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P. Juan Carlos

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6 min

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OBEDIENCIA QUE NO ESTÁ DE MODA

La obediencia ha sido una de esas virtudes que no han resistido el paso del tiempo ni la revisión crítica y secularizadora.

Dice el Evangelio que la Iglesia nos propone el día de hoy, del rey Herodes, que oye hablar de Jesucristo:

“… porque su fama se había extendido por todas partes y algunos decían: “Juan el Bautista ha resucitado y por eso se manifiestan en él poderes milagrosos”. Otros afirmaban: “Es Elías”; y otros: “Es un profeta como los antiguos”.

Pero Herodes al oír todo esto decía: “Este hombre es Juan a quien yo mandé a decapitar y ha resucitado””

(Mc 6, 14-16).

Herodes se pone nervioso por los milagros que hace Jesús, porque había cometido un grave atropello al matar al primo del Señor -a san Juan Bautista.

Hoy no me gustaría hablar de Herodes, ni de otras cosas, sino que me gustaría que hablemos con el Señor de la figura, justamente, de san Juan Bautista, porque realmente es de las figuras más fascinantes en todo el Evangelio.

Él recibe una misión bastante difícil de aceptar.  Eso quiere decir que tiene que ser el precursor.

Dirá Jesús que

“es el hombre más grande nacido de mujer”

(Lc 7, 28).

Y es que, efectivamente, su misión, su vocación, le llevó a ser un hombre de mucha fama; a vivir de forma espartana como decimos o de forma dura.

Vivía en el desierto, comía langostas, estaba vestido de piel de camello… o sea, una forma bastante básica o rupestre de vivir, de comer y de existir -digamos.

SAN JUAN BAUTISTA

obediencia

A él se le pide luego que empiece a hablar de este bautismo de conversión y venían muchísimos a convertirse.

Este hombre hace todas estas cosas porque esa es su misión, esa es su vocación y él es obediente. Obedece a esas inspiraciones que tiene en el corazón y que Dios se va presentando en su vida de distintas formas.

Algunas veces, como al final de su vida, tal vez dudará y manda un par de discípulos para que le pregunten a Jesús si efectivamente es él el Mesías al que esperaban; y otras veces hará las cosas más bien súper efectivo.

Les dice a sus discípulos propios:

“Este es el Cordero de Dios”

(Jn 1, 29)

y señala a Jesucristo.  Y no solo eso, sino que parte de sus propios discípulos se van con Jesús.  Entonces dirá:

“Es necesario que Él crezca y que yo disminuya”

(Jn 3, 30).

Estas cosas, ¿por qué las dice? Porque él va percibiendo que Dios se lo va haciendo crecer en su corazón; es un hombre que vive de la obediencia.

Ahora decir obediencia es como hablar de robots o de cosas que no funcionan.  La obediencia está desprestigiada.

A veces tenemos en la cabeza esas cosas que pasaba en el medio evo de que les mandaban a los monjes barrer escaleras de abajo hacia arriba para que así aprendieran a obedecer… es ridículo hacer eso.

La obediencia no es eso.  No es hacer cosas que un superior manda y uno solo tiene que cumplir porque no puede hacer nada más.

La obediencia es el reconocimiento de que hemos salido de las manos de Dios y de que, por tanto, nuestro centro de realización está fuera de nosotros y, por eso, para madurar personalmente, tenemos que estar abiertos de forma activa a la voluntad del que nos hizo; el que cuida nuestro crecimiento.

UN ACOMPAÑANTE ESPIRITUAL

Por eso, esa aventura de recorrer nuestro camino espiritual, según el plan amoroso que Dios tiene para cada uno, es demasiado importante para dejarla exclusivamente en nuestras propias luces y decisiones.

Para eso contamos a veces con un director espiritual, un acompañante espiritual y por eso leemos y nos informamos, escuchamos estos mismos audios que de repente te dan unas luces y te ayudan a ser mejor y escuchar la voz de Dios. ¡Claro! Eso es justamente obedecer.

La gente que me conoce a mí sabe que me gusta el vino (sin excederse por supuesto) y algunos vinos en concreto y si alguien quiere tener un buen detalle conmigo, algo que realmente me agrada, me regala una buena botella de vino.

La gente que me conoce lo sabe y lo hace y yo… súper contento.

¿Pero sabes que a Dios también hay una cosa que le gusta, una cosa que le enamora? Es eso: la obediencia.  Lo dice Él mismo, no me lo estoy inventando yo.  Dice:

“Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor”

Y continúa:

“Así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor”

(Jn 14, 15).

¡Está clarísimo!

“A ustedes les llamo amigos porque les he dicho todo y porque guardan mis palabras”

(Jn 15, 15).

Tú y yo tenemos que estar en esto.  “Por eso Señor, queremos obedecerte, queremos guardar tus mandamientos, cumplir las cosas que nos pides”:

“Amar a Dios sobre todas las cosas.  No tomar el Nombre de Dios en vano. Santificarás las fiestas…”

(Dt 5, 1-29).

Santificar las fiestas…hay que ir a misa el domingo.  Alguien que escucha estos audios todos los días y se siente una buena persona, pero deja de ir a misa los domingos… como que falta algo; como que le tiene que dar un paso más, porque esto es parte, pero no es todo.

ESCUCHAR LA VOZ DE DIOS

obediencia

Y para ir escuchando la voluntad de Dios tenemos que irnos abriendo a su gracia y encontrar en su Palabra y, sobre todo, en sus sacramentos, esa fuerza para aprender a vivir cristianamente en todo.

Empleemos el discernimiento, por supuesto, pero escuchemos la Voz de Dios.

El Señor es súper claro, tenemos que cumplir sus mandamientos.

Podríamos decir: “y entonces ¿cómo podemos vivir la virtud de la obediencia?” Mira la doctrina sobre cómo hemos de vivir la virtud, la encontramos en la vida de Cristo.

Tiene dos biografías maravillosas: La primera, que aparece al inicio del Evangelio: Les estaba sujeto, después del Niño perdido y hallado en el Templo, vuelve Jesús y siempre obedeció a José y a María.  ¡Una biografía fabulosa!

Luego: obedeció hasta la muerte y muerte de Cruz.

Jesús nos da ejemplo claro de cómo tenemos que vivir esta virtud.

“Señor, que yo aprenda a vivir la virtud de la obediencia y estas cosas que tú pones en mi corazón que sé que son tu voluntad; que sepa yo hacer la mía.

Y cuando me doy cuenta de que tengo que ser más delicado con esa persona o que no tengo que enfurecerme con rapidez o que tengo que volver a hacer las paces con esos de más allá, portarme misericordioso y atender a esas personas que tal vez me hicieron daño en el pasado.

Señor, que viva eso porque sé que es agradable a Ti, porque Tú me estás pidiendo eso y así te obedezco”.

OBEDIENCIA REDENTORA

Fíjate, la desobediencia fue la causa de que entre el pecado en el mundo.  Adán y Eva fueron desobedientes porque no siguieron la regla de Dios de no comer del fruto y ahí está…

Jesucristo nos enseña que la obediencia redentora comienza por aceptar todo.

“Señor, si es posible que pase de mí este cáliz, pero hágase tu voluntad”

(Mt 26, 39).

Eso es seguir la voluntad de Dios.

“Señor Jesús, enséñame a ser obediente como Tú.  Que nosotros busquemos, como Tú has dicho, esa unión con Dios, con la vid y los sarmientos.
Que nos demos cuenta de que un sarmiento separado de la vid no es nada, no puede dar frutos, se queda en palitroques, palitos secos que solo sirven para el fuego.

Señor, que volvamos a Ti, que queramos estar unidos a la cabeza, al Papa, por ejemplo.  Eso es estar unido a la cabeza y los que seguimos al Papa no le criticamos e intentamos hacer las cosas, aunque no entendamos todo.

Eso es estar unido a la cabeza y eso es estar unido a la vid y eso es también una forma de seguir siendo Iglesia y de ser obedientes a Dios.

Señor Jesús, danos esa capacidad de saber escuchar la Voz de Dios en el corazón; de buscar a alguien que nos ayude a guiarnos, un acompañante espiritual.  Que escuchemos y que tengamos esa fuerza para cumplir la voluntad de Dios en nuestras vidas.

Que no desesperemos, sino que nos esforcemos por encontrar qué es lo que Tú quieres, qué es lo que Dios Padre quiere en la vida de cada uno”.  Así lo hizo la Virgen María, que muchas veces no entendía las cosas.

Ayer en la fiesta de La Presentación, ella escucha a Simeón que le dice:

“Y a ti, una espada traspasará tu alma”

(Lc 2, 35)

y no entendió,

“pero guardaba todas esas cosas meditándolas en su corazón”

(Lc 2, 19).

“Señor, que cuando no entendamos algo, hagamos como la Virgen: que lo guardemos y aceptemos siempre tu voluntad”.


Citas Utilizadas

Hb 13, 1-8
Sal 26
Mc 6, 14-29
Mt 26, 39

Jn 1, 29. 3, 30. 14, 15. 15, 15

Lc 2, 19. 35. 7, 28

Reflexiones

Señor, que yo aprenda a vivir la virtud de la obediencia y estas cosas que tú pones en mi corazón que sé que son tu voluntad.

Predicado por:

P. Juan Carlos

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