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P. Juan Carlos

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ESCUCHA LA MEDITACIÓN

PARA CAMINAR EN EL DESIERTO

El profeta Elías está desalentado, no sabe cómo superar su terrible problema; le persigue la justicia. Escucha al ángel y come del pan que se le presenta y, con esa fuerza, camina hasta el monte donde se reunirá con Dios. Nosotros también necesitamos de esos ángeles que nos dan los consejos de ir a la Eucaristía.

Nos presenta la primera lectura de la misa de hoy, a un Elías que acaba de realizar un gran milagro, pero que provoca la ira de la reina Jezabel.  La reina es una mujer muy poderosa y entonces él tiene que salir corriendo al desierto.

La escena de hoy, justamente, se presenta en el desierto y él va desanimado, no sabe qué hacer.  Llega a pedirle a Dios la muerte; le dice:

“Basta Señor, quítame la vida”

(1Rey 19, 4).

Se sentía en la desesperación.  No sabía cómo arreglar el problema en el que estaba.

Se queda dormido debajo de una retama y el ángel de Dios le despierta dos veces y le manda que coma y beba para que siga su camino.  El profeta encuentra pan y vino, come y se vuelve a dormir; le vuelve a despertar el ángel, vuelve a comer y sigue su camino hasta el monte donde se encontrará misteriosamente con Dios.

Es impresionante este juego: Elías, que ya no encuentra fuerzas, se ve con un desaliento completo, no sabe qué más hacer, encuentra su respuesta en un camino largo, tiene que ir a través de ese desierto.

PAN DE VIDA

Necesita fuerzas para caminar por ese desierto y es el ángel el que le enseña este misterioso pan.  El salmo, que también se lee en la misa, hace eco de esta situación que habrá sufrido el pueblo de Israel y, lleno de confianza en Dios, le alaba su cercanía.

Le dice:

“Bendigo al Señor en todo momento… Él me libró de todas mis ansias”.

Alude también al ángel, como el que atendió a Elías.  Dice:

“El ángel del Señor acampa en torno a sus fieles y los protege”,

para pasar luego a una afirmación más global:

“Si el afligido invoca al Señor, Él lo escucha

e invita a todos a la alabanza y a la confianza diciendo:

“gustad y ved qué bueno es el Señor”

(Sal 33).

Eso es lo que nos encontramos para entender luego el Evangelio del día, porque sigue la catequesis de Jesús sobre el pan de vida en la Sinagoga de Cafarnaúm.

Nos habla de la necesidad de ese pan y en la vida de todos nos pasa esto, que a veces nos damos cuenta de que nos quedamos sin fuerzas y que la desilusión puede ir cogiendo espacio o la desgana o que no vemos una solución clara, muchas veces, a nuestras mismas decisiones que han sido no tan brillantes y nos encontramos, tal vez, en esta situación más triste y el Señor utiliza los mismos medios.

Nos va llamando, a través del ángel, el ángel que no creo que se nos vaya a presentar todo lleno de alas y cosas… sino que el ángel a través de otras personas, a través de un consejo; a través de un audio (como el que estás escuchando en este instante).

JESÚS SE HACE OĪR

consejo

Y nos da ese consejo adicional (el consejo del ángel a Elías es clarísimo):

“come y bebe esto”

(1Rey 19, 5).

Y nosotros sabemos que para nuestro peregrinaje aquí en la tierra, para pasar por este desierto tan complicado, a veces, necesitamos de ese consejo que lo estás recibiendo en este instante: anda a la Eucaristía, ve, confiésate, comulga, utiliza ese Pan que necesitas para poder caminar en este desierto.

El Señor nos está esperando, Él es el Pan.

En el discurso Pan de vida, nos lo repite una y otra vez:

“Yo soy el Pan de vida”

(Jn 6, 35)

y va muy bien con la multiplicación de los panes, porque la gente que estaba en esa multiplicación de los panes, era gente que estaba afamada; o sea, que tenía mucha hambre, que habían pasado varios días con Jesús y que les tocaba volverse desde los descampados e iban a pasar mucha hambre.

El Señor les soluciona ese gran problema haciendo un milagro portentoso: la multiplicación de los panes para darnos, a nosotros también, esa lección de que para este camino necesitamos de ese Pan.

De ese Pan que nos da la vida; de ese Pan que nos ayuda a seguir caminando pese a los obstáculos que encontremos.  Obstáculos que, a veces, vienen de fuera como puede ser una cosa inesperada: una enfermedad, un ataque a la propia honra, un malentendido con alguien que se convierte luego en una frialdad que puede durar años y nosotros, de repente, nos encontramos con ese vacío y con esa necesidad del Señor.

VOLVER AL SEÑOR

Y es el Señor el que nos dice, a través del ángel, a través del consejo de un amigo, a través de una llamada de atención, a través de un audio (como lo he dicho ya) que volvamos a Él, que vayamos al Pan, que volvamos a la confesión y a la comunión.

Que ahí tendremos esa energía para seguir.  Porque, si se dan cuenta, no es que a Elías se le evita que luego siga caminando, no, no, no.  Él tiene que caminar cuarenta días y cuarenta noches, pero cuenta con una fuerza distinta.

Yo recuerdo cuando trabajaba en un colegio, que nos íbamos de paseo con la gente de quinto curso (de 17 años) e íbamos tres o cuatro profesores y sesenta galarifos.

Los chicos eran difíciles manejar y yo recuerdo que terminaba tan agotado que, cuando llegábamos por la noche a comer, yo me podía comer tres hamburguesas grandes con papas fritas.

Yo creo que jamás en mi vida he vuelto a ese nivel de tres o cuatro… o sea, una cosa… pero es que necesitaba energía después del despliegue que me exigían los chicos estos.

Necesitaba, de alguna forma, cubrir eso. (Supongo que volví un poco más gordito).  Pero bueno, el tema es que hay cosas que necesitan de mucha energía y nuestra energía sobrenatural, la sacamos a través de la Eucaristía.

NO DEJARSE VENCER

consejo

Algunos me podrían decir: pero yo me encuentro en una situación en la que no puedo recibir la Eucaristía.  Sí, efectivamente, divorciado y vuelto a casar, por ejemplo.

O una persona que vive en una situación que es un poco más complicada de pecado sin casarse o lo que sea, puede decir: “Bueno ¿y para mí? ¿Moriré de hambre entonces?

Y aquí ese consejo que también es como el consejo del ángel a Elías, de decirles: que no se dejen vencer por eso, que vayan a rezar al Santísimo Sacramento; que, aunque no lo puedas recibir, porque no lo puedes recibir, le adores, le pidas fuerza, le hagas compañía, porque ahí también sacarás la fuerza necesaria para seguir caminando en este desierto hasta encontrarte con el Señor.

La Iglesia no te cierra las puertas, ¡no! La Iglesia, más bien, te invita a que redobles tu vida de oración, te acerques con más fuerza, por supuesto

Y, para los que no están en ese caso, que se acerquen a la confesión y a la comunión, que no dejen de hacerlo, porque ahí está el consejo del ángel que nos dice que vayamos a Él, que tomemos ese Pan, que tomemos esa Sangre de Cristo para llegar a soportar ese paso por el desierto y llegar a Él, a Dios.

CREER

La aplicación del Pan de vida se hace hoy, en el sentido de la fe.  Si Cristo es el Pan que Dios envía a la humanidad para que sacie su hambre, es como la luz para que la ilumina; es el pastor para que la guía; es la puerta por donde se entra…

Nuestra primera respuesta debe ser creer.  Creer en Él como enviado de Dios y el que cree en Él, tendrá vida eterna.

Por eso, vamos a pedirle al Señor de corazón: “Señor, quiero creer más en Ti, quiero hacer caso al ángel para tomar este alimento que me ayude a seguir caminando, pese a cualquier limitación; pese a cualquier cosa que ahora me detenga.

Señor, ayúdame a seguir dando estos pasos para llegar a ganarme el Cielo, que es lo único que importa en la tierra”.

Ponemos estas intenciones en manos de nuestra Madre la Virgen.  Ella nos ayudará a escuchar esa voz del ángel en nuestros amigos, en nuestros parientes, en los audios, en donde sea… para que hagamos caso y nos acerquemos a recibir al Pan y seguir caminando en el desierto.


Citas Utilizadas

1Rey 19, 4-8

Sal 33

Ef 4, 30-5. 2

Jn 6, 41-51

Reflexiones

Señor, quiero creer más en Ti, quiero hacer caso al ángel para tomar este alimento que me ayude a seguir caminando, pese a cualquier limitación; pese a cualquier cosa que ahora me detenga.

Señor, ayúdame a seguir dando estos pasos para llegar a ganarme el Cielo, que es lo único que importa en la tierra.

Predicado por:

P. Juan Carlos

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