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P. César

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SAL Y LUZ, SIN COMPLEJOS

Ser sal y luz del mundo como Jesús nos propone debe llenarnos de humildad y de audacia: no es soberbia, sino tomarnos en serio nuestra condición de Hijos de Dios

En el Evangelio de hoy, el Señor nos propone dos imágenes. ¡Cuán útiles son para nuestro entendimiento las imágenes!
Cuántas veces, quizá en alguna clase, el ejemplo que nos ha puesto el profesor, hace que finalmente comprendamos.
De hecho, quienes se dedican a la educación bien lo saben, hay que buscar buenos ejemplos, y entonces la clase tiene muchas más posibilidades de ser bien entendida, bien asimilada.
El Señor, que es el maestro de los maestros, lo sabe muy bien. Fíjate en las parábolas, las imágenes que nos propone Jesús, nos ayudan a entender mejor su mensaje.
¿Y cuál es el mensaje del Señor? ¿Cuál es tu mensaje, Jesús? Podríamos explicarlo de muchas maneras, pero el mensaje que el Señor nos transmite, la verdad que nos revela, es: ¡Quién es Él y quiénes somos nosotros!
La verdad de Dios y la verdad de quién soy, solo Dios me lo puede decir.
Y las dos imágenes que nos propone Jesús, “que Tú, Señor, nos propones para hoy”, van dirigidas precisamente a nosotros, una imagen sobre nosotros:

“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve para nada más que para tirarla afuera y que la pise la gente.”

(Mt 5, 13)

“La sal”, no sé si tienes mucha, poca o nula experiencia en la cocina, pero todos sabemos que la sal es un elemento fundamental. Sin la sal nada tiene sabor.
Quizá en el tiempo en el que vivimos el Covid, te pasó como a mí, que algunos perdimos totalmente el sentido del gusto.
Y bueno, pues teníamos que comer casi con fe, ¿verdad? Porque no sabíamos lo que comíamos, masticábamos, y podía ser pan, podía hacer pollo o pescado o una papa…

PONERLE SABOR AL MUNDO

Así. que sabemos lo fea que es la comida insípida y la verdad es que también la comida muy salada.
En fin, ¿Qué quiere el Señor enseñarnos? ¿Que nos quiere mostrar cuando habla de nosotros, como la sal de la tierra?
Bueno, en primer lugar: que somos nosotros: tú y yo, los que tenemos que ponerle sabor al mundo, ponerle sabor a las cosas.
¿Y esto que quiete decir? Pues mira, te será muy útil saber, que poco antes, el pasaje inmediatamente anterior que, de hecho, es parte del mismo discurso, es el de las bienaventuranzas.
Y habiendo propuesto las bienaventuranzas, entonces nos dice esto: ¡ustedes son la sal de la tierra!
Si viven mi palabra, si siguen mi mensaje, si viven las bienaventuranzas: ¡ustedes serán sal de la tierra! Es decir, sabrán sacar el verdadero sabor que tienen las cosas en el mundo.
Lo digo de otra manera: si vivimos tú y yo como auténticos hijos de Dios, sabremos encontrar el verdadero sabor de todo lo que ocurre…
Lo que parece bueno y lo que parece malo, lo que más nos alegra y lo que para casi todos sería una enorme tragedia, una gran tristeza…
Los triunfos y las derrotas, lo que dura mucho y lo que dura solo un instante, todo tiene un sabor nuevo si las vivimos como verdaderos hijos de Dios.
Yo creo que la verdad, tú y yo sí hemos tenido esa sensación, ¿Cuándo fue la última vez que sentiste tú, en tu corazón, la alegría de estar más cerca de Dios, o ser más generoso con Él o con los demás?
Yo recuerdo mucho, actividades sociales en las que he participado, quizá con personas que cuentan con recursos, que estudian en una buena Universidad, o en un buen colegio y que quizá digámoslo así, “tienen la vida resuelta” …
Pero al ver la necesidad de los demás, sacan la mejor versión de sí mismos, se vuelcan en la generosidad, descubren una alegría que no habían experimentado antes.

EL VERDADERO SABOR

La alegría del no tener por un bien superior, por el bien de los demás. Y es que en ese momento descubrieron un “sabor nuevo.”
Como quien ha comido comida insípida toda su vida, y de pronto descubre el verdadero sabor, un sabor que solo lo puede dar Dios.
Así que vamos haciendo examen tú y yo. ¿No es verdad que a veces estoy un poco aburrido de ese sabor insípido? Quizá estoy un poco hastiado o he perdido el sabor de las cosas.
Bien sabes cómo buscarlo, solo Dios puede darle el verdadero gusto, el verdadero sabor a las cosas. Esto primero para tu vida y para la mía.
Pero volvamos al pasaje:

“Ustedes son la sal del mundo.”

Porque estamos llamados, estamos invitados por el Señor, a encontrar el verdadero sabor en tu vida y en la mía.
Pero también a dar testimonio de nuestra vida cristiana, el Señor cuenta contigo y conmigo para que haya un hijo de Dios más en la tierra, que se tome en serio su mensaje.
Me vienen a la cabeza esas palabras de san Josemaría:

De que tú y yo nos portemos como Dios quiere -no lo olvides- dependen muchas cosas grandes. (Camino, 755)

Tú y yo no tenemos ni idea del impacto que puede tener tu lucha y mi lucha en el mundo, a nuestro alrededor, no lo sabemos, lo sabremos en el Cielo.
Pero eso sí, no dudes de que Dios se encargará de que eso de fruto, tenemos esa misión: de ser sal.

LA MISIÓN DE DAR LUZ

Y esto también nos lleva a la otra imagen: “Ustedes son la sal del mundo”, dice en el versículo 14:

“No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto cima del monte. Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerle sobre un candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa.”
(Mt 5, 14-15)

¡Ustedes son luz! ¡Ustedes! ¡Tú y yo! Nos diría el Señor: ¡Tienen la misión de dar luz!
Y –ojo-, puede parecer un poco contradictorio, porque aparentemente podría esto estar en contra de la humildad.
¿El ser luz para los demás, no podría ser acaso algo parecido a la vanidad, o a la vanagloria?
Yo te diría: (-aquí no puedo gritar-), pero imagínate como que lo hiciera, pues así te diría: ¡que te quites de la cabeza esos complejos!
¡En los temas de Dios no existe otra cosa que la verdad! Si estamos en la verdad seremos humildes.
¿Y cuál es la verdad del Señor? Que te eligió a ti y me eligió a mí para hacer su voluntad, para poner sabor al mundo, para ser luz en la sociedad.

DIOS NOS HA ELEGIDO

Esa es tu vocación, y llevándola a cabo, no hacemos más que lo que Dios nos ha pedido, y para eso nos ha elegido, desde antes de la constitución del mundo.

sal y luz, sin complejos
Dios te da inteligencia, te ha dado medios, te ha dado la vocación cristiana, te ha dado los sacramentos.
¿Qué decía san Pablo:

“Todo lo puedo en Aquel que me conforta.”

(Fil 4, 13)

Lo puedo todo, decía san Pablo, yo lo puedo todo, y al mismo tiempo se veía como un aborto, decía él, “pero elegido por Dios.” Y por eso lo puedo todo, porque estoy con Dios, porque Él me ha elegido.
Y por eso puedo decir, y tú también conmigo: Yo soy sal, yo soy luz, lo tengo que ser, tengo todo para hacerlo.
No somos mejores que los demás, pero tenemos un mandato divino que cumplir.
Almas grandes, almas generosas, audaces, eso es lo que necesita el Señor, para ponerle sal, para devolverle el sabor a tanta gente que está ya hastiada del sabor insípido de una vida de consumo, de comodidad, de egoísmo…
Y para eso estamos tú y yo, Dios cuenta contigo.
Terminamos esta meditación acudiendo a María santísima, madre nuestra; estos horizontes, estos desafíos tan grandes de Dios, ¡nos da vértigo!
Tú, madre nuestra, consíguenos la humildad y la audacia, para cumplir en nuestra vida y a nuestro alrededor, esos deseos del Señor.


Citas Utilizadas

2Co 1, 18-22
Sal 118
Mt 5, 13-16
Fil 4, 13
Camino, 755

Reflexiones

Señor, ayúdanos a ser sal, a ser luz, a cumplir los deseos tuyos, de llevar sabor y a iluminar al mundo, danos la sabiduría y la humildad para ser almas valientes, que luchen por construir tu Reino.

Predicado por:

P. César

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