< Regresar a Meditaciones

P. Juan

5 min

ESCUCHA LA MEDITACIÓN

HOY Y AHORA

No tenemos que esperar a un evento espectacular para estar en el Reino de Dios, el reino está ya en medio de nosotros.

Tengo un amigo que intentó, más de una vez, escalar una montaña; fue tres veces, en concreto, pero no consiguió nunca llegar a la cima. De hecho, no consiguió hacer la expedición, porque parece que, para subir esa montaña se tienen que dar unas condiciones climáticas que les llaman como “una ventana que se abra”, que te permita hacer la expedición y si no, es muy peligroso hacerla.

Por eso, aunque hizo el viaje y fueron hasta el pie del monte, no lo pudieron conseguir, no se les dio.

Por contraste, me contaba otro amigo que pudo ver en unas playas turísticas -que hay en el país donde vive- un avistamiento de ballenas que se acercaban. Era un bote mar adentro y estaba impresionado el guía, de la suerte que habían tenido, porque aparecieron las ballenas y además había una que tenía una cría. Fueron en el momento exacto. Y bueno, le salió muy bien.

Varias cosas encontramos que se pueden dar o no dar; otras, quizá no sé si son menos aleatorias. Pero puede ser que una persona haya comprado algún terreno, algún departamento o una casa y lo vendió en el momento exacto y ganó mucha plata. Porque lo vendió mucho más de lo que le había costado. O le puede pasar al revés, que hace un mal negocio, porque eligió un mal momento para vender.

“Pareciera que, en el evangelio de hoy, Señor, los fariseos te están preguntando: ¿Cuál es el momento justo? Te preguntaban, cuándo va a llegar el Reino de Dios.”

¿Cómo podemos acertar? Cómo si fuera algo… qué momento tengo que jugarme, cuándo va a llegar, cuándo va a ser el momento distinto, el momento indicado.

EL REINO DE DIOS ESTA EN NOSOTROS

Y la verdad, Señor, que, no sé si estaría muy bueno -pienso que no- si para ganarse el cielo, sí para buscar la santidad hubiera solo un chance. Hubiera como una ventana, un momento, si tuviéramos una oportunidad que uno se la puede gastar.

Y acertar o no el momento para convertirse el momento para creer, rezar, decidirme a cambiar. Y quizá, dejar otras cosas que sé que tengo que dejar, como si fuera el momento oportuno.

Tu respuesta, Jesús, a los fariseos, es que:

“El Reino no vendrá de manera espectacular…” (cfr. Lc 17, 20).

No va a haber un momento así clave.

Esto, a mí me recordaba una película que se llama el Día de la Independencia y que hay una especie de invasión extraterrestre a la tierra. Hay unos fanáticos, unos que se emocionan y se suben al edificio más alto, con pancartas y hacen una manifestación para recibir a estos extraterrestres, como si fuera una de esas sectas que esperan un día el fin del mundo.

Bueno, de hecho, no les va tan bien en la película, los terminan liquidando, con un rayo a las naves, a pesar de todo su entusiasmo.

Y vos, Señor, nos decís: No esperen algo espectacular, no tienen que ir de un lado para otro; más bien, el Reino de Dios está dentro de ustedes.

Entonces, Señor, si no hay que esperar el momento oportuno, si no hay que ir de acá para allá, si no va a haber una revelación espectacular. Entonces, la oportunidad es ahora, el momento es ahora.

No tengo que esperar circunstancias externas o internas que para decidirme a que el Reino sea una realidad en mí. Porque ya está, porque está en mí.

Ahora en este rato de oración, el día de hoy, podemos pensar Señor, las cosas que tengo por delante o las cosas que hice en este día, mis circunstancias, ahí está el Reino de los Cielos. Ahí está Cristo.

UN MOMENTO OPORTUNO

Decís, al final del evangelio de hoy, Señor, que cuando venga será como un fulgor:

“…como el fulgor del relámpago brilla en el horizonte de un lugar a otro, así será el Hijo del Hombre en su día.”

(cfr. Lc 17, 24)

Pienso que te referís a Tu segunda venida, como que, va a ser tan rápido que no va a ser el momento de prepararse, ya va a haber pasado. El momento de prepararse y vivirlo es hoy es ahora.

Y agregas:

“Pero es necesario que antes padezca mucho y sea reprobado por esta generación.”

(Lc 17, 25).

Antes tenías que pasar, Señor, por la cruz. ¿Por qué? Si bien es cierto que el momento oportuno para nosotros son todos, es ahora. También es cierto que, en la revelación cristiana, en nuestra fe, el tiempo no es un ciclo que se repite siempre, todo igual y monótono.

Como era, quizá, para los griegos, que el mundo era así, que no había habido una creación, sino que era siempre un continuo repetirse.

Nosotros creemos, Señor, que el mundo salió de las manos de Tu Padre, salió bueno y que no fue siempre igual. Creaste al hombre, hubo un pecado original, una separación del hombre con Dios y hubo un “kairós”, un momento oportuno. Que fue, justamente, está a la que haces referencia vos, Señor: que el Hijo de Dios antes tiene que padecer mucho, ser reprobado por esta generación, para que nosotros tengamos siempre a mano el Reino; para que nosotros podamos siempre convertirnos; que, para mí, sea siempre el momento oportuno.

Para acercarme a Dios, vos tuviste que hacerte Hombre, Señor. Elegiste este camino de padecer mucho. O sea, que no fue gratis esta gran oportunidad que se nos da a cada momento, que se nos da hoy.

BUSCAR LA SANTIDAD

Y que quizá, nos ayuda a pensar: tengo hoy unas gracias concretas, para santificarme, encontrarme con Cristo, responder que sí, ser más santo, ser más bueno, para aportar a ese Reino. Son reales y tengo esa ayuda, no me falta. ¿Por qué? Porque me las regaló Jesús.

Porque viniste, Señor, a este mundo y porqué tomaste nuestra naturaleza, nuestras circunstancias, nuestra vida y la hiciste, otra vez, camino de Santidad, el reconciliarnos con el Padre.

Por eso, qué bueno que nos llenemos de ilusión. Muchas veces que digamos este es el momento, El Reino de Dios está entre ustedes, El Reino está en mí, Jesús está a mi lado, tengo la gracia para ser fecundo. Así podremos responder a esos pequeños llamados.

Podríamos darle una relevancia a todos los momentos sin esperar a uno que, quizá nunca llegue, no, todos los momentos tienen esa relevancia sobrenatural, esa importancia de la santidad.

Iremos, como hicieron los santos: caminando, creciendo, siendo fecundos, también, a lo largo de nuestra vida. Vamos a pedirle a nuestra Madre que supo decir que sí en los momentos más notorios, más grandes: la encarnación (cuando el ángel le propone ser la madre del mesías). Pero, también, en tantísimos sí, que habrá dicho en su vida cotidiana; y que siempre crezca ese Reino en medio de los hombres.


Citas Utilizadas

Sb 7, 22-8, 1

Sal 118

Lc 17, 20-25

Reflexiones

Señor, ayúdanos a darnos cuenta que el Reino de Dios está ya en medio de nosotros.

Predicado por:

P. Juan

¿TE GUSTARÍA RECIBIR NUESTRAS MEDITACIONES?

¡Suscríbete a nuestros canales!

¿QUÉ OPINAS SOBRE LA MEDITACIÓN?

Déjanos un comentario!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

La moderación de comentarios está activada. Su comentario podría tardar cierto tiempo en aparecer.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.


COMENTARIOS

Regresar al Blog
Únete
Donar