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P. Luis Andrés

4 min

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¿UN DIOS DORMIDO?

Dice el Evangelio: “Él estaba dormido”; sábado santo y sagrario: un dormir diferente

Hoy vamos a escuchar en la Misa el siguiente Evangelio:

“En aquel día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos: «Vamos a la otra orilla.»”

(Mc 4, 35)

Nos permite, Señor, conocerte un poquito con esta primera frase del Evangelio de hoy.
Es una persona en movimiento, es una persona que se está trasladando porque tiene algo que hacer.
Claro, tienes tu misión y eres activo para cumplirla y eso a nosotros nos da también un ejemplo a seguir. Vamos a tener muy presente esta iniciativa tuya para ponerte manos a la obra.
Bueno, dice:

“Dejando a la gente se lo llevaron en la barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban. Se levantó una fuerte tempestad y las olas rompían contra la barca, hasta casi llenarla de agua. Él estaba en la popa, dormido sobre un cabezal.”

(Mc 4, 36-38)

Es verdaderamente llamativo, que en medio del movimiento de una tormenta y con el agua cayendo, alguien puede estar dormido.
Sin embargo, eso que es llamativo y de alguna manera hasta llegar a ser un poco increíble.

CONCILIAR EL SUEÑO

¿Cómo puede ser cierto esto? ¿Puede alguien de verdad dormir en todo ese movimiento, ruido y estarse mojando?
Es difícil, no creo que ninguno de los que estamos ahora rezando, le sea fácil lograr conciliar el sueño.

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Yo lo que imagino, Señor, es que Tú estabas especialmente cansado, que tienes que haberte quedado dormido no porque estabas haciendo una siesta, sino porque estaba rendido.
Así se explica ese casi desmayo:

“Se levantó una fuerte tempestad y las olas rompían contra la barca, hasta casi llenarla de agua. Él estaba en la popa, dormido sobre un cabezal.”
(Mc 4, 37-38)

Bueno, también podemos pensar que esto nos lo dejas escrito en el Evangelio, Jesús, para hacernos levantar la mirada y percibir como una figura simbólica, en esta escena de tu vida.
Esto podemos identificarlo con los momentos de la historia, que a nosotros nos toca vivir.
Entendiendo esos momentos de la historia, como momentos tormentosos, momentos de movimiento, de ruido, de avisos, mensajes que pueden a veces llevar a pensar que no está tan claro el mensaje de la Iglesia.
O que la misma Iglesia está zarandeada, o que no cuadra mucho ese sucederse de hechos feos, que escuchamos en las noticias, con que Tú estés gobernando con tu providencia, Señor.
Podemos de alguna manera, intuir como que Tú estuvieses descansando, dormido, por lo mismo que no intervienes, que no actúas, que no reaccionas.
Eso puede llevarnos a los sentimientos que tenían los discípulos; cuando por fin te han crucificado, Señor, y te ponen en el sepulcro el viernes en la tarde, después de la crucifixión.

¡SILENCIO, ENMUDECE!

Y te quedas ahí, pues eso, dormido hasta el domingo, entonces efectivamente, la tierra, el mundo, se puede decir que se queda un poco sin Tu custodia, sin Tu compañía.
Entonces el mal se mueve con libertad, y parecería que venció el mal y que Tú hubieras sido vencido y que el demonio hubiera tenido la última palabra.
Pero en realidad, no es así. Ese sueño tuyo Señor, en medio de toda esa oscuridad, de esa tempestad, es un sueño que tiene “un despertar”.
Como lo tuvo en este momento del pasaje, que estamos considerando hoy, dice:

«Lo despertaron diciéndole: Maestro, ¿no te importa que perezcamos?» El, se puso en pie, increpó al viento y dijo al mar: «¡Silencio, enmudece!»
(Mc 4, 38-39)

Tú te despertaste y pusiste orden, y el sábado santo, también terminó, porque Tú, el domingo te despertaste y pusiste orden, has empezado a poner orden.
El tema está en que nuestra libertad sigue existiendo, no somos como el mar que se calma y el viento que se silencia y deja de soplar.

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Somos libres, entonces Tú nos das unos consejos, orientaciones, pero nosotros no obedecemos tan rápido o tan fácilmente como el mar.
Efectivamente, el pasaje de hoy es una imagen, me parece que sí podemos proyectarla a la historia de la humanidad.
O sea, desde que Tú te has ido al Cielo, Señor, la impresión es que estás dormido y que la cosa no está, tan en tus manos.
O en todo caso, no está tan cuidada, porque precisamente Tú estás dormido.
Y entonces, claro, vemos las noticias por internet y si nos damos cuenta que hay cosas feas.
Ante la pregunta de ¿Por qué Dios no hace nada? La respuesta es que nos parece que estás dormido, pero en realidad, Tú estás atento.

NO SOMOS COSAS

Los seres humanos “no somos cosas”, por lo tanto, no es razonable esperar que simplemente, Tu nos digas: ¡Hay que ir por la derecha! y que todos vayamos por la derecha sin chistar.
Tenemos que a veces tropezarnos para darnos cuenta que, yendo por la izquierda, -por hablar de alguna manera-, pues no estamos encontrando la felicidad.
Y entonces, qué importante es, que nosotros -como los discípulos-, ¡sí te veamos! Ellos te veían dormido, pero te veían.
Nosotros podemos mirarte en el Sagrario y efectivamente, te vemos como si estuvieras durmiendo en esa barca.
Te podemos ver también en nuestro corazón, en nuestra alma en gracia, bajo las olas de nuestras preocupaciones, de lo que nos estresa, de lo que nos cansa…
Pero cuando te encontramos con esa mirada en el Sagrario, o sea, en la comunión, o en nuestra alma, cuando esta está limpia de pecado.
Pues saber qué estas a mi lado, Señor, que estás conmigo, aunque estés dormido, ya es a quién acudir, o sea ya tengo claro a quién acudir, ya tengo quién realmente puede poner solución a todo.
Y entonces, cuando Tú te despiertes, cuando te parezca, ¡intervendrás! Y eso nos llena de esperanza.
Vamos a pedir a nuestra madre la Virgen santísima, que nos ayude a ser personas muy esperanzadas en la omnipotencia Tuya, Señor, que está actuando y cuando sea necesario, actuará con más claridad y contundencia.


Citas Utilizadas

Job 38, 1.8-11

Sal 106

2Co 5, 14-17

Mc 4, 35-41

Reflexiones

Ayúdanos Señor, a ser hijos tuyos llenos de esperanza, que siempre sepamos que Tu estas a nuestro lado y que nunca nos abandonas.

Predicado por:

P. Luis Andrés

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