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P. Juan

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EL DISCÍPULO AMADO

Celebramos al Apóstol San Juan, quien tratando a Jesús descubrió el amor que Dios nos tiene.

EL DISCÍPULO QUE JESÚS AMABA

La Iglesia lo llama apóstol y evangelista; y san Juan -a quien hoy celebramos- a sí mismo se pone otro título más sencillo y probablemente para él mucho más importante al mismo tiempo, se llama, en su propio Evangelio: el discípulo que Jesús amaba. Se sabe y se siente el discípulo amado.

Hay tantas vivencias suyas con vos Jesús que llevan a concluir que él era el discípulo amado, a saberse el discípulo amado.

Cuando desde que te conoció, aquella tarde imborrable en su memoria señalado por san Juan, el precursor, que les indicó al apóstol Santiago y a él: -Este es el Cordero de Dios. Y se fueron siguiéndote Jesús, hasta que te giraste hacia ellos y les preguntaste a quien buscaban, a dónde iban… Maestro, ¿dónde vives? ¿dónde moras? Y pasaron aquella primera tarde con vos….

Desde entonces, san Juan no se separó de tu lado, fue llamado, dejó todas las cosas: su padre y a la barca, donde lo fuiste a buscar junto a la orilla, porque era un pescador. Lo elegiste entre los doce.

Según la tradición, fue quien te trajo a un amigo, que era el joven rico, que decidió no seguirte, Jesús. A él, a san Juan, también lo corregiste alguna vez, cuando quería hacer caer fuego sobre los samaritanos que no te querían recibir. Otras veces lo habrías corregido, también en privado.

Él es quien va a prepararte la cena para la Pascua, quien se recuesta en tu pecho en la última cena. Es de los apóstoles, el único que te sigue Señor, junto a la cruz, a quién le encomendarás nada menos que a Tu madre:

“-He ahí tu madre…”

(Jn 19, 27),

le decís Mirando a María.

Todo esto los lleva a este santo a saberse el discípulo amado, el discípulo a quien Jesús amaba. Eso es lo que le quedó después de tantos años, después de tantas experiencias, después de un trato tan cercano con vos, Jesús.

SABERNOS AMADOS POR JESÚS

Y, no sé, sería lindo quizá en este rato de oración o al terminar de escuchar el audio, pensar un poco, y ¿si yo hiciera el elenco de mis experiencias vividas con vos, Jesús? Que estuviste presente, que me ayudaste, que me llamaste, que me corregiste, que me fuiste indicando cosas, que acudía a vos, que estabas ahí…

Quizá nos vienen a la cabeza muchas o pocas. Pero qué bueno que, si nosotros Señor, podemos afirmar esto mismo que san Juan, sabernos el discípulo amado; o decir con más solemnidad, todavía hay como una consecuencia de esa amistad que tenía con vos, Jesús: nosotros hemos conocido y hemos creído en el amor que Dios nos tiene.

Eso es como la gran afirmación de este apóstol, algo tan importante, hemos conocido, hemos creído en el amor que Dios nos tiene. No es sólo una deducción lógica, así mismo lo dice él, aparece en el Evangelio de hoy:

“Lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros propios ojos, lo que hemos contemplado y han palmado nuestras manos…”

(1Jn 1).

Subrayando esa experiencia que seguramente es la que nos invita hoy y podemos acudir a él para eso, al apóstol. Para también nosotros tener experiencia de tratarte Jesús, de sentir tu amor… Buscándote en estos ratos oración, pensando en vos, hablándote, escuchándote, buscándote en la Eucaristía.

San Juan nos transmitió ese discurso del pan de vida en el capítulo sexto de su Evangelio, que es tan claro:

“El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna…”

(Jn 6, 54).

Algunos se escandalizaron, se fueron. Nosotros no, Señor, nosotros creemos.

APROVECHAR ESTOS DÍAS DE NAVIDAD

 

Que te tratemos ahora con mucha confianza… Por ejemplo, aprovechando estos días tan lindos de la Navidad para verte, Señor; la Palabra, de la que nos habla san Juan, que el verbo que estaba junto al Padre que es Dios, Dios uno y trino, la segunda persona de la Santísima Trinidad, que existía antes de la creación del mundo, por quién se hicieron todas las cosas, la Palabra.

Dice el evangelista, en el prólogo de su evangelio:

“Se hizo carne y habitó entre nosotros…”

(Jn 1, 14).

Estos días te vemos, Señor, hecho un bebé, que te podemos tener en brazos; que podemos tratarte con esa confianza, agradecerte; pensar todo esto lo hiciste por mí; estás acá por mí, porque me queres.

También podemos hacer esa experiencia que hizo san Juan y llegar así, a compartir con vos la cena, como lo hizo el discípulo amado, la Comunión, la Santa Misa y también estar con vos en la Cruz, que solo él se atrevió entre los apóstoles.

Tenía un amor tan fuerte que no huyó, que perseveró hasta la Cruz. Cruz, momentos de dolor y cosas que nos cuestan las tenemos todos. Qué distinto, Señor si ahí estas vos presente. Qué lección tan grande habrá sido esa para san Juan.

Quizá, uno de sus grandes fundamentos para poder decir cuánto saberse el amado, era ver a su maestro, a su Señor, dando la vida por nosotros. Es también en la cruz, cuando nosotros podemos aprender a encontrarte, a darnos, a imitación del apóstol san Juan.

SER TESTIGOS DEL AMOR DE DIOS

Fue el único que no murió mártir entre los doce, exceptuando a Judas que se suicidó. Pero los doce apóstoles, también Matías -el que fue elegido en vez de Judas- menos Juan fueron mártires.

Según la tradición, intentaron matarlo. Lo quisieron hervir en aceite y milagrosamente salió vivo y después murió muy viejito en Patmos, desterrado en una isla, donde escribió el Apocalipsis. Dio su vida de otra manera.

Que nosotros podamos ser, Señor, también testigos de tu amor. San Juan, es también quien recibe, junto a la cruz, a María. Por eso, a ella podemos encomendarnos también en algo importante.

Cómo se alegrará Nuestra Madre al ver a los discípulos tratar de cerca a su Hijo, al ver a los discípulos que puedan decir: Nosotros hemos conocido, hemos creído en el amor que Dios nos tiene.

Por esas experiencias personales, de amistad, de trato con Jesús, de dejarlo que entre en nuestra vida y compartir con Él, María fue encomendada a san Juan, “la tuvo entre sus cosas”. Parece que es la traducción del griego cuando el discípulo la recibe en su vida, la recibe a María; cómo queremos también tenerla nosotros.

Le pedimos a ella que te tratemos Jesús, con mucha cercanía en estos días. Le pido también a san Juan, el evangelista, el apóstol, pero sobre todo el discípulo amado.


Citas Utilizadas

I Juan1, 1-4

Sal 96

Jn 20, 2-8

Reflexiones

¡Señor, gracias por tu amor! Te pedimos que nos ayudes a ser testigos de tu amor…

Predicado por:

P. Juan

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