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P. Rafael

8 min

ESCUCHA LA MEDITACIÓN

OBRAS SON AMORES

Hoy nos toca escarmentar en cabeza ajena. Tres hombres dicen amar a Dios, pero su entrega no es completa. Por eso escuchan el reproche de Dios: obras son amores y no buenas razones.

JACULATORIAS

Hace noventa y un años, el joven Josemaría tendría unos 30 años y seguía con su lucha de amar cada vez más a Dios, una lucha que él mismo decía que había empezado desde muy pequeño, cuando empezó a barruntar el amor de Dios. Y se planteó un modo de encender ese fuego del amor a través de un truco muy sencillo. La verdad es que es muy sencillo, pero a mí parece que es una genialidad.

Concretamente, sabemos que el 16 de febrero de 1932 (hace noventa y un años) estaba dando la comunión a unas monjas de clausura en la iglesia de Santa Isabel en Madrid, y para no caer en el acostumbramiento y para aprovechar ese momento de la acción repetida de repartir la comunión a una y a otra y a otra, se decidió repetir internamente a Dios -a medida que se iban acercando cada una de las monjas a recibir el cuerpo de Cristo a través de la reja-, una frase muy bonita, muy sencilla, pero muy, muy bonita. Le decía al Señor: “Te quiero más que ésta… y que ésta… y que ésta…” haciendo referencia a las monjas, que eran unas santas mujeres, seguramente.

Es esa picardía santa que tanto ayuda a mantener el corazón encendido, la creatividad del amor. Es una medida creativa que la verdad es que a mí no se me hubiese ocurrido. Pero bueno, allí resulta que, en ese momento, san Josemaría, el joven Josemaría, escuchó un reproche claro del Cielo, un reproche más bien cariñoso, que le decía con claridad: “Obras son amores, y no buenas razones”.

AMAR CON OBRAS

Esto es un refrán (esto no es invención de san Josemaría), un refrán que viene a decir que en el amor conviene dar pruebas de eso que se siente, del afecto que se siente. Viene a decir que el amor, si es verdadero, se expresa con acciones más que con palabras. Sorprendentemente, esta frase incluso es el título de una obra de Lope de Vega, del Siglo de Oro español, y tiene un parecido asombroso con un texto de la Sagrada Escritura:

“Hijos, no amemos de palabra ni con la boca, sino con obras y de verdad.” (1Jn 3, 18).

Lo que escuchó san Josemaría, ese refrán popular, cuando le da la comunión a las monjas, “Obras son amores y no buenas razones”.

No es que san Josemaría estuviese haciendo algo malo. Siempre nos han recomendado hacer esto que estaba haciendo san Josemaría: nos han recomendado las jaculatorias. Las jaculatorias son frases cortas, frases encendidas de amor que le dirigimos a Dios o a nuestra Madre del Cielo. De hecho, algo que debería hacernos muchísima ilusión es bordar el día entero de jaculatorias, algo que no es precisamente fácil. Basta hacer la prueba. Mañana voy a intentar decirle todo el día muchas jaculatorias a la Virgen; vamos a hacer la prueba para que veamos que no es tan fácil.

Pero lo del episodio de san Josemaría nos recuerda que, por una parte, es verdad que puede ser difícil decirle a Dios “te amo” muchas veces durante el día, pero lo que sí es verdaderamente difícil es demostrar ese “te amo” con obras, pero vale totalmente la pena.

DEMOSTRAR EL AMOR CON HECHOS

Ojalá, Señor, tuviésemos una vida interior tan encendida que muchas veces durante el día el alma se nos vaya al Cielo y que podamos decirte muchas veces “te amo” … Eso es una cosa buenísima con la que tendremos que ilusionarnos, sin preocuparnos por sentirnos cursis, porque total, esa jaculatoria o la que se nos ocurra, queda solamente entre Tú y yo, entre la Virgen y yo.

¡Y NO SE VA A CASAR!

Podemos aprovechar también eso que llamaba san Josemaría las “industrias humanas” que son detalles sencillos del día a día que nos ayudan a decir jaculatorias, a darle gracias a Dios, a pedirle perdón por nuestras faltas, a pedirle ayuda.

Una industria humana puede ser, por ejemplo, cada vez que yo abra esta puerta o toque esta manija, pues le voy a decir un acto de amor al Señor. O yo, cada vez que encienda esta luz de mi casa o de la oficina, de donde sea, voy a decirle una jaculatoria a la Virgen. O cada vez que pase la llave para encender el carro, pues voy a decirle también una jaculatoria bonita. Eso son industrias humanas, y funcionan, y son buenas.

Pero como te decía, ojalá llegásemos a tener esa caldera del corazón con tanto fuego que nos salga muy fácil decirle al Señor durante el día “te amo”, muchas veces. Pero, aunque pueda costar, (más bien por descuido, la mayor parte de las veces es porque se nos ha olvidado) lo difícil no es tanto decirlo, sino demostrarlo.

JACULATORIAS QUE NOS ACERCAN

Es lo que vemos reflejado precisamente en el evangelio de hoy. Aquí hay tres ejemplos, que son tres personas que se sienten atraídas por esa llamada del Señor. Sienten la predilección y sienten el deseo, la intención de decir: “Sí, Señor, te voy a seguir”. Y que lo piensen y que lo digan es una cosa buenísima.

Pero resulta que sacan sus cuentas y se encuentran con que es fácil decir que sí, pero poner por obra con coherencia lo que decían, ya eso es otro cuento.

Y cuando uno a uno van poniendo excusas, van poniendo retardos a la entrega, excusas que son muy válidas: la familia, un negocio pendiente o una excusa muy buena que es que yo tengo que tener cierta seguridad, cierta tranquilidad antes de decir que sí… Y uno a uno va escuchando las palabras del Señor, que son durísimas. Es como si Jesús les dijese: “pues ¿sabes qué? si es así, no me sirve”.

CON PALABRAS Y CON LAS OBRAS

Uno a uno van a recibiendo esa respuesta de Jesús: “Las zorras tienen sus madrigueras, y los pájaros del cielo tienen nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde reclinar la cabeza [Es decir, confía…] … Deja que los muertos entierren a sus muertos [Tú sígueme y confía] … Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás, vale para el Reino de Dios” [Tú sígueme]. (Lc 9, 58-62).

Y también a nosotros, Tú Señor nos llamas a seguirte muchas veces durante el día, y el motor de ese seguimiento ha de ser el amor, porque si no, pues no sirve. Si no es así, tarde o temprano escucharemos lo que escucharon estas tres personas: que un amor a medias es falso, no existe, no sirve; a Dios no le funciona.

Las tres respuestas de Jesús son muy duras, son distintas entre sí, pero se podrán resumir en eso que escuchó san Josemaría: “Obras son amores, y no buenas razones”. No me digas que me amas, no me digas que me quieres, no me digas que me vas a seguir si después no lo manifiestas.

COHERENCIA

Las respuestas del Señor son duras, es verdad. Pero de nuevo, es como si Jesús le dijera a ellos y a nosotros: “decir que me seguirás, o decir que me amas es buenísimo, no es suficiente, porque obras son amores y no buenas razones”.

Y por eso me parece a mí que, tras estas respuestas que en apariencia son muy crueles, muy duras, en realidad lo que hay detrás es una invitación a amar con todo, nada a medias. Es una invitación a la coherencia.

Yo creo que cada uno de nosotros tiene más o menos claro en qué aspecto de nuestra vida Dios nos está llamando y nos hace falta terminar de entregar el cheque en blanco. Hace falta ser muy sinceros, hace falta ser muy humildes. Necesitamos la ayuda de Dios para ver con claridad y sin miedo qué es lo que nos falta por entregar.

Capaz nos falta entregar totalmente nuestro tiempo, o puede ser también terminar de entregar un vicio que no terminamos de soltar,  puede ser también una virtud que no nos decidimos a adquirir,  algún sentimiento desordenado en nuestro corazón,  el temor a complicarme la vida si le digo que sí a Dios en esto concreto, tambien puede ser terminar de perdonar a alguien por una ofensa del pasado… Qué es lo que le falta a este cheque para que sea de verdad un cheque en blanco en las manos de Dios, el cheque de mi vida.

QUE TE VEA EN LAS CRUCES DE MI VIDA

Aprovechando el evangelio de hoy, podemos renovar en estos minutos de oración esos buenos deseos de corresponder al amor de Dios. Digámosle muchas veces durante el día que le amamos, porque es bueno decírselo, pero recordemos también en qué cosas le hemos puesto condiciones a ese amor.

¿En qué te hemos dicho Señor: te voy a dar lo que quieras de mi vida, todo menos esto? ¿O te seguiré donde vayas? eso sí, menos al Gólgota, menos al Calvario, porque no quiero encontrarme con la cruz de la enfermedad,  o de la paciencia a una persona que no me cae especialmente bien.

Tambien puede ser ¿a la cruz de verme humillado al perdonar a alguien definitivamente”? ¿En qué me ha faltado fe para ver que la decisión más inteligente que puedo tomar en mi vida es confiar plenamente en la sabiduría divina, esa sabiduría que me sigue llamando hoy a su lado?

Por eso, digámosle ahora: “Señor, como te amo, aquí está el cheque en blanco de mi vida. Es verdad, me tiembla el pulso al entregártelo, pero sé que después vendrá la paz, esa paz de quien está totalmente en tus manos”. Esta es una decisión, no es para nada cursi, es una decisión recia, una decisión viril que solamente un alma fuerte, un alma acrisolada en el amor puede tomar.

No nos queremos quedar en promesas personales. No nos interesa alejarnos de ti, Señor, tristes como aquel joven rico que estaba lleno de buenas intenciones, pero su corazón estaba dividido y por eso no te lo pudo entregar por completo. Esa es la razón de su tristeza.

Queremos que nuestra vida sea plena, una vida con sentido y solo vale la pena vivir si se está dispuesto a amar de verdad, amar con obras.


Citas Utilizadas

Zac 8, 20-23

Sal 86

Lc 9, 57-62

Reflexiones

Señor, que sepa decirte siempre SI con el corazón y con mi actuar.

Predicado por:

P. Rafael

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