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P. Juan

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PEDRO & PABLO

Como en junio, también hoy celebramos juntos a los apóstoles Pedro y Pablo. Esta vez, la consagración de las basílicas de Roma construidas en su honor. Siempre juntos; siempre uniéndonos al Señor

Es súper bueno, que con el corazón, sobre todo ahora-  “rezando”, -sobre todo ahora,  estando estos “10 minutos con Jesús”;  que vayamos con el corazón a Roma.  A estar junto al Papa, que estemos junto al Papa, donde estemos, en el país que estemos, en el momento que estemos, en la edad que tengamos… “Unidos a ti, Jesús, a través del Papa, a través de Pedro”.

AFÁN APOSTÓLICO DE PEDRO Y PABLO

Es súper bueno… volar con el corazón a Roma, rezar por lo que el Papa tiene en el corazón, ¡agradecerle al Señor!. Ahora mismo se lo puedes decir: “Señor, gracias por el Papa”. ¡Es muy bueno, hoy día especialmente!

Porque en toda la Iglesia celebramos un aniversario, una fiesta litúrgica, de la dedicación, de la conmemoración de cuando se consagraron a Dios, dos Basílicas:

  • La Basílica de San Pedro, que está en Roma
  • La Basílica de San Pablo, que también está en Roma

Quizás a uno se le viene una especie de «dejavú», ya que el 29 de junio, celebramos también -juntos en el cielo-, a estos dos grandes Apóstoles. Estos dos grandes Santos, a estos dos grandes amigos nuestros.

Celebramos el 29 de junio a San Pedro y a San Pablo. Hoy día es la celebración de la dedicación de las dos Basílicas.. Aunque en verdad, fueron dedicadas y consagradas a Dios, en días distintos. Pero se reúnen en esta fecha, de nuevo: “San Pedro y San Pablo… «juntos”».

BASILICA DE SAN PEDRO

Y  si uno vuela, ahora rezando, estando junto a Jesús, con el deseo de estar junto a Jesús, pero con el Papa, Señor.  Sí volamos a Roma con el corazón y también con la imaginación. ¿Porque no? Y si hace falta  buscando alguna imagen en Google… ¡Pues será muy fácil!.

Pedro y Pablo

Podemos mirar así, con los ojos muy abiertos: levantando un poco la cabeza.  Ahí, en la plaza de San Pedro; mirar sobre las columnas de la  gran Plaza; una tras otra, una tras otra, una tras otra;  esas estatuas de “Santos que rezan”.  Las estatuas no están en rezando… pero ellas representan a los santos que rezan, que dan gracias a Dios, que dan Gloria a Dios y que nos animan a nosotros y que nos ayudan a todos.

BASILICA DE SAN PABLO

Una tras otra,  una tras otra… un montón de imágenes de santos, ¡una tras otra!  y quizá, si nos movemos unos pocos kilómetros,   -es fácil- y más con el corazón y con la imaginación:

Vamos ahora a la otra Basílica:  la Basílica de San Pablo:  encontramos imagenes otra vez:  una tras otra, una tras otra,  con las imágenes de los Papas. Desde San Pedro hasta el Papa Francisco. Situadas en la parte de arriba, -verdad-, quizás lo conoces, quizás lo has visto en imágenes o tal vez, has tenido la suerte de estar ahí rezando.

Basilica de San Pablo

¡Qué maravilla esta cadena de Santos! uno tras otro, uno tras otro, en la columnata de Bernini. Ahí, junto a la Basílica de San Pedro.  Y esas imágenes de los Sucesores de San Pedro; uno tras otro, tras otro en la Basílica de San Pablo ¡Qué maravilla esta cadena! que en el fondo: ¡nos une a Dios!. Mas bien, que viene de Ti Señor a nosotros, con San Pedro y San Pablo.

JESÚS NOS PIDE MÁS FE

En las lecturas bíblicas de la Misa de hoy, que también nos puede servir para rezar, para levantar el corazón a Dios. En concreto en el Evangelio de hoy, se recoge esa escena: cuando Jesús, pide más fe a Pedro. Pedro está mostrando mucha confianza, mucha fe…¿Te acuerdas, cuando viene Jesús caminando sobre el lago revuelto? Vienes Tú Señor, caminando… Y San Pedro muestra una confianza y una fe muy grandes.

lo cuenta San Mateo:

“Y Jesús les dijo enseguida:  «¡Ánimo!,  soy yo; no tengan miedo”.  Pedro le contestó:  «Señor, si eres tú, mándame ir a ti sobre el agua

(Mt 14, 27-28).

MOMENTO DE FUERTE IMPRESIÓN

Es fácil imaginarse esto: con la fuerza no sólo del viento, del agua.  Sino también con la fuerza del corazón, del cariño y de la confianza de Pedro: 

Señor, si eres tú,  mándame ir a ti sobre el agua”. 

Y el Señor le dice:

«Ven».  

Cuenta San Mateo, quizás impresionado, aún años después:

¡Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua, acercándose a Jesús!

Y conocemos el resto: cómo San Pedro, atento a Jesús, va hacia Él.  Como también me pasa a mí, Señor,  y le podemos decir, al igual que San Pedro: «Cuando no me fijo en Ti Jesús, sino me fijo en las dificultades. que las hay… me empiezo a hundir.»  Luego viene el momento, en que el Señor, “lo toma del brazo”, más bien; en el que Pedro se empieza a hundir y mira al Señor y le pide ayuda. Y enseguida:  ¡Jesús le toma el brazo!

EN NUESTRA PORPIA VIDA

Es fácil imaginar esto y no sólo imaginarlo, también recordarlo y vivirlo…haciendo oración ahora.  ¡Que a ti Jesús, te encantará seguro!.  No solamente mirando a San Pedro, como él está viviendo esta escena; sino que también, en nuestra propia vida. Tenemos momentos así, quizás sea ahora mismo y quizás podemos mirar al Señor, igual que San Pedro y decirle: ¡Señor, sálvame Señor, qué me hundo!

Y la mano firme del Señor, cariñosa, fuerte, que nos sostiene y que nos levanta y que nos pide más en el corazón: ¡Oye, más fe! Has mostrado fe, tú muestras confianza y se nota que me quieres… pero puedes aún más. Esto, es lo que hace Jesús, con San Pedro.

En la otra lectura bíblica, aparte del salmo que se reza o se canta; centrada en San Pablo: «la llegada a Roma del Apóstol». Y lo cuenta seguramente, San Lucas, que habrá sido el que escribió los Hechos de los Apóstoles y cuenta lo siguiente;

Nos va contado todo el viaje… San Pablo queda preso, pero preso en el cuerpo, pero con el corazón muy libre. ¡Muy libre!

Cuenta san Lucas:

Y así llegamos a Roma. Los hermanos de Roma, que habían oído hablar de nuestras peripecias, salieron a recibirnos al Foro Apio y Tres Tabernas. Al verlos, Pablo dio gracias a Dios y se sintió animado. Una vez en Roma le permitieron a Pablo vivir por su cuenta en una casa con el soldado que lo vigilaba”

(Hch 28, 15-16).

Roma Vaticano

CON AFÁN APÓSTOLICO

Y termina diciendo San Lucas, (como englobando, mucho tiempo), dice:

“Permaneció allí dos años completos en una casa alquilada, recibiendo a todos los que acudían a verlo;  predicándoles el Reino de Dios y enseñando lo que se refiere al Señor Jesucristo con toda libertad, sin estorbos”

(Hch 28, 30-31).

Mira cómo, en la anterior lectura bíblica, -en ese pedacito-, se veía la fuerza de Pedro, !La confianza en el Señor! y como el Señor, Tu Jesús, ¡Le pides más!… Nos pides más, igual que a mí.

Pero en este otro momento, fijándose en San Pablo; en la profunda libertad de Pablo y el profundo fuego apostólico,  (el afán apostólico de Pedro y de Pablo). Las ganas siempre de hablar de Jesús, de transmitir lo que desde entonces se llamaba la “buena noticia” ¡El Evangelio! ¿verdad?

PRESO EL CUERPO Y LIBRE EL CORAZÓN

Se nota como San Pablo lo tiene tan dentro, tan encendido, que incluso preso, es totalmente libre.  Incluso preso, tiene una capacidad de ¡hablar del Señor!, de transmitir, por el cariño, con la naturalidad -digamos de la vida misma-. pero poniéndole empeño. Es una maravilla ver a San Pablo en esto.

Pidámosle ahora al Señor, si quieres  -bueno-, donde quieras; pero yo, le pido ahora al Señor: que el Papa, que los Obispos, sean como San Pedro, sean como San Pablo… hombres de fe, hombres de celo apostólico, hombres con una libertad interior muy grande, con defectos, si seguramente, como San Pedro y como San Pablo, innegable, clarísimo en la Sagrada Escritura.  Pero llenos de fe, llenos de la gracia, llenos de la ayuda del Señor.

En la oración colecta, y con eso terminamos ahora estos minutos, rezamos: en la Oración Colecta de la Misa, -y ahora también-, dice: Defiende a tu Iglesia, Señor con la protección de los Apóstoles, para que habiendo recibido por ellos, las primicias del conocimiento divino,  consiga el aumento de la Gracia, hasta el fin de los tiempos. Pidámoselo al Señor, a través de la Virgen.


Citas Utilizadas

Dedicación de las Basílicas de los Apóstoles San Pedro y San Pablo

Hch 28, 11-16. 30-31

Sal 97

Mt 14, 22-33

 

Reflexiones

¡Señor, sálvame que me hundo!
Y la mano firme del Señor, cariñosa, fuerte, que nos sostiene y que nos levanta.

Predicado por:

P. Juan

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