso me oculté»

(Gn 3, 10).

HISTORIA DE TODO PECADO

Es la historia de todo pecado. Y así la describe el Catecismo de la Iglesia:

El hombre, tentado por el diablo, dejó morir en su corazón la confianza hacia su creador»

(cf. Gn 3,1-11)

y, abusando de su libertad, desobedeció al mandamiento de Dios. En esto consistió el primer pecado del hombre

En adelante, todo pecado será una desobediencia a Dios y una falta de confianza en su bondad

(Catecismo, n. 397).

 EL HIJO HACE UN ACTO DE DESPRECIO

Pues ahí lo tienes: el hijo desconfía de su padre, abusa de su libertad y en un acto de desprecio (porque pedirle la parte de la herencia que le correspondía era como decirle “me sirves más muerto que vivo: dame la herencia y yo me largo de aquí”).

Pues en un acto de desprecio se marcha lejos.

EL PECADO NOS DAÑA PROFUNDAMENTE

Como nosotros en todo pecado.

Porque, tengámoslo claro, el pecado es mucho más que un simple error o una equivocación… Nos daña profundamente… Daña profundamente nuestra relación con nuestro Padre Dios y tontamente nos volcamos sobre las cosas como si ellas fueran capaces de saciar nuestra necesidad de amor para el que hemos sido creados.

CON LAS COSAS LA SATISFACCIÓN SE ACABA PRONTO

“Las cosas nos traicionan: acaban volviéndose contra su amo, como un perro desleal.

(Despertar al asombro, Manuel Ordeig)

Aquél que un día, al salir de la casa, se las prometía muy felices fuera de los límites de la finca,

«pronto comenzó a sentir necesidad»

(Lc 15, 14).

La satisfacción se acaba pronto y el pecado no produce verdadera felicidad, porque el demonio carece de ella… El demonio no es feliz y no puede serlo. Y nosotros tantas veces le compramos el discurso y nos empachamos de infelicidad. 

LUEGO VIENE EL ARREPENTIMIENTO

Damos un paso en aquella dirección y viene después la soledad y el drama de la dignidad perdida, el arrepentimiento, la conciencia de la filiación divina (ese ser y saberme hijo de Dios) echada a perder, tirada por los suelos:  y aquel hombre se tuvo que poner a guardar cerdos, lo peor para un judío…porque no podía estar cerca de los cerdos, no podía comer cerdo y le toca guardar cerdos.

EL ALEJAMIENTO DE DIOS ANIMALIZA

Hijo pródigo

Pero esto no es de sopetón…

“Después de gastar todo, hubo una gran hambre en aquella región y él empezó a pasar necesidad. Fue y se puso a servir a un hombre de aquella región, el cual lo mandó a sus tierras a guardar cerdos…”

(Lc 15, 14-15).

Va bajando un escalón y otro. Se va corrompiendo y se va acostumbrando…

El hijo de aquel buen padre termina confundido entre los cerdos…Y es que el alejamiento de Dios animaliza… Aquel hombre si sigue por allí ya no va a parecer hombre, sino bestia…es duro.

ASÍ COMIENZA TODA CONVERSIÓN, TODO ARREPENTIMIENTO

El hijo, lejos de la casa, siente hambre. Entonces,

«volviendo en sí»,

recapacitando, se decidió a iniciar el camino de regreso.

Así comienza también toda conversión, todo arrepentimiento: volviendo en sí, hace un parón, reflexiona y considera a dónde le ha llevado su mala aventura; hace un examen de conciencia…, que abarca desde que salió de la casa hasta la lamentable situación en que ahora se encuentra…

ABRIR LOS OJOS, HABLAR, ABRIR EL ALMA…

Somos pecadores: tenemos faltas, cargamos con defectos, nos encontramos torpes a la hora de reaccionar: cada uno sabe por dónde le aprieta el zapato…, cada uno sabemos los puntos flacos de nuestra propia biografía, cada uno sabe cuales son sus hambres, sus necesidades, sus cerdos y el olor que despiden cuando nos encontramos en medio de ellos…

Esto no para caer en el desánimo, sino para movernos a contrición…

“Hubo una gran hambre en aquella región y él empezó a pasar necesidad”

(Lc 15, 14).

Porque el alma siempre tiene hambre de Dios, el corazón tiene sed de Dios…

“le entraban ganas de saciarse con las algarrobas que comían los cerdos y nadie se las daba”

(Lc 15, 16).

HE PECADO CONTRA EL CIELO Y CONTRA TI

Hijo pródigo

Todas esas cosas que prometen la felicidad y no la dan.

“Recapacitando, se dijo: «¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan abundante mientras yo aquí me muero de hambre! Me levantaré e iré a mi padre y le diré: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo; trátame como a uno de tus jornaleros”». Y levantándose se puso en camino hacia la casa de su padre”

(Lc 15, 17-20).

Es importante hablar claro, ser sinceros, llamar a las cosas por su nombre y reaccionar arrancando los primeros brotes de ese descamino, de ese dejarme llevar por mis malas pasiones, por mi debilidad, por mi torpeza…

¡Reconocer! ¡Reaccionar! ¡Nunca es tarde!

AL CIELO VA EL QUE PIDE MÁS VECES PERDÓN

Un buen sacerdote contaba (…) una anécdota, protagonizada por los niños de su catequesis, que les había divertido y edificado… 

En medio de la explicación de la Pasión del Señor que estaba dirigiendo a un grupo de niños y niñas, que se preparaban para recibir su primera comunión, uno de los pequeños se extrañó al escuchar que el buen ladrón estaría ya en el paraíso con Jesús, pues así se lo había prometido el Señor. 

Del todo desconcertado preguntó en alto: «¿Cómo es posible que en el Cielo haya ladrones?». 

Enseguida, sin dar tiempo a que el sacerdote dijera nada, saltó el niño que estaba al lado del que había preguntado: «Es que al cielo no va el que hace todo bien, sino el que pide más veces perdón»…”

(cfr. Junio 2018, con Él. Antonio Fernández)

PEDIR PERDÓN Y DEJARNOS AYUDAR

Pedir perdón… y dejarnos ayudar… Que se traduce en cuidar nuestro trato con Dios.

El famoso artista holandés Rembrandt pintó una obra maestra titulada “El hijo pródigo”, justamente.

En ella vemos a este personaje andrajoso, destrozado, todo suciedad y descuido, excepto por un detalle.

>Si te fijas en su cinto lleva una daga con incrustaciones de piedras preciosas. Dicen que el artista lo dejó allí queriendo transmitir que aquel pobre hombre vendió todo menos eso: y aquella daga preciosa le recordaba en todo momento de quién era hijo, hasta que un día el recuerdo fue precisamente su tabla de salvación…

RECORDÓ DE QUIEN ERA HIJO

“Me levantaré e iré a mi padre y le diré: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo; trátame como a uno de tus jornaleros”

Al corazón del hijo pródigo le faltaba descubrir todavía muchas cosas. No se esperaba aquella reacción.

Porque

Cuando aún estaba lejos, le vio su padre y se compadeció. Y corriendo a su encuentro, se le echó al cuello y le cubrió de besos”

Lc 15, 20)

No es solo que su padre sea bueno, es que lo sigue considerando su hijo, el hijo de su alma… No es que no quiera castigarnos, es que quiere abrazarnos fuerte y llenarnos de besos y susurrarnos al oído: Hijo mío…

¡NUNCA OLVIDES DE QUIÉN ERES HIJO!

Bueno, pues allí lo tienes. Nunca olvides de Quién eres hijo. Nunca olvides que ¡todo tiene remedio! “Que he hecho esto, que me ha pasado lo otro…”

 ¡No pasa nada! ¡todo tiene remedio!

Y siempre están los brazos de mi Padre Dios abiertos de par en par esperando mi regreso.

Nunca es tarde para decir “perdón”, nunca es tarde para decir “te quiero”.


Citas Utilizadas

Josué 5, 10-12

Salmo 33

2 Corintios 5, 17-21

Lucas 15, 1-3. 11-32

cf. Gn 3,1-11

cf. Rm 5,19

Catecismo, n. 397

Reflexiones

Dios Padre, que yo no me olvide que soy tu hijo, que sepa decir perdón, que sepa decir te quiero, porque Tú que me perdonas siempre.

Predicado por:

P. Federico

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