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P. Juan Carlos

Sacerdote. Doctor en Teología. Evangelizador digital. Instagram @p.juancarlosv

4 min

El papel del Espíritu Santo en la salvación del hombre

El día de Pentecostés es una de las fiestas más importantes del calendario cristiano, ya que conmemora la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles y la fundación de la Iglesia.

En el libro de los Hechos de los Apóstoles, se describe cómo los discípulos estaban reunidos en una casa cuando de repente se oyó un estruendo y aparecieron lenguas de fuego sobre sus cabezas. Entonces, quedaron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en diferentes lenguas, lo que les permitió comunicarse con personas de diferentes lugares y culturas.

El Espíritu Santo es Dios, no es una fuerza o energía. Es la tercera persona de la Trinidad. Mora en el corazón del creyente y le capacita para que realice la obra que el Padre le ha encomendado hacer en este mundo. Según las palabras de Jesús: cuando venga el Espíritu Santo sobre ustedes, recibirán poder, y serán mis testigos tanto en Jerusalén como en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra.

Qué hace el Espíritu Santo

El Paráclito es el principal protagonista de la salvación del hombre, ya que es él quien nos guía hacia la verdad y nos ayuda a vivir de acuerdo con el Evangelio. Además, nos da la fuerza para superar las dificultades y los obstáculos que encontramos en nuestro camino hacia la santidad.

Otro aspecto importante que muchas veces no se resalta tanto es que nos une como comunidad de creyentes. En Pentecostés, los discípulos hablaban en diferentes lenguas, pero se entendían perfectamente, lo que simboliza la unidad en la diversidad que caracteriza a la Iglesia.

El Espíritu Santo nos da la capacidad de amar a nuestro prójimo, incluso a aquellos que son diferentes a nosotros, y de construir un mundo más justo y solidario. No es que nos invite a ser tolerantes, sino que nos impulsa a amar a los demás en la diversidad. Nos guía, nos fortalece y nos une como comunidad de creyentes.

Recordemos la importancia de abrirnos a la acción del Espíritu Santo en nuestra vida y pidámosle que nos transforme en discípulos misioneros. Jesús y san Pablo guiados por el Espíritu Santo a completar su misión, y así dar mucho fruto. También a nosotros tiene algo que decirnos, como lo explica esta meditación:

Escucha Aquí la meditación

Espirita Santo

La voluntad de Dios

El Papa Francisco ha hablado en numerosas ocasiones sobre el papel del Espíritu Santo en la vida de los cristianos. En particular, ha destacado cómo el Espíritu Santo nos guía y nos da fuerza para llevar a cabo la misión que Dios nos ha dado en la vida.

El Papa ha enseñado que nos impulsa a salir de nosotros mismos y a ir al encuentro de los demás; nos da la fuerza para superar el miedo y la timidez, y para anunciar el Evangelio con valentía y alegría. En este sentido, el Papa ha destacado que la misión que Dios nos ha dado en la vida no es algo que podamos hacer solos, sino que, justamente, necesitamos la ayuda del Espíritu Santo para llevarla a cabo.

Ser dóciles

Descubrir la voluntad de Dios en nuestras vidas no es un trabajo sencillo, necesitamos del impulso del Paráclito. Él nos guía en las decisiones importantes que debemos tomar y nos ayuda a distinguir entre lo que es bueno y lo que es malo. En este sentido, el discernimiento es una tarea que requiere humildad y docilidad al Espíritu Santo, ya que solo Él puede mostrarnos el camino que debemos seguir.

La tradición cristiana ha resumido la actitud que debemos adoptar ante el Espíritu Santo en un solo concepto: docilidad. ¿Cómo es nuestra docilidad a la gracia, a las mociones divinas? ¿Sabemos descubrir la profunda conexión existente entre la docilidad al Paráclito y la docilidad a los consejos que recibimos en la dirección espiritual?

Si quieres aprender cómo tratar y ser dócil al Espíritu Divino en orden a nuestra santidad, te puede servir esta meditación:

Escucha Aqui la meditación

PENTECOSTÉS: PAZ Y ALEGRÍA

El Gran Desconocido

San Josemaría solía llamar al Espíritu Santo “el gran desconocido”. Esta expresión no se refería a la falta de conocimiento teórico sobre la Tercera Persona de la Trinidad, sino a la falta de relación personal con Él en la vida cotidiana. Explicaba que muchas personas conocen al Espíritu Santo solo de nombre, pero no experimentan su presencia en sus vidas.

Tratar al Espíritu Santo implica, en primer lugar, reconocer su presencia en nuestra vida y pedirle que nos guíe y nos ilumine. También implica cultivar una relación personal con Él, a través de la oración y la lectura espiritual. Debemos estar dispuestos a escuchar su voz en nuestra conciencia y a seguir sus inspiraciones, aunque a veces nos lleven por caminos desconocidos o difíciles.

Solo Él puede transformar nuestra vida y hacernos verdaderos discípulos de Jesús. Si queremos experimentar su presencia en nuestra vida, debemos abrirnos a Él, cultivar una relación personal con Él y estar dispuestos a seguir sus inspiraciones.

Nos puede servir esta oración que recitaba frecuentemente este santo:

Ven, ¡oh Santo Espíritu!: ilumina mi entendimiento, para conocer tus mandatos: fortalece mi corazón contra las insidias del enemigo: inflama mi voluntad… He oído tu voz, y no quiero endurecerme y resistir diciendo: después mañana. Nun Coepi! ¡Ahora!, no vaya a ser que el mañana me falte. ¡Oh!, Espíritu de verdad y de sabiduría, Espíritu de entendimiento y de consejo, Espíritu de gozo y de paz!: quiero lo que quieras, quiero porque quieres, quiero como quieras, quiero cuando quieras.


Escrito por

P. Juan Carlos

Sacerdote. Doctor en Teología. Evangelizador digital. Instagram @p.juancarlosv

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