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EL SECRETO DE LA FIDELIDAD A DIOS

FIDELIDAD

Señor Jesús, hoy nos atrevemos a empezar este rato de oración como siempre, con un texto que no pertenece a la Sagrada Escritura, sino a un libro mucho más breve, pero que creo que nos ayudará a ilustrar lo que nos enseñas en el Evangelio de hoy.

Nos vamos al capítulo 5 de “El Principito”, que, como sabes, es una obra sumamente breve y aunque a simple vista puede parecer un cuento infantil, una historia de niños, contiene enseñanzas muy profundas.

En este capítulo 5 nos encontramos con la descripción de los baobabs, esos árboles que empiezan como una pequeña semilla, pero que “si uno se deja estar, no es posible desembarazarse nunca más» porque un Baobab destruye todo el planeta. 

Lo perfora con sus raíces. Y si el planeta es demasiado pequeño, y si los baobabs son numerosos, lo hacen estallar”. 

Para el aviador, que es interlocutor de éste diálogo con El Principito, observar a un niño hablar de lo que es la disciplina, del tener un orden, de la importancia de no descuidarse ni un día, es algo asombroso.

A DIARIO, SIEMPRE…

El Principito incluso le confiesa que esa rutina que él tiene, no siempre la hace por gusto: “Hay que obligarse regularmente a arrancar los baobabs en cuanto se los distingue de los rosales, a los que se parecen mucho cuando son muy jóvenes. Es un trabajo muy fastidioso, pero muy fácil”.

Para el Aviador, aquello de arrancar las malas hierbas no tenía tanta importancia, pero para El Principito, era una cuestión de vida o muerte, de cuidar lo propio, lo que más quería: su pequeño asteroide.

“A veces no hay problema en dejar el trabajo para después. Pero en caso de tratarse de baobabs, es siempre catastrófico. Conocí un planeta habitado por un perezoso. Había ignorado tres arbustos…» Y deja incompleta la frase, pero ya nos imaginamos la tragedia que ocurrió en ese planeta del perezoso.

Pues el evangelio de hoy recoge prácticamente la misma enseñanza. Tú, Jesús, quieres que no se nos olvide nunca la importancia de la fidelidad en los detalles y lo haces a través de una imagen.

Se trata de la conocida parábola de los talentos, que es tan gráfica, que difícilmente se nos olvida una vez que la hemos escuchado.

Pero en todo caso, la vamos a recordar rápidamente.

PARÁBOLA DE LOS TALENTOS

“Un hombre se va de viaje y llama a sus tres siervos para que administren sus bienes mientras él vuelve. “A uno le dejó cinco talentos, a otro dos, a otro uno”,

(Mt 25, 14)

y es importante el dato siguiente:

“a cada cual según su capacidad”.

(Mt 25, 15)

Otro detalle importante, un talento era una burrada de dinero, muchísimo dinero. Era el equivalente a unos 34 kilos de plata, y al precio actual, serían casi USD 7.000.

Es decir, que incluso el que sólo había recibido un talento, tenía en sus manos una cantidad no despreciable de dinero.

Si no nos fijamos en el detalle del “a cada cual según su capacidad”, el final de la historia nos podría parecer injusto.

Pero el amo de la parábola conoce a sus trabajadores, él sabe hasta dónde les puede exigir, no les puede exigir más allá de sus capacidades. Qué es lo que hace Dios con nosotros a cada rato.   Aparte a esos trabajadores les dió una instrucción precisa.

Tanto es así, que incluso el que había recibido un solo talento sabía lo que tenía que hacer, lo dice cuando al final está rindiendo cuentas:

“Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces”.

(Mt 25, 24)

Es decir, en otras palabras, el encargo era hacer rendir ese dinero como si fuese propio. Ellos tenían que segar y recoger en lugar de su amo, que estaba en todo el derecho de exigirles.

Tenían que ser las manos y mente del señor en aquellas tierras mientras su amo volvía.

Por eso esta parábola tiene muchísimo que ver con nosotros.

PARECERME A CRISTO

Como cristianos tenemos el mismo encargo. Aunque no seamos perfectos, aunque tengamos nuestras luchas y miserias, aunque haya una diferencia abismal entre Cristo y nosotros, Él ha puesto sobre nuestros hombros esa misma responsabilidad

Tú y yo tenemos que ser en este mundo, mientras Cristo vuelve, sus manos, su voz  y su corazón.

San Josemaría ayudaba a sus hijos a recordar esta misión, cuando los miraba fijamente a los ojos y les preguntaba:

 “¿Dónde está, hijo mío, esa imagen de Cristo que busco en tu corazón?”. 

Nos puede parecer que es una tarea titánica. ¿Yo, parecerme a Cristo?

Y es verdad que humanamente es una tarea que nos supera, hay que reconocerlo, porque vemos crecer en nosotros los brotes de la envidia, la pereza, el rencor, la vanidad y la soberbia, que tiene infinidad de manifestaciones en nosotros y nos cuesta muchísimo darnos cuenta de que somos unos soberbios.

DIOS NOS DA LOS MEDIOS SOBRENATURALES

Pero Dios lo sabe, y por eso nos da los medios sobrenaturales para que nos parezcamos cada vez más a su hijo, nos da la gracia, especialmente en los sacramentos; en la comunión, en la confesión, nos da el acceso a una vida de oración, que eso nos ayuda mucho a conocerte Señor y a intentar parecernos más a Tí, nos da el tesoro de la dirección espiritual.

NOSOTROS PONEMOS LOS MEDIOS HUMANOS

Pero además Dios cuenta con que nosotros libremente pongamos los medios humanos que están a nuestra disposición.

Esto fue lo que le faltó al último siervo, él de repente  se vió abrumado por lo que le había sido encomendado, lo dice al final, cuando está rindiendo cuentas dice: “tuve miedo” y ese miedo le impidió ver, lo paralizó, como suele tantas veces suceder.

Y no pudo ver que lo que se le pedía era muy sencillo: empezar por lo pequeño.

“Pues debías haber puesto mi dinero en el banco, para que, al volver yo, pudiera recoger lo mío con los intereses” -le recrimina su amo.

(Mt 25, 27)

Es decir, tenía que empezar por algo sencillo, poner ese dinero en el banco.

SER FIELES EMPEZANDO POR LO PEQUEÑO

Te pedimos, Jesús, la valentía de ser fieles a lo que nos pides, empezando por las cosas pequeñas, las de cada día.

En esta tarea de parecernos más a Ti, a veces hay que tomar grandes decisiones, radicales en nuestra vida, pero la inmensa mayoría del tiempo, se trata más bien de decidir bien en cosas pequeñas.

Ser un auténtico cristiano puede parecer sumamente complicado, pero contando con la gracia de Dios y cuidando las cosas pequeñas, es mucho lo que se avanza.

Hay un proverbio africano que dice:

 “Si piensas que algo es demasiado pequeño para marcar la diferencia, intenta dormir con un mosquito en la habitación”.

Esa es una cosa pequeña que marca una gran diferencia.

Ese amor en los detalles, en el ser verdaderamente piadosos, el sonreír aunque se esté cansado, en cumplir con el deber de cada instante para poder ofrecer a Dios ese esfuerzo; el esforzarnos en crecer cada día un poco en una determinada virtud.

O en el campo de la caridad, hay mucho en qué trabajar, pero siempre por supuesto por amor a Dios: el cortar con los juicios críticos, el no hablar mal de nadie, aunque se tengan motivos suficientes para decirlo, el adelantarse en el servicio a los demás especialmente en las tareas más incómodas y una larga lista de pequeños detalles que nos mantienen alertas en el amor a Dios.

Si descuidamos estos detalles de amor concreto, nos puede pasar como aquel hombre perezoso, que contaba “El Principito”; se descuidó en lo de cada día y su planeta terminó en tragedia, como le sucedió al último de los siervos.

En cambio, si vemos lo que Dios nos exige con el interés de algo propio aquello, escucharemos también nosotros el halago de la parábola:

“¡Bien, siervo bueno y fiel!; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; entra en el gozo de tu Señor”

(Mt 25, 21)

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