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P. Juan Carlos

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VOCACIÓN PERSONAL

El Señor no permite que le siga el geraseno que había estado endemoniado, pero le da una vocación muy concreta: anunciar su misericordia entre su familia.

Hoy el Evangelio nos presenta el texto del endemoniado de Gerasa, la hemos comentado muchas veces.

Básicamente la historia es que Jesús llega a la región de los gerasenos y, apenas entra, se encuentra en el cementerio con un hombre que estaba poseído por un espíritu inmundo que habitaba en los sepulcros.

Era súper fuerte porque nadie podía sujetarlo, ni siquiera con cadenas.  La gente tenía miedo de pasar por ahí porque muchas veces, cuando lo habían atado, había destrozado los grillos y las cadenas.

Los grillos son como las esposas que estaban metidas en una piedra o en unas estacas y él

“había roto las cadenas, destrozaba los grillos y nadie podía dominarlo”,

dice el Señor.  Un espíritu realmente terrible.

No solo eso, sino que

“de día de y de noche vagaba por los sepulcros y por la montaña dando alaridos e hiriéndose con piedras”.

Imagínense cómo vivía la gente de Gerasa, nadie querría pasar por esos ámbitos, esos terrenos.  O, cuando pasaban, iban en grupos protegidos unos de otros viendo ese terrible dolor de este hombre.

Dice que

“al ver de lejos a Jesús vino corriendo a postrarse ante Él y gritando con fuerza: “¿Qué quieres de mí Jesús, Hijo del Dios Altísimo?  Te conjuro por Dios que no me atormentes.””

Claramente, este hombre estaba poseído porque es imposible que haya reconocido a Jesús como Hijo de Dios si no era como un ángel.  Además, eso vamos a verlo cuando los espíritus del mal reconocen a Dios inmediatamente.

Lógico, saben que Dios está y por eso, cuando una persona que está haciendo el bien, que ha sido mucho tiempo muy pegada al demonio por su mal actuar, intentan recuperar el fuero perdido o intentan alejar a esas personas que son representantes de Dios o que pueden acercar a esa persona a Dios y lo hacen de las formas más inauditas.

voluntad

Jesús le estaba diciendo

““Sal de este hombre, espíritu impuro”. Y le preguntó: “¿Cuál es tu nombre?” Le contesta: “Mi nombre es legión, porque somos muchos””. 

Otra cosa terrible.  ¿Cuántos demonios habrán estado dentro de este hombre? No sabemos, pero dice que es legión y

“rogaban con insistencia que no les expulsara de aquella región”.

Dice que había allí una gran piara de cerdos, -recuerda que no estamos propiamente en el territorio israelita de Judea o Galilea, sino que estamos en la Decápolis, esas diez ciudades que están a las afueras son colindantes y no están llenas de judíos sino al contrario, de gente que no es judía.

LLENOS DE TEMOR

Dice que esta gente tenía cerdos ahí -para los judíos eran animales que no eran puros, pero para las otras personas no.

“Los espíritus impuros suplicaron a Jesús: “envíanos a los cerdos para que entremos en ellos”. Y Él se lo permitió.  Entonces los espíritus impuros salieron de aquel hombre, estos que eran legión salieron de aquel hombre y entraron en los cerdos y desde lo alto del acantilado toda la piara, unos 2000 animales, se precipitó al mar y se ahogó.

Los cuidadores huyeron y difundieron la noticia entre los que conocían y cuando llegaron donde estaba Jesús, vieron vestido, sentado y en sano juicio al que había estado poseído por aquella legión y se llenaron de temor”.

Antes estaban con mucho terror de que les hiciera daño cuando estaba como loco y ahora que lo ven todo vestido y en su sano juicio se llenan también de temor.

“Y los testigos que habían visto todo lo que había ocurrido, les contaron lo que había sucedido con el endemoniado y con los cerdos.

Entonces empezaron a pedirle a Jesús que se alejara de su territorio.  Y al subirse a la barca aquel hombre endemoniado le pidió que le dejara quedarse con Él.  Pero Jesús no se lo permitió, sino que le dijo: “Vete a tu casa con tu familia y anúnciales todo lo que el Señor hizo contigo al compadecerse de ti”.

El hombre se fue y fue a proclamar por la región de la Decápolis lo que Jesús había hecho por él y todos quedaban admirados”

(Mc 5, 1-20).

DIOS RESPETA LA ELECCIÓN DE LOS HOMBRES

Me gustaría que nos centremos en esta última parte.  Jesús, que le piden que se vaya del territorio y Él respeta esa decisión libre de los gerasenos.

Accede a irse ya que esa petición era expresión de esa libre voluntad hecha con ojos abiertos y a plena luz de toda evidencia que es todo lo bueno que había ido.

Sin embargo, Jesucristo no les protesta ni les dice: “No, ahora debería quedarme”.  No, ni siquiera se queda a dar gloria a Dios o a predicar; se va, respeta la elección de los hombres.

Luego dice el texto que también hay una última petición, al momento de embarcarse, cuando ya se estaba yendo, el hombre que había estado endemoniado le pidió que le dejara quedarse con Él.

Jesús tampoco se lo permite, no le deja que se venga con Él, puesto que ahora estaba a sus órdenes, pertenecía a su reino y, por lo tanto, estaba en su servicio, pero Él le da una misión muy concreta, que no es acompañarlo, sino que tiene que ir a cumplir la voluntad de Dios: ir a su familia y anunciarles todo lo que el Señor hizo con él para compadecerse.

¡Qué increíble!

SEGUIR SU VOLUNTAD

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Hay un santo que se llama san Carlos de Foucauld que fue ermitaño y misionero en el Sahara, un hombre buenísimo que vivió en carne propia -digamos- esas conversiones de personas malas y, además, vivió un estado de pobreza.  ¡Un hombre espectacular!

Él decía que:

“La verdadera, la única perfección, no es llevar tal o tal género de vida, es hacer la voluntad de Dios; es llevar el género de vida que Dios quiere, donde quiere y de llevarlo como Él mismo lo habría llevado.

Cuando nos deja la elección a nosotros mismos, entonces sí, procuremos seguirlo paso a paso, lo más exactamente posible, compartir su vida tal como fue, como lo hicieron sus apóstoles durante su vida y después de su muerte: el amor nos empuja a esta imitación”

(San Carlos de Foucauld).

Pero si Dios no nos deja esta elección, porque a veces nos pone otras elecciones directamente, lo que tenemos que hacer es seguir su Voluntad.

Esto es muy bonito porque cada uno tiene su vocación.  El Señor le llama para algo, no es que “ojalá y todos seamos curas”, no, “ojalá todo el mundo viva en celibato”, ¡no, para nada!

Dios llama a cada uno según los dones que le ha dado y algunos, aunque tienen ganas de seguirle y, de hecho, le seguirán durante una época, el Señor le dice: no, este no es tu camino, anda a tu familia, anda al sitio donde tienes que estar para hacer mi voluntad.

“Señor Jesús, hoy queremos eso, decirte que queremos hacer tu voluntad por encima de todas las cosas, no queremos hacer cosas raras”.

SAN CARLOS DE FOUCAULD

“Y si un día Dios quiere apartarnos, por un tiempo o para siempre, de este camino, por muy bello y muy perfecto que sea, no nos turbemos ni nos asombremos.  Sus intenciones son impenetrables: Él puede hacer por nosotros, en medio o al fin de la carrera, lo que hizo por el geraseno al principio.

Obedezcamos, hagamos su voluntad…, vayamos donde quiera, llevemos el género de vida que su voluntad nos designe.

Acerquémonos siempre a Él con todas nuestras fuerzas y estemos en todos los estados, en todas las condiciones, como Él mismo habría estado allí, como Él se habría comportado allí, si la voluntad de su Padre le hubiera puesto allí, como nos pone allí”

(San Carlos de Foucauld).

Esto es lo que tenemos que hacer en nuestra vida: vivir bien nuestra vocación, no tener miedo a quedar mal. Saber tener esa sensibilidad para escuchar a Dios y muchas veces tiene que ver con las cosas que nos suceden, con las cosas que están cerca de nosotros.

Vamos a terminar este rato de oración para pedirle al Señor que quiero vivir bien mi vocación, ayúdame a estar con esa claridad de mente como la tuvo siempre María, que sabía escuchar y por eso podía responder siempre:

“He aquí la esclava del Señor”

(Lc 1, 38).

Y respondió así el día en el que se le presentó el Arcángel y también ahí en la Cruz.


Citas Utilizadas

2Sam 15, 13-14. 30; 16, 5-13
Sal 3
Mc 5, 1-20

Reflexiones

Jesús, quiero vivir bien mi vocación, ayúdame a estar con esa claridad de mente como la tuvo siempre María.

Predicado por:

P. Juan Carlos

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