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P. Daniel

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ME ABANDONO EN TI

Jesús nos revela dónde se encuentra la auténtica felicidad: ser pobres de espíritu.  Confianza total en el Amor del Padre por sus hijos.

PROMESAS MESIÁNICAS

San Mateo escribe su Evangelio para los cristianos provenientes del judaísmo, por eso se llama también:

“El Evangelio del cumplimiento de las promesas mesiánicas”.

Como lógico los judíos conocían la Biblia y esos textos mesiánicos van a adquirir toda su fuerza toda esa luz en la Persona Humana Divina de Jesucristo, en Jesús de Nazaret. 

Y por eso el estructura su Evangelio en  5 grandes discursos, estableciendo un paralelismo con Moisés quién escribió el Pentateuco; los 5 primeros libros de la Biblia.

Y el primero de estos discursos es el que leemos hoy, tomado del capítulo quinto

“En aquel tiempo al ver  Jesús al gentío subió al monte y se sentó y se acercaron sus discípulos y abriendo su boca les enseñaba diciendo:”.

(Mt 5, 1-2)

Todo esto claramente es una contextualización de quién va a sentar cátedra, va a transmitir una enseñanza fundamental y viene a continuación la ley de Jesús, las bienaventuranzas, que es un reflejo del corazón mismo de Cristo.

Bienaventurados los pobres de espíritu, los mansos, los que lloran, bienaventurados los limpios de corazón, los que tienen hambre y sed de justicia». 

Bueno quién otro sino Jesús, es pobre de espíritu, manso, libre, puro, misericordioso.

Pero también es un relato o una definición del corazón de cada uno de nosotros, por obra del Espíritu Santo y por la propia lucha personal, con sus más y sus menos, avances y retrocesos, podemos aprender a ser pobres de espíritu, mansos de corazón,  aprender a llorar por las cosas que vale la pena llorar y así ser consolados por Dios.

 PROGRAMA DE LA FELICIDAD

Felicidad

Y seremos siempre como dice cada una de estas bienaventuranzas, ¡Felices!

Este es el programa de la felicidad, que Jesús nos propone, y es una felicidad contra intuitiva porque en principio pensamos que seremos felices en la medida que poseemos bienes materiales, en la medida en que dominamos a los demás, en la medida que no tenemos motivos para llorar, en que no experimentamos hambre, ni sed, etc o que nos damos gusto y placer en todas las cosas sensibles.

 El programa de Jesús es contra intuitivo, la felicidad donde no se espera.

 Y quiero comentar en este ratito de oración, en la presencia del Señor, la primera de todas: Bienaventurados los pobres de espíritu porque de ellos es el Reino de los Cielos.

¿Qué significa ser pobre de espíritu?.  Mirando a Jesús aprendemos a ser hijos que confían plenamente en el Amor del Padre, esa es la primera pobreza, que es a su vez una magnífica riqueza. 

Ser pobres significa aceptar nuestra vida y no pretender dominarla, y controlarla.   Hoy  una de las enfermedades más expandidas en el hombre moderno, querer controlarlo todo, planificarlo todo, decidirlo todo, someter por completo la realidad a la voluntad propia y cosa que es imposible y además causa de mucho estrés y angustia, incluso decepción.

Hay que pensar que las situaciones que más nos hacen crecer, son precisamente las que no dominamos, porque cuando no podemos cambiar las circunstancias exteriores, afrontamos un reto espiritual, que es cambiarnos a nosotros mismos, crecer en las virtudes; humildad, paciencia, confianza en Dios.

Seguridad de que siempre el Señor nos acompaña y que no hay dificultad, que no sea conducible al Bien.

Entonces esa pretensión de dominio, de planificación, nos empobrece, en cambio, el pobre, el alma de pobre, confía.

BIENAVENTURADOS LOS POBRES DE ESPÍRITU

Ser pobre significa: abandonarse, dejarse llevar, dejarse conducir llenos de  confianza en el amor de Dios a sus hijos y esto se demuestra especialmente en los momentos de prueba.

Seguro que todos ustedes y yo hemos pasado por pruebas en la vida, quizás tú estás pasando la prueba especialmente dura, es el momento de decir: “Señor soy pobre, me fio de Ti, me abandono en ti, acepto la realidad de mi vida y desde esta aceptación quiero construir mi santidad.

Más bien dejar que Dios construya mi santidad, no rebelarse, sino aceptar,  pasar de la sabiduría humana que nos lleva a pensar equivocadamente que somos felices de la medida que las circunstancias que nos rodean son favorables, a esta otra, a la sabiduría misteriosa de Dios, que nos lleva a decir: “Señor lo quieres,  yo también lo quiero”

LO QUIERES SEÑOR, YO TAMBIÉN LO QUIERO

Esa oración tan densa, preciosa, experimentada de San Josemaría: “Lo quieres Señor, yo también lo quiero” esa es pobreza de espíritu de la que nos habla Jesús y que lógicamente es causa de una profunda felicidad, aunque suframos se puede ser feliz sufriendo y la respuesta es sí.

Es más tenemos que aprender a ejercer nuestra libertad, precisamente en cosas que nos cuestan, es decir, quiero vivir esto como Dios espera que lo viva, siempre contando con su gracia.

Cuando renunciamos a pretender dominar la vida y  pasamos a esta otra lógica y dejamos que el Señor, digamos, nos guíe, nos lleve y acojamos la vida tal como se nos presenta cada día, entonces va adquiriendo sentido.

 El descanso en las manos de Dios, es el hijo, la hija, que con alma de pobre confía en el amor de Dios por ella, 

“Quien pretenda guardar su vida la perderá y quien la pierda, la conservará” 

(Mt 16, 25)

Pidámosle al Señor que nos enseñe, nos ayude a abandonarnos, a confiar plenamente su amor providente, a no pretender ser nosotros los que controlen el futuro y sometan de alguna manera el presente a los propios intereses sino más bien vivir  santamente la vida tal como se nos presenta.

IMITEMOS A NUESTRA MADRE SANTÍSIMA

Un ejemplo precioso de lo que estamos hablando es María Santísima, ella se pregunta por la voluntad de Dios y luego se decide absolutamente a llevarla a cabo, a cumplirla fidelísima mente y por eso Bienaventurada me llamarán todas las generaciones.

 La Virgen como nadie, tuvo alma de pobre.

 

 

 


Citas Utilizadas

2 Corintios 1, 1-7

Salmo 33

Mateo 5, 1-12

Mateo 16, 25

Reflexiones

Señor mío, Dios mío, me abandono en Ti y en tu Santa Voluntad. Lo quieres Señor, yo también lo quiero.

 

Predicado por:

P. Daniel

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