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P. Santiago

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MIRADA DISTORSIONADA DE DIOS

La imagen con la que Jesús habla de su Padre hoy en el Evangelio, es terrible. Un juez inicuo que no le importan los hombres. A él acude una viuda desesperada a pedir justicia.  Para que no lo moleste más, termina por concederle lo que quiere. La reflexión que podemos hacer de este Evangelio es que así tengamos esta mirada distorsionada de Dios, debemos orar siempre, sin desfallecer.

San Lucas es el evangelista que señala con más interés la vida de oración de Jesús.

En el evangelio de San Lucas, Jesús siempre está haciendo oración, hace oración en la cruz, hace oración en Getsemaní, en el huerto de los olivos, hace oración antes del bautismo, en la Transfiguración, antes de elegir a los doce, en la prueba, en la alegría, en todo tiempo está haciendo oración Jesús.

Por eso, leer el Evangelio de san Lucas es siempre ver a Jesús rezando.  Hoy es uno de esos días, el Evangelio de la misa de hoy nos dice:

“Jesús dijo a sus discípulos una parábola para enseñarles que es necesario orar siempre sin desfallecer”.

Interesante el “sin desfallecer”.   ¿Será que Tú Jesús quieres que ya me vaya a una capilla de adoración perpetua y permanecer allí toda la mañana o toda la tarde toda la noche? Quizá no.  Quizá Jesús quiere que yo permanezca en oración a lo largo del día, en las diferentes ocupaciones de cada día, pero sin desfallecer.

Sigamos con el Evangelio:

“Había un juez en la ciudad que ni temía a Dios, ni le importaban los hombres”.

Lo que quiere decir, que este hombre era un ateo que despreciaba a los demás.  No sé si hay una descripción peor de alguien, no sé si se pueda decir algo peor de alguien: un ateo que desprecia a los demás, un tipo que no cree ni en Dios ni en los demás.

 “En aquella ciudad había una viuda que solía ir a decirle: «!Hazme justicia frente a mi adversario!»

Por algún tiempo se estuvo negando, pero después se dijo a sí mismo: «aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está molestando le voy a hacer justicia, no sea que siga viniendo a cada momento a importunarme»”

(Lc 18, 1-5).

TODOS PUEDEN HACER ORACIÓN

Señor tengo que decirte algo: esta es quizá la imagen más distorsionada que una persona puede tener de Ti y es precisamente de esto de lo que se trata el Evangelio de hoy.

Jesús nos quiere decir también que las personas que tienen esta imagen de Dios pueden rezar, pueden hacer oración.

Yo pensaría que no es posible; que primero necesito rectificar la imagen de Dios para rezar, para hacer oración.  Esa es la mejor actitud que podemos tener para hacer oración.

Pero Jesús dice: ¡No! Así una persona piense que el juez es inicuo, que es un mal juez, así tenga una imagen distorsionada de Dios, puede rezar.

Se podría pensar también que para hacer oración debo tener unas características puntuales del lugar, del tiempo, un espacio determinado…

Siempre recuerdo esa anécdota que quizá alguna vez te he contado de la señora que le tira tierra a una imagen de la Virgen en un hospital y llaman al capellán de la clínica y el capellán viene inmediatamente y le dice a las personas: ¡déjenla, está rezando!

Quizá no está rezando de la manera más adecuada, pero está rezando. ¿A quién le tira uno tierra, a un amigo o a un enemigo?

LA ORACIÓN VERDADERA ES CONSTANTE Y FIEL

fidelidad

Hoy el Evangelio nos habla de una imagen de Dios como un enemigo; no como un amigo, sino como un juez inicuo.

Jesús, mientras preparaba este ratico de oración, pensaba también en otras miradas distorsionadas tuyas.  Por ejemplo, los discípulos de Emaús no te reconocen pero te reconocen el partir del pan; María Magdalena, una vez has resucitado, tampoco te reconoce hasta que Tú le llamas: “María”.

¡Esa es la oración! Aunque no tengamos una imagen clara de Dios, distorsionada, tenemos que hacer oración, hasta escuchar nuestro nombre.  Esa es la oración, saber que Jesús, el mismo que se apareció a María Magdalena, está a mi lado y yo soy su hijo y arde mi corazón también, como decían los discípulos de Emaús:

“¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba en el camino…?”

(Lc 24, 32).

Hagamos oración, sabiendo que la insistencia en la oración, la perseverancia, cambiará realmente esa actitud con la que miramos a Dios.

Realmente Jesús no debe haber en este mundo ninguna cosa que nos impida hacer oración, ninguna.

«El Señor añadió: «Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios ¿no hará justicia a sus elegidos que claman ante Él día y noche?

Os digo que os hará justicia sin tardar, pero cuando venga el Hijo del Hombre ¿encontrará esta fe en la tierra?”

(Lc 18, 6-8)

Cuando vuelva, encontraré gente que todavía esté rezando así, con esa insistencia, con esa perseverancia.

La oración verdadera es constante, fiel, no cesa nunca.

FIDELIDAD

Por eso Jesús ahora que estamos justo celebrando cuatro años de hacer cada día un rato de oración, más concretamente 10 minutos, me atrevería a decir que el fruto es el que Tú quieres.

Porque ¿cuál es el fruto que Dios quiere de nuestra oración? Fidelidad, perseverancia.

La pregunta que hoy nos podemos hacer es: ¿He pasado en estos años a llamar a Dios del tú? ¿A tutear a Dios?

Eso es algo que vamos haciendo poco a poco; una también de las gracias de la oración es “llamar a Dios del tú”.

Estamos ahora con la mirada distorsionada de Dios, el secreto de la oración, por eso no será la sensación, es que yo me transformo en la oración, porque tengo un tipo de sensibilidad o de sensación.

El secreto de la oración es la fidelidad, no es que cada día efectivamente se concreten los propósitos, afectos, inspiraciones sino la fidelidad, la constancia, la perseverancia.

Y alguno podría decir: ¿Cómo aprendo a hacer oración? Haciéndola.

Estos años de “10 min con Jesús”, ¡Cuánto bien nos han hecho! Le damos gracias a Dios.  Yo, personalmente, debo darte gracias Jesús, por la familiaridad con el Evangelio.  Cómo disfruto cada semana preparando estos ratos de oración, fijándome sobre todo y especialmente en el Evangelio.

También dar gracias por poder dedicar a la oración un espacio, un tiempo, un lugar.  También hemos aprendido eso, hemos aprendido a buscar el momento  preciso para hacer oración.

Por eso, el propósito de este ratico de oración me parece que puede ser ese: pedirle al Señor fidelidad y así descubriremos que Jesús está a nuestro lado y está siempre a nuestro lado.

¿CUÁL ES EL SECRETO DE JESÚS?

Jesús haciendo oración

La oración, su intimidad con el Padre y ¿será también nuestro secreto? La oración será el secreto para que cambie nuestra vida cada día, para que se calme nuestra manera de ver y razonar sobre las cosas

El secreto que nos propone un camino cuando no vemos una salida clara, cuando se nos da una oportunidad más, cuando pensamos que ya no hay nada que hacer; el secreto que fortalece nuestra esperanza cuando estamos desesperados.

La oración, Señor, ese es el secreto que nos devuelve la capacidad de amar intensamente cada día, que nos enciende cuando estamos fríos.  La oración, que sea para nosotros como esa lluvia que cae sobre el terreno y hace fructificar todo.

Por eso perseverancia, fidelidad, hacer oración incesantemente, para que podamos decir: yo no puedo vivir sin la oración, la oración es la cosa más urgente de mi vida, todo lo demás puede esperar.

Y como Jesús, Tú nos pides que oremos sin desfallecer, hoy vamos a pedirte especialmente por Ucrania, porque hoy es la fiesta de San Josafat obispo y mártir, que es precisamente un santo que nació en Ucrania.

Vamos a pedirle a San Josafat por la paz en su pueblo y ya que trabajó infatigablemente por la unidad de la Iglesia, rezamos también por esa misma unidad.

Acudimos a Nuestra Madre Santa María.


Citas Utilizadas

3 Jn 5-8

Sal 111

Lc 18, 1-8

Reflexiones

Señor mío, ayúdame a hacer oración sin desfallecer, con fidelidad, perseverancia y constancia, siempre, porque es la cosa más urgente de mi vida.

 

Predicado por:

P. Santiago

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