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P. Juan Carlos

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EL VERDADERO TEMPLO ES EL ALMA

Jesús quiere que el templo esté libre de cosas que no deben estar ahí. El alma también debe estar libre del pecado y de todas las cosas que nos apartan del Señor. El Espíritu Santo podrá trabajar en nuestros corazones si nos mantenemos en gracia. Que luchemos por cuidar de nuestra alma.

 Imagínate la siguiente escena: Jesús va camino a Jerusalén para el tiempo de la Pascua del año 30 (seis meses después de haber comenzado su Ministerio).  Al llegar, se dirige directamente al templo y en el atrio de los gentiles, que es una de las primeras partes del templo, encuentra a los que vendían ganado vacuno y ovejas y palomas y a los corredores de cambios, a los que intercambiaban monedas y ahí mismo hace un látigo de cuerdas y saca con él a los animales, tras los cuales salen corriendo los mercaderes. Tira al suelo las monedas de los que cambiaban dinero y vuelca sus mesas y les ordena a los vendedores de palomas que tomen sus cosas y se vayan.

EL CELO POR TU CASA ME CONSUME

Ese es el Evangelio que nos presenta la liturgia del día de hoy y es impresionante porque está en el capítulo 2º de San Juan, (apenas empieza su Ministerio, hemos dicho seis meses después).  ¿Por qué reaccionó Jesús así?  Porque apreciaba profundamente el templo:

“Dejen de hacer de la casa de Mi Padre una casa de mercancías, les dijo a los comerciantes y, al verlo sus discípulos, recordaron lo que siglos antes había escrito era David: el celo por tu casa me consume”

(Jn 2, 16-17).

¿Qué es el celo? ¿Qué pregunta debe hacerse cada uno de nosotros? En efecto Jesús actuó así debido al celo que sentía por la casa de Dios.  El celo se define como ese interés ardiente y activo por una causa o una persona.

Yo recuerdo que cuando tenía unos 14 años, estaba caminando junto con mi hermana (que tiene un año y medio menos) y de repente unos chicos que estaban cerca, empezaron a chiflarle, a decirle alguna cosa, alguna palabra, algún piropo y la verdad es que yo me morí de las iras.

Yo creo que esto es parte de este celo que es “el celo de Tu casa me consume”.  Ese día, ese rato, ese interés ardiente activo por una persona, por mi hermana, que no es que le estaban ofendiendo, pero no me gustaba eso, lo que estaban haciendo, le estaban diciendo cosas “supuestamente” bonitas: qué guapa estás, algunas cosas… ¡ahí estaba el hermano al lado! O sea, no pegaba ni un poco y me molestó el asunto.  Y esto es lo que le pasa a Jesús, que no le gusta lo que ve.

¿CÓMO PODEMOS MOSTRAR MÁS CELO POR LA CASA DE DIOS?

Cada uno de los millones de cristianos que componemos el pueblo de Dios debemos preguntarnos: ¿cómo puedo yo manifestar más celo por la casa de Dios? Y para responder a esa pregunta veamos lo que representa en la actualidad la Casa de Dios y analicemos como en la antigüedad se nos presentaba.  Claro, mostraba a los antiguos padres un infatigable celo por las iglesias, por los lugares físicos también.

El templo judío quedaba simplemente en un solo lugar, (sabemos en Jerusalén) en un espacio donde ahora queda solamente el Muro de las Lamentaciones y también una mezquita bastante famosa.  El mundo entero no podía estar dentro de ese templo, ni tan solo una nación completa como eran los judíos, sino tan solo algunos de esa multitud.

Pero hay aparte de nuestras iglesias físicas que están en todas partes digamos, hay otra iglesia, otro templo, que es el Templo de Dios, es el Templo del Cuerpo de Jesucristo.  En ese diálogo que Jesús tiene con la samaritana le dice:

“Vendrá el tiempo en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad”

(Jn 4, 23).

Eso está en el mismo Evangelio de San Juan, pero en el capítulo 4º.

LA ADORACIÓN

“En espíritu y en verdad…” primero es importante entender qué es la adoración.  Muchos equiparan la adoración con: sé cantar en la Iglesia, pero eso es sólo como un aspecto de la adoración; de hecho, está en el salmo 100: La adoración de ninguna manera se puede limitar a la canción, es una respuesta de vida plena al objeto de nuestra adoración a Dios.

Cuando realmente adoramos algo, afecta en la forma en la que vivimos.  Claro, por eso la palabra griega usada para adoración, implica una actitud de reverencia, también incluye como gestos físicos como: arrodillarse, como inclinar la cabeza… adoramos algo cuando actuamos como si tuviera valor.

Por naturaleza, los humanos somos adoradores.  A veces, nuestra adoración se centra en lo que realmente es digno de reverencia como Dios, pero otras veces está mal dirigido.  Por ejemplo, cuando adoramos nuestro trabajo, nuestras cuentas bancarias o la moda o un ícono político.  Los cristianos sabemos que Dios está dentro de nosotros cuando tenemos el alma en gracia, que somos templos del Espíritu Santo y por eso luchamos por vivir en gracia, luchamos por ir a los sacramentos.

Tenemos claro que no queremos sacarle a Dios de nuestro interior y por eso cuando pecamos, inmediatamente vamos a una confesión profunda, contrita, porque queremos adorar realmente a Dios en espíritu y en verdad, ¿dónde? En nuestro interior.

DEFENDER LA IGLESIA, DEFENDER A DIOS

Por supuesto que hay que defender las iglesias y hay que estar atentos para que la gente la respete como nuestros lugares de culto, pero cuando el Señor habla de este celo que le consume, no sólo habla de la Iglesia externa; está hablando de Él mismo, de su cuerpo.

¿Cómo cuidamos esa presencia de Dios dentro de nosotros? Pues es fundamental y nos dará como esa certeza de que estamos haciendo las cosas bien, cuando tenemos como esa convicción de cuidar nuestra alma en gracia.  Como dice John Henry Newman, que fue beatificado hace relativamente poco.  Es así como nos los presenta ya los profetas del Antiguo Testamento, Isaías describe:

“Al final de los días, estará firme el monte de la Casa del Señor, en la cima de los montes encumbrados sobre las montañas.  Hacia Él confluirán los gentiles, caminarán pueblos numerosos”

(Is 2, 2-3),

”el templo cristiano ya fue desvelado a Jacob cuando vio en sueños”

(te acordarás, eso sale en el Génesis)

“una escalinata apoyada en la tierra y con la cima tocaba el cielo y ángeles de Dios subían y bajaban por ella”

(Gn 28, 12).

Está recogido en el capítulo 28 del Génesis. Y también al servidor de Eliseo le dice:

“Abrió el Señor los ojos del criado y vio que la montaña estaba llena de caballos y carros de fuego”

(2R 6, 17),

todo ello eran anticipaciones de lo que se tenía que establecer cuando Cristo vino y abrió el Reino de los Cielos a los creyentes.  Es lo que hace decir a San Pablo:

“os habéis acercado al Monte Sión, a la ciudad del Dios vivo, a la Jerusalén celestial, a miríadas de ángeles en fiesta, a la asamblea de los primogénitos, cuyos nombres están inscritos en el Cielo”

(Hb 12, 22-23).

LA IMPORTANCIA DE CUIDAR LA PRESENCIA DE DIOS

Nos enseña Jesús la importancia de cuidar la presencia de Dios en nuestros corazones, de estar pendientes de no cometer pecados, pero también de quitar las cosas que no funcionan, las cosas que nos alejan de Dios.

Este es un momento buenísimo para pensar: “Señor Jesús, Tú que nos estás escuchando, te pedimos que nos ayudes a saber vivir en gracia, a saber cuidar con ese celo ardiente de no permitir que entre en nuestras vidas el pecado, que no permitamos que nadie nos separe de Ti, que sepamos ser delicados en cuidar la presencia del Espíritu Santo en nuestros corazones.  Y Tú Señor, seguro que te sentirás muy a gusto viviendo dentro de nosotros si nos movemos con estos parámetros”.

Cuidar la gracia de Dios en nuestros corazones, sabiendo que somos de barro, sabiendo que a veces caemos, pero con esa convicción de que “el celo de Tu casa me consume”, de que queremos que Él realmente esté a gusto en nuestra casa, que es nuestro corazón.

“Gracias Señor y te pedimos que nos des esa convicción cada vez más profunda, de que esto te agrada porque así viviremos también con más intensidad Tu presencia en nuestra vida”.

Acudimos a nuestra Madre la Virgen y le pedimos que ella sea la intercesora, para que sepamos también cuidar siempre de su mano la presencia de Dios y la vida de la gracia.


Citas Utilizadas

Fiesta de la dedicación de la Basílica de San Juan de Letrán

Ez 47, 1-2. 8-9. 12 o 1

Cor 3, 9c-11. 16-17

Sal 45

Jn 2, 13-22

Reflexiones

Señor te pedimos que nos des esa convicción cada vez más profunda, de que esto te agrada porque así viviremos también con más intensidad Tu presencia en nuestra vida

 

Predicado por:

P. Juan Carlos

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