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P. Neptalí

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LA MISERICORDIA DIVINA

Aprender del Señor a practicar la misericordia

Hoy leeremos el Evangelio de san Lucas donde nos cuenta que:

«En aquel tiempo un fariseo rogaba a Jesús para que fuera a comer con él. Jesús, entrando en casa del fariseo se recostó a la mesa. Y entonces una mujer pecadora que había en la ciudad, al enterarse de que estaba recostado a la mesa en casa del fariseo, llevó un frasco de alabastro con perfume y por detrás, se puso a sus pies llorando; y comenzó a bañarle los pies con sus lágrimas y los enjugaba con sus cabellos, los besaba y los ungía con el perfume. Al ver esto el fariseo que le había invitado se decía: si éste fuera profeta, sabría con certeza quién y qué clase de mujer es la que le toca: que es una pecadora.  

Jesús tomó la palabra y le dijo: Simón, tengo que decirte una cosa. Y él contestó: Maestro, di. 

 Un prestamista tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios y otro cincuenta.  Como ellos no tenían con qué pagar, se lo perdonó a los dos. ¿Cuál de ellos le amará más?  Supongo que aquel a quien perdonó más, contestó Simón.  Has juzgado con rectitud.  

Y vuelto hacia la mujer le dijo a Simón: ¿Ves a esta mujer?  Entré en tu casa y no me diste agua para los pies.  Ella en cambio, me ha bañado los pies con sus lágrimas y me los ha enjugado con sus cabellos.  No me diste el beso, pero ella, desde que entré, no ha dejado de besar mis pies.  No has ungido mi cabeza con aceite, ella en cambio ha ungido mis pies con perfume.  Por eso te digo: le son perdonados sus muchos pecados, porque ha amado mucho. Aquel a quien menos se perdona, menos ama.

Entonces le dijo a ella: Tus pecados quedan perdonados. Y los convidados comenzaron a decir entre sí: ¿Quién es éste que hasta perdona los pecados?

Él le dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado; vete en paz.

(Lc 7, 36-50).

SIMÓN EL FARISEO

Podemos imaginar un poco esta escena, sabiendo que los invitados se ponían a la mesa apoyados sobre sus brazos en pequeños como divanes. De forma que los pies quedaban como retirados hacia atrás, y que también eran deberes de cortesía, para con un huésped o un invitado, darle el beso de bienvenida, ofrecerle agua para lavar los pies, perfume con qué ungirse.

Y esto es lo que Simón el fariseo, que había invitado al Señor -y seguramente sería un gran banquete-, pues no tuvo esos detalles de cortesía.

Y no solamente eso, sino que piensa:

“Si este fuese un profeta”,

imagina,

“sabría quién es y qué tal es la mujer”.

Bueno el Señor no solamente sabe quién era la mujer, sino que sabe también quién era él. Y por eso le hizo esa comparación que hemos mencionado anteriormente. 

JESUS BUSCA NUESTRO CARIÑO, NUESTROS DETALLES

Jesús lee sus pensamientos, los tuyos, los míos… y son varias cosas lo que nos enseña Cristo en esta breve narración de los deudores.

En primer lugar, su Divinidad y el poder de perdonar los pecados. Después el mérito del amor de la pecadora, y la desatención que encierran los descuidos de Simón, que ha omitido en el trato con Jesús. Esos detalles de urbanidad que se solían tener con los invitados. 

El Señor no busca esos detalles por el valor que en sí tienen, sino por el cariño que ellos expresan. Y por eso se vuelve esa falta de atención de Simón el fariseo.

El Señor era muy hombre, era Dios y Hombre verdadero. Y como Hombre, pues hecha en falta también esos detalles de cariño, como lo echaríamos en falta tú y yo, como cualquier otra persona. 

El Señor está en las cosas pequeñas, en las cosas de cortesía, de delicadezas humanas. En este caso, el fariseo fue incapaz de manifestarle la verdadera justicia que la veía el fariseo: ser justo con aquella pecadora. 

Pero la verdadera justicia desde un Padre de la Iglesia tiene compasión… la verdadera justicia tiene compasión; en cambio, la falsa se indigna.

MISERICORDIA Y CARIDAD

MISERICORDIA DIVINA

El Papa Francisco ha comentado mucho, ha hablado mucho sobre la misericordia. En una de sus palabras dice que: “La misericordia excede la justicia, y lo hace saber, y lo hace sentir. Queda implicado uno con el otro a dignificar y esto es decisivo, no se debe olvidar”. Decía: “La misericordia da dignidad, la misericordia eleva a aquel hacia el que uno se abaja, y vuelve pares a los dos: al misericordioso y al misericordiado”. 

Como a la pecadora del Evangelio, a la cual se le perdonó mucho, porque amó mucho y había pecado mucho.  

La misericordia es imprescindible para convivir, porque está últimamente unida a la caridad. 

EL SEÑOR NOS DIO CONSEJO…

“Sed misericordioso como su Padre es misericordioso”

(Lc 6, 36).  

Pone como ejemplo y modelo al mismo Dios. Misericordia que significa tener un corazón compasivo al ver la miseria del otro. Ser misericordioso no consiste en un mero sentimiento o una disposición así momentánea o fugaz ante el dolor o sufrimiento de otro. Es una forma de vivir entre los demás, reconociéndoles como lo que son: como personas que necesitan ser acogidas, comprendidas, que siempre desean ser tratadas con afectos, aceptadas tal como son.  

El Señor conocía a fondo los corazones y sabe cuál eran los sufrimientos de cada uno, y no pasó en su vida terrena, nunca indiferente.  

La compasión amada del Señor era siempre activa, siempre diligente, siempre llegaba a tiempo. La misericordia de Dios es nuestra posibilidad de salvarnos, su perdón es recurso ante nuestros errores y nuestros pecados. 

¿QUÉ SERÍA DE NOSOTROS SI DIOS NO FUESE MISERICORDIOSO?  

MISERICORDIA DIVINA

Bueno, eso es lo que nos pide el Señor, también a ti y a mí como Él: se trata de mirar a todos como aquello que son: ¡Hijos de Dios, hombres y mujeres que tienen almas humanas que Él ha querido crear y que les quiere!

Son personas a las que Jesús ha salido a buscar porque estaban perdidas entre las mil complejidades de la vida.

La vida es muy compleja y evidentemente, la realidad y la experiencia nos dice que los hombres, pues no somos misericordiosos de modo natural, en absoluto. Es una tentación frecuente reaccionar como lo hizo Simón el fariseo.  

Ante el mal, el mal explícito, reaccionar pues críticamente, cuando no con cierta violencia, culpar a su autor sin apenas tener una reflexión, sin considerar algún atenuante. 

Y lo peor del caso es que hay gente buena que piensa que esto es lo que debe ser, que esto es justo. No se ponen a pensar que existen muchas circunstancias que ignoramos, y una gran cantidad de factores que, sin restar digamos así, maldad a las acciones en sí mismas, merecen atención antes de concluir en un juicio feroz o en un castigo.

Bueno, vamos a pedirle a la Virgen que seamos un poco mas misericordiosos, especialmente con las personas que tenemos cerca…  ¡las personas que tenemos más cerca!.  Que Ella que es Madre de la Misericordia, seguro que nos lo concederá. Si le pedimos tú y yo de verdad luchar por alcanzar esa buena virtud.

 


Citas Utilizadas

1Cor 15, 1-11

Sal 117

Lc 7, 36-50

 

Reflexiones

Dios mío ayúdame a no juzgar al prójimo, sino a comprenderlo.

Predicado por:

P. Neptalí

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