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P. Juan Carlos

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TODOS LOS SANTOS

Alegrémonos todos en el Señor, al celebrar este día de fiesta en honor de todos los santos: de esta solemnidad se alegran los ángeles y alaban al Hijo de Dios.

Alegrémonos todos en el Señor, al celebrar este día de fiesta en honor de todos los santos, comienza así la antífona de entrada de la misa de hoy, porque en esta solemnidad se alegran los ángeles y alaban al Hijo de Dios.

Nos presenta la primera lectura, una visión de San Juan en el Apocalipsis que ve una:

“inmensa muchedumbre que nadie podrá contar, de toda nación, raza, pueblo y lengua… Todos están marcados en la frente y vestidos con vestiduras blancas, lavadas en la sangre del Cordero”.

 (Ap 7, 9)

Festejamos hoy, a esa incontable multitud que ha alcanzado el cielo (incluso muchos de los que no se veneran en los altares, han alcanzado el cielo) después de pasar por el mundo sembrando amor, paz y alegría. Cómo les dice el Papa Francisco: son los santos de la puerta de al lado; son personas corrientes, como nosotros, estudiantes, profesionales, obreros, madres de familia, futbolistas, ¿habrá futbolistas? ¡También futbolistas!… ¡por supuesto!; y una cantidad de gente corriente, cómo nosotros. Que hicieron su trabajo y recorrieron su vida en la tierra, quizá sin ningún brillo humano, pero que alcanzaron la gloria eterna y ahora están gozando de la gloria celestial e intercediendo por nosotros.

Santos sin nombre

Ellos son una voz de esperanza para todos nosotros, porque si tú y yo somos fieles, alcanzaremos, como ellos, la gloria eterna. Es seguro que estos santos tuvieron en su vidas dificultades, muchas veces parecidas a las nuestras, y que debieron recomenzar muchas veces, como nosotros procuramos hacer. Por supuesto que tuvieron derrotas en sus luchas de la vida interior y muchas veces tuvieron que pedir perdón al Señor en sus confesiones; algunos habrán sido grandes pecadores; otros tal vez tibios, que se fueron mejorando con el tiempo o que dieron la vuelta al final de su vida.

Hay millones de personas que han existido y es lógico que haya historias de todo. Hoy festejamos a todos esos santos de los que no tenemos claridad quiénes son, lo que sí sabemos es que nosotros estamos llamados a pertenecer a ese mismo grupo, «haec est voluntas Dei, santificatio vestra», esta es la voluntad de Dios, vuestra santificación.

Dios lo quiere. Basta que secundemos este querer de Dios para que lo logremos. Todos estamos llamados a la plenitud del Amor, a luchar contra las propias pasiones y tendencias desordenadas. Estos que hoy celebramos no fueron santos sino al final de su vida, después de luchar y sentirse pecadores. Como tú y yo.

Queremos ir al Cielo

todos los santos

“Señor Jesús, hoy que nos escuchas en estos diez minutos, queremos hacerte esa petición: que nos lleves también al cielo. Queremos que, en el futuro, en el año dos mil cuatrocientos, cuando festejen aquí en la tierra el día de todos los santos, arriba estemos nosotros también disfrutando en el cielo y dándonos abrazos especiales por este día de fiesta; porque hacía allá queremos ir, Señor. Ayúdanos a ir mejorando en nuestro carácter, mejorando en nuestras virtudes, mejorando para ir quitando esos defectos, y sobre todo Señor, mejorando en apartar de nosotros lo que nos aparte de Ti”.

Decía San  Pablo:

“ni ojo vio, ni oído oyó, ni ha pasado por mente alguna lo que Dios tiene reservado para los que le aman”.

(1 Corintios 2, 9).

Vale la pena entregar la vida para obtener ese premio. Debemos atesorar para el cielo y no actuar neciamente aquí; atesorar las cosas para el cielo, porque  la vida del hombre en la tierra pasa como un soplo.

Las Sagradas Escrituras hablan de que son cómo la flor del heno; que nace en la mañana y por la tarde ya ha desaparecido. Así es la vida, así pasa de rápido. Por eso nos dice Jesús, también:

“de qué le sirve al hombre ganar el mundo, si al fin pierde su alma”.

(Mt 16, 26).

El Cielo, el máximo premio

Llegar a tener aquí todos los títulos, menciones, los trofeos, y el dinero y los yates… y todo… ¿de qué le sirve al hombre eso aquí? Si eso va a durar tan poquito comparado con el cielo, que será para siempre, para siempre… Allí se gozará de todo lo que puede aspirar el hombre; mucho más grande que un simple barco, mucho más grande que una buena comida.

santidad

Al Cielo con zapatillas puestas

El día de hoy es un buen día para proponernos, de nuevo, esta meta: ir al cielo. “Señor Jesús, que nos escuchas, queremos ir al cielo”. Algunos dicen: con los zapatos puestos…  ¡Pues sí! Con los zapatos puestos, porque es allí el único sitio donde alcanzaremos esa paz y esa alegría eternas. Que es una cosa que necesitamos todos, y que todos tenemos esa tendencia a buscar, pero que muchas veces no sabemos cómo conseguir. Pues…no las vamos a conseguir aquí en la tierra, las vamos a conseguir en el cielo; porque aquí en la tierra, hasta la alegría más grande, hasta el pastel de chocolate más perfecto, siempre tienen alguna motita de alguna cosa adentro. 

Siempre en nuestros planes humanos más perfectos, hay alguna gotita de sufrimiento. Aunque ese sufrimiento sea, por ejemplo, el típico plan del domingo que esta saliendo super bien, y uno se acuerda que al día siguiente tiene clases o que tiene que ir a trabajar y se le disminuye la alegría de ese momento; que en principio debería de ser ¡tan bueno!

Grandes Fiestas

Hoy que estamos en domingo, es cómo la concurrencia de las dos fiestas: la fiesta del domingo de la Resurrección del Señor, porque todos los domingos celebramos eso, y también la fiesta de todos los santos. Que nos lleva a pensar, que sólo por la Resurrección del Señor, alcanzaremos esa gloria; y que para llegar a la gloria tenemos que pasar antes por la muerte en cruz. Como nuestro guía y nuestro modelo el mismo Jesucristo.

Se recogen hoy  en el Evangelio las Bienaventuranzas, que son esas ideas de Cristo que nos dejan super claras de cómo vamos a ganarnos el cielo. Por eso dice:

«Felices los que tienen alma de pobres,

No quiere decir que los pobres son los felices de aquí, sino que serán felices después. Son los felices del cielo.

Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia. Los afligidos, porque serán consolados.

Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. Los misericordiosos, porque obtendrán misericordia. Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios. Feliz el que trabajan por la paz, porque será llamado hijos de Dios. Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos. Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí. Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo…”.

(MT 5, 1-12)

5 consejos San Pio

¡Qué hermoso! Esto es lo que realmente necesitamos; esa recompensa en el cielo, ir a disfrutar de Dios por toda la eternidad.

Por lo tanto todas estas cosas, nos tienen que ayudar a reenfocar el dolor, el sufrimiento, la pobreza, la enfermedad, el no estar con trabajo… todas estas cosas; porque tienen una perspectiva distinta, cuando vemos que eso ofrecido y llevado por Dios, nos lleva al cielo. ¡Qué locura, qué locura!

Ayúdanos a Cambiar

“Señor que no perdamos nunca de vista que vale la pena portarnos bien aquí; que vale la pena sufrir; que vale la pena cambiar la perspectiva de que todo es cómo una inversión para ganarnos el cielo.”

Te invito a que le digas de corazón: “Jesús, ayúdame a cambiar mi perspectiva. Que vea las cosas con tus ojos Señor, que pueda decir estas Bienaventuranzas, felices o bienaventurados; que las diga de corazón, Señor.”

Alégrense

Contaban de San Teodoro el Estudita, que decía: “Hijos bien amados, ¡alégrense sin cesar en el Señor! Alégrense les ruego, alejados de los asuntos de acá porque ustedes son los herederos del Reino de los cielos, sin más sin la herencia de los placeres de la tierra. ¡Alégrense les ruego, ciudadanos del cielo!”. (San Teodoro el Estudita 759-826, monje en Constantinopla).

Me parece que es una bonita forma de terminar estos diez minutos con Jesús.  “Señor Jesús, te pedimos que nos ayudes a ser ciudadanos del cielo, a vivir esta fiesta de hoy de todos los santos con el corazón henchido; para que sepamos ver con nuevos ojos todas las cosas que nos pasan por estar pendientes de Ti, Señor; por darnos cuenta de que el cielo vale la pena”. Ponemos estas intenciones en manos de nuestra Madre la Virgen.


Citas Utilizadas

Ap 7, 2-4, 9-14

Sal 23

1 Jn 3 1-3

Mt 5, 1-12

San Teodoro el Estudita 759-826, monje en Constantinopla

1 Corintios 2, 9

Reflexiones

“Señor que no perdamos nunca de vista que vale la pena portarnos bien aquí; que vale la pena sufrir; que vale la pena cambiar la perspectiva de que todo es cómo una inversión para ganarnos el cielo.”

 

Predicado por:

P. Juan Carlos

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