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P. Juan Carlos

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SOMOS LA COMPASIÓN DE JESÚS

Jesús nos llama para decirnos que siente “compasión de esta gente”. Hoy puede abundar el miedo, la apatía, el recurso a la banalidad y a la evasión. ¿A quién llama el Señor? Dice el texto: “A sus discípulos”, es decir, me llama a mí, para no despedirlos en ayunas, para darles algo. La forma que tiene el Señor de actuar, de compadecerse, es a través de sus discípulos.

SOMOS LA COMPASION DE DIOS

En el evangelio de este sábado, seguimos trabajando con San Marcos y ya llegamos al capítulo 8. Y aquí nos encontramos con un hecho en la vida de Jesús que es bastante llamativo, nos dice:

“Por aquellos días, como de nuevo se había reunido mucha gente y no tenían qué comer”

(Marcos 8, 1).

O sea que es algo que se daba con frecuencia, que se reunía tanta gente, en esta ocasión Jesús va a resolver el problema.

“Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: «Siento compasión de la gente, porque llevan ya tres días conmigo y no tienen qué comer. Y si los despido a sus casas en ayunas, van a desfallecer por el camino, además algunos han venido desde lejos»”

(Marcos 8, 2-3).

El Evangelio continúa con “La multiplicación de los panes”. El Señor les pide a sus discípulos que le den todo lo que tienen, y Él elabora un milagro gigantesco que es: “La multiplicación de los panes”.

¿EN QUÉ CONSISTE LA COMPASIÓN?

Pero centrémonos en las primeras palabras de Jesús; Jesús que se “compadece de la multitud”. ¿En qué consiste la compasión? En latín, la palabra compasión significa: sufrir de manera conjunta.
Se trata de un sentimiento que aflora cuando vemos que una persona lo está pasando mal. Asimismo, también nos incita a ayudar a esa persona para intentar paliar su sufrimiento.

Incluso podríamos hablar de que es una capacidad para empatizar con el sufrimiento de los demás, aunque la compasión va más allá de la empatía. Por eso, es necesario diferenciar la empatía de la compasión. En ambos nos identificamos con los sentimientos de los demás, pero en la compasión ¡además existe la intencionalidad de poner fin al sufrimiento del otro!
Somos compasivos cuando acompañamos en el hospital a una persona enferma, cuando ayudamos a personas que tienen problemas de aprendizaje o cuando ayudamos económicamente a alguien que lo necesita. Somos parte de la solución.

SOMOS PARTE DE LA SOLUCIÓN

Si acudimos al diccionario podemos comprobar que este término tiene diversos sinónimos entre los que destacan: piedad, caridad, conmiseración, clemencia, altruismo, solidaridad y humanidad. Todos ellos llevan implícito esta como empatía con la otra persona y hacer algo por ella. En cambio, entre los antónimos podemos destacar: la crueldad, la indiferencia y la insensibilidad.
Es importante mencionar que muchas veces creemos que la compasión está ligada a conceptos religiosos, pero en realidad se trata de una virtud que funciona también en todos los ambientes. Cuando una persona pide ayuda a Dios, esta persona piensa que Dios se está compadeciendo de ella y que por eso le brinda su ayuda.

JESÚS SE SIGUE COMPADECIENDO.

somos la compasión de Jesús

Ahora, nos encontramos a Jesús que se compadece. Hoy, tiempo de inclemencia y de desasosiego, también Jesús nos llama para decirnos que siente “compasión de esta gente” (Mc 8,2). Hoy, con la paz en crisis, puede abundar el miedo, la apatía, el recurso a la banalidad y a la evasión, decir simplemente: “No tienen qué comer”.
¿A quién llama el Señor? Dice el texto, que cuando el Señor se compadece de la gente: “Jesús llama a sus discípulos” (Mc 8,1). es decir, ¡me llama a mí!, para no despedirlos en ayunas, para darles algo. La forma que tiene el Señor de actuar, de hacer algo, -no simplemente de sentir pena, sino de actuar, de compadecerse-, es ¡a través de sus discípulos! Jesús se ha compadecido —esta vez en tierra de paganos— porque también tienen hambre.

¡Ah!, y nosotros —refugiados en nuestro pequeño mundo— decimos que nada podemos hacer, -igual que los apóstoles-. ««¿Cómo podrá alguien saciar de pan a éstos aquí en el desierto?»» (Mc 8,4) … -dicen los apóstoles-. ¿De dónde sacaremos una palabra de esperanza cierta y firme, sabiendo que el Señor estará con nosotros cada día hasta el final de los tiempos? ¿Cómo podemos decir a los creyentes y a los incrédulos que la violencia y la muerte no son solución?

Hoy, el Señor nos pregunta: simplemente, cuántos panes tenemos. Los que sean, ésos, esos los necesita Él. Si nos llama a compadecernos de los demás, nos pide la forma de arreglar el asunto, sabemos que a continuación viene: “La multiplicación de los panes”. Jesús elabora el milagro, pero para poder elevar esa ofrenda, para poder hacer el milagro; necesita de la ayuda de sus discípulos.

SIETE PANES

El texto dice “siete”, “siete panes”, que era un símbolo para los paganos, como doce era un símbolo para el pueblo judío. Siete es como infinitud, ¡el Señor quiere llegar a todos! —por eso la Iglesia se quiere reconocer a sí misma desde su catolicidad— quiere llegar a todos y ¡pide tu ayuda!

• Dale tu oración: ¡es un pan!
• Dale tu Eucaristía vivida: ¡es otro pan!
• Dale tu decisión por la reconciliación con los tuyos, con los que te han ofendido: ¡eso es otro pan!
• Dale tu reconciliación sacramental, confiésate: ¡es otro pan!
• Dale tu pequeño sacrificio, tu ayuno, tu solidaridad: ¡eso es otro pan!
• Dale tu amor a su Palabra, que te da consuelo y fuerza: ¡eso es otro pan!
• Dale, en fin, lo que Él te pida, porque, aunque creas que sólo es un poco de pan, ¡Él puede hacer grandes milagros!
Porque es el Señor el que se compadece, y nosotros ayudaremos a hacer cosas maravillosas, solo dando nuestros pobres panes.

COMPASIÓN VRS SENTIR PENA

Es importante aclarar que la compasión no tiene nada que ver con el simple: “sentir pena”. Cuando sentimos pena no intentamos hacer nada para remediar la situación del otro. Generalmente, cuando sentimos pena, es porque no nos gustaría estar en la situación en la que se encuentra la otra persona, porque entendemos que es una situación de sufrimiento, pero al mismo tiempo la percibimos como algo irremediable.

Por lo tanto, “la compasión y sentir pena” no tienen nada que ver la una con la otra, aunque en ocasiones se puedan confundir estos términos.
La compasión se convierte en algo importantísimo, en las vidas de todos. Porque la compasión, es lo que siente Jesús. Jesús necesita de nuestra intervención para poder hacer su milagro, para poder hacer que esa compasión tenga sentido. Si el Señor se hubiera compadecido, pero no hubiera tenido un “hecho” luego, sino lo hubiera remediado, entonces lo que hubiera pasado es que hubiera “sentido pena”, no “compasión”, porque la compasión implica ese acto adicional.

Cuando el Señor va con sus discípulos después de haberles enviado a predicar, y se les lleva a un lugar donde no hay nadie, a un lugar abandonado en soledad, y llega y ve una gran multitud; se compadece de la multitud y empieza a enseñarles, porque las ve como ovejas que no tienen pastor. Empieza a tomar actitudes para solucionar el problema; les da su palabra, les explica el evangelio.

JESÚS CUENTA SIEMPRE CONTIGO

¡Jesús cuenta siempre contigo y conmigo! -Señor, quiero darte de mis panes, quiero darte de todo lo que tengo, úsame Señor, para ayudar a los demás. Y, es que el Señor, siempre abre los ojos, Jesús al darse cuenta de la necesidad de la gente que le seguía, se mueve a compasión y se identifica con ellos, exponiendo a sus discípulos su necesidad e implicándoles a ellos también en una posible solución, pero los discípulos se sienten muy limitados, reconocen su incapacidad y no ven la forma de paliar esa carencia, y en el fondo ven que sus provisiones no son suficientes para tanta multitud, porque tampoco ellos querían compartirlas.

Cuando las provisiones no son suficientes ni para nuestra propia necesidad, ¿somos capaces de compartirlas con los otros?, ¿ahora que estamos en tiempos de pandemia, somos capaces de compartir hasta lo poco que tenemos? ¿Cómo actuamos?, ¿confiamos en que Dios, -que no se deja ganar en generosidad-, va a ayudarnos en esta situación a nosotros también?

ES MAS GRANDE DAR QUE RECIBIR

La enseñanza que el Señor quiere que aprendan sus discípulos en esta ocasión, y -a través de ellos quiere que también nosotros aprendamos-; es que es más grande dar que recibir, aunque esos dones o riquezas que tengas sean imprescindibles para ti. Él no renegó, no dijo: esto es muy poco, no alcanza para todos, o no sirven, simplemente los tomó, dio gracias y ¡elaboró el milagro!

-Señor Jesús, dame la fuerza para ser generoso, para sentir compasión por los demás. Para que tu puedas arreglar los problemas de los demás a través de mis pocos panes, que puedas ser compasivo con los demás a través de mi propia compasión-.
Ponemos estas intenciones en manos de San José y de nuestra madre la Virgen, ¡que nos remueva el corazón para ser mas compasivos!, ¡para ser gente que ayuda siempre a los demás!


Citas Utilizadas

Gn 3, 9-24

Sal 89

Mc 8, 1-10

Reflexiones

Señor, ayúdame a ser una persona compasiva, a darte de mis panes, para que Tú puedas actuar y, por Tu misericordia, podamos servir a los demás.

Predicado por:

P. Juan Carlos

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