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P. Federico

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CORRECCIÓN FRATERNA

Jesús nos anima a vivir la corrección fraterna: decir las cosas con cariño y a la cara, en afán de ayudar a nuestros hermanos a no perderse en este camino del seguimiento de Dios, o a afinar en un aspecto del que tal vez ni siquiera se han percatado, pero que notamos les afecta…

CORRECCIÓN FRATERNA

Jesús dijo a sus discípulos:

“Si tu hermano peca, ve y corrígelo en privado, si te escucha habrás ganado a tu hermano”

(Mt 18, 15).

Qué recomendación más práctica Jesús, es clara, sencilla, pero hay que aceptarlo, no siempre es fácil.

Esto es lo que se conoce como la corrección fraterna: decir las cosas con cariño y a la cara, con afán de ayudar a nuestros hermanos a no perderse en este camino del seguimiento de Dios, o a afinar en un aspecto del que tal vez ni siquiera se han percatado, pero que notamos que les afecta.

QUE SEA CAPAZ… IMITAR A DIOS

Pero Jesús, ayuda el que puede y el que quiere, te pido que yo pueda y quiera. ¿Cómo hago para poder, para ser capaz de ayudar?

Pues me parece que está claro, nadie da lo que no tiene o lo que al menos lucha por tener, o sea, primero yo.

Si estoy cerca de Dios me familiarizo con sus cosas, el zapatero se fija en los zapatos; el sastre, en el traje que lleva puesto el hombre que tiene delante; el peluquero, en el corte de pelo; el médico, pues en otros detalles que indican salud o enfermedad, palidez, temblores… ¡qué sé yo!

Pues la corrección fraterna no es señalamiento o crítica o regaño, al contrario, es preocupación, cariño, ayuda… pero sólo seré capaz de hacerla si yo por mi trato personal con Dios soy sensible a las cosas que se refieren a Él.

Como cualquier profesional es sensible a lo que se refiere a su profesión. ¡Así voy a poder! Ahora ¿cómo hago para querer? Pues animarme, dándome cuenta de que es una de las tantas formas de imitar al mismo Dios.

Dice la carta a los hebreos:

“Hijo mío no menosprecies la corrección del Señor ni te desanimes cuando seas reprendido por Él, pues el Señor a quien ama reprende y azota a todo el que recibe por hijo.

¡Soporten la corrección! Dios los trata como a hijos, ¿hay algún hijo al que su padre no corrija?”

(Hb 12, 5-7).

CORRECCIÓN FRATERNA
EXIGENCIA Y CARIÑO

Pues en el amor que nuestro Padre Dios nos tiene, van inseparablemente unidos el máximo cariño y la máxima exigencia. La exigencia surge a raíz del cariño, no es gana de fastidiar, sino querer sacar lo mejor de la persona porque se le quiere bien y no se conforma uno con menos.

Como unos buenos padres de familia quieren sacar lo mejor de sus hijos, por eso les corrigen. Y Dios, como Padre lleno de cariño, lo hace si alguien nos ve con la mirada de Dios.

Lo lógico sería que se empeñara en lo mismo, no en fastidiarme porque Dios no fastidia, pero sí en irme puliendo para irme ayudando.

Es lo que suele intentar hacer quien dirige nuestra alma.

UNA FORMA DE SER TALLADO…

Lo decía el doctor Ernesto Cofiño, un médico guatemalteco que está en proceso de canonización, hablando de su propia dirección espiritual. Él apuntaba:

“Me agrada ser tallado. Gozaba al ver caer aristas y ángulos. En realidad, yo no me daba cuenta de la figura que estaba surgiendo, pero tenía fe en el escultor”.

¡Le daba gusto ser tallado! Y si uno lo piensa, al bloque de mármol, -al alma-, le pueden costar esos golpes de martillo y cincel pero, ¡bendita dirección espiritual! O también, ¡bendita corrección fraterna!

INSTRUMENTOS DE LA DIVINA PROVIDENCIA

Al corregir a nuestros hermanos, nosotros actuamos como instrumentos de la Providencia Divina que cuida de ellos conduciéndoles, con nuestra ayuda, a la cima de la santidad. “Ve y corrígele a solas tú con él. Si te escucha habrás ganado a tu hermano”. Es algo, podríamos decir, de hijos mayores, de gente madura que sabe querer, de almas responsables; o sea, apreciar la corrección fraterna y ejercitarla, es cuestión de amor y de madurez.

LA PATERNIDAD VRS. LA VIDA ESPIRITUAL

Leía lo que decía un psicólogo estadounidense refiriéndose a los padres de familia, pero igual nos sirve para esto. Él comentaba que el tipo de paternidad debe cambiar según crece el niño, y lo explica así:

“Imagínate a una animadora del equipo del colegio, ahora piensa en Jürgen Klinsmann, entrenador de la Selección Nacional de fútbol de Estados Unidos, que llegó a los octavos de final en el mundial del 2014. O en Jim Ellis, entrenador de la selección femenina, que ganó su mundial en el 2015.

Entonces pasa a decir: -Cuando tu hijo es un bebé, tu papel es el de la animadora, cuando está gateando, se cae y se esfuerza por levantarse le dices ¡muy bien, sigue! Pero cuando se hace mayor, tu papel debe ser otro, menos animadora y más Jürgen Klinsmann y Jim Ellis.

Debes corregir, reorientar, enseñarle los atajos. Si a tu hijo adolescente no se le ocurre nada más para pasárselo bien que jugar a la consola, debes apagarla y enseñarle el mundo real.

Debes educar sus deseos, enseñarle tus valores y no dejarle que adopte los que promueve, por sistema, la cultura contemporánea”.

Esto, corregir es ayudar y esto es en todo, también en las cosas del alma y Jesús.Tú quieres contar con nosotros para ayudarle a los demás, no como quien siente que lo tiene superado o se cree superior, como quien habla desde un pedestal ¡No! Sino como quien sabe que él mismo lo necesita y lo necesitará.  Que hoy es apoyo porque mañana necesitará que le apoyen.

¿CÓMO HACERLA?

La corrección fraterna debiera ser realizada siempre en primera persona en el plural, porque en el fondo estamos corrigiendo cosas en las que el primer corregido debiera ser uno mismo.

Al mundo le ayuda cuando te ve consciente de que tú eres el primer necesitado de corrección, a la gente le ayuda a comprobar que tú no vas de sobrado.

Atrae mucho ver a alguien que a pesar de sentirse débil no deja de proponer los ideales cristianos compartiendo su propia experiencia.

“Esto a mí me ha hecho mucho bien porque yo he tenido una necesidad y a mí me ha servido, a lo mejor a ti también te podría servir”. ¿Algo así no? Algo así se puede decir. Dios ha querido que todos tengamos debilidades.

CORRECCIÓN FRATERNA
CONCIENTES DE NUESTRAS DEBILIDADES

“Yo recuerdo”, comentaba un buen obispo, “que hice el camino de Santiago desde Roncesvalles con un grupo de jóvenes de Zumárraga. Al terminar el camino hicimos una evaluación, habían sido unos días inolvidables.

Nos venimos abajo, pero gracias a Dios fue por turnos, a uno le pegó en Burgos, a otro en Lyon… cuando nos dimos cuenta de esa providencia, comentamos entre nosotros, esto debe de ser también una imagen de la vida.

Hay una debilidad en nosotros y Dios quiere que nos apoyemos mutuamente porque Dios no quiere súper hombres para llevar adelante sus proyectos, quiere gente consciente de su debilidad que necesite compartirla para poder perseverar en la peregrinación de esta vida.”

JESÚS TÚ CORRIGES A QUIÉN LO NECESITA…

Pues se trata de eso, justo de eso: la comprensión y el cariño con nuestros hermanos han de ir unidos al celo por su santidad.

Y ahí tenemos Tu ejemplo Jesús, que corriges a Pedro cuando te quiere disuadir de la cruz. Que corriges a Tomás cuando duda de la Resurrección. Y corriges a los apóstoles cuando no quieren dejar que los niños se te acerquen.

También que corriges a Nicodemo que no entiende nada del actuar del Espíritu Santo en las almas. Y que nos corriges a todos, pero porque nos quieres tener muy cerca de Ti, muy identificados Contigo, porque sabes que eso es lo único que verdaderamente llena el alma.

Que no se nos ocurra a nosotros decirte lo que dijo Caín cuando le confronta Dios por el paradero de su hermano Abel, al que acaba de matar. Y que le responde:

“¿Soy yo acaso el guardián de mi hermano?”

(Gn 4-9).

¡Pues sí, lo somos! Y nos lo deja claro Jesús en el evangelio de hoy.

Que sepamos vivirlo con Tu ayuda, y con la ayuda de tu Santísima Madre, que como buena madre estará contenta viendo cómo sus hijos se ayudan entre ellos.

 


Citas Utilizadas

Ez 9, 1-7; 10, 18-22

Sal 112

Mt 18, 15-20

Reflexiones

Señor, ayúdame a decir las cosas con cariño y a la cara, con el afán siempre de ayudar a nuestros hermanos a no perderse en este camino del seguimiento de Dios. Afinar un aspecto del que tal vez no se han percatado, pero notamos que les afecta. 

Predicado por:

P. Federico

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