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MANOS A LA OBRA

San José Esposo

¡Qué bueno que empezamos rezando así! con esas palabras de Santo Tomás, con admiración, estando con Jesús:

“Señor mío y Dios mío”.

Así empezamos rezando, así queremos estar estos 10 minutos con Jesús, como Santo Tomás, así de cerca del Señor.  Y el Señor quiere que estemos así de cerca de Él:

            “Trae tu dedo, aquí están las señales de los clavos en mis manos; trae tu mano y métela aquí en mi costado”

(Jn 20, 27-28)

por donde entró la lanza hacia el corazón, quiero que entre tu mano, dentro Mío, conmigo.

TRES GRANDES PERSONAS

Así nos quiere Jesús y quizás tú le puedes también decir (yo se lo digo en voz alta), cada uno de nosotros escuchando, meditando, rezando por dentro, le podemos decir: “Jesús, esto que Tú quieres, yo también lo quiero.  Esto que Tú me quieres cerca de Ti, Señor yo también quiero estar cerca de Ti; así de realmente, como Santo Tomás”.

Así empieza esa oración inicial, pero un poquito más adelante nos dirigimos a tres grandes personas en nuestra vida.

Le decimos a la Virgen María, que nos quiere tantísimo; le decimos a san José que nos quiere tanto también; le decimos cada uno a nuestro ángel de la guarda, siempre junto a nosotros.  Le decimos a cada uno de ellos: intercede por mí, ayúdame, anímame, dame buenas ideas, reza por mí, pídele al Señor por mí, intercede por mí.

REZAR COMO SANTO TOMÁS

Es bueno rezar, así como Santo Tomás, así de inmediatamente, así de directamente con Jesús, porque Tú Señor, también quieres eso, como Santo Tomás; pero también como la Virgen, con la Santísima Virgen; como San José, con San José; como nuestro ángel de la guarda también se dirige al Señor, con la ayuda de nuestro ángel de la guarda.

Hoy día en el Evangelio -viene de san Mateo y relata lo siguiente (nos puede servir para rezar ahora)- dice que Jesús habló a la gente y a los discípulos, la gente en general y este grupito más cercano todavía, con los que estaba más frecuentemente, con los que había un cariño especial.  Les dice:

            “En la cátedra de Moisés”,

es decir, en el lugar de enseñanza,

“se han sentado los escribas y los fariseos.  Hagan y cumplan todo lo que les digan, pero no hagan lo que ellos hacen, porque ellos dicen, pero no hacen.  Lían fardos pesados y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar”.

(Mt 23, 2-4)

SAN JOSÉ

¡Qué distinto de san José!  De los fariseos tenemos un montón de palabras en los Evangelios; de san José no tenemos ni una palabra y lo que nos dice el Señor es: “Oye, escucha y hazle caso a lo que te transmiten de parte de Dios, porque la Sagrada Escritura, la Palabra de Dios, es Palabra de Dios y, eso que te transmiten, escúchalo y ponlo por obra, pero lo que ellos hacen, como ellos no hacen lo que hay que hacer,

“no hagas lo que ellos hacen”,

pero sí escucha a Dios en el fondo”.

¡Qué contraste el de estos fariseos o escribas! Había fariseos buenos, Nicodemo era un muy buen tipo y otros también, pero había fariseos que no, había fariseos que eran profundamente hipócritas, como a veces también somos nosotros.

NO JUZGAR

Tenemos debilidades y quizás tú también se lo dices a Jesús: “Jesús, yo a veces veo a los fariseos así como hoy: ¡qué gente más hipócrita! ¡Cómo puede ser! Además, alguno de ellos que, encima, te crucificaron”; que había algunos que eran como la excepción, como Nicodemo, José de Arimatea…

Pero Señor, ¡qué espanto los fariseos! ¡No sé cómo puede ser! Y no nos damos cuenta que también nosotros, muchas veces, somos (no nos gustaría ser así, pero muchas veces), quizás no toda nuestra vida, pero sí momentos que quisiéramos cambiar.

Y ahora le pedimos a Jesús: “Jesús, yo quiero cambiar, yo quiero como Tú me lo dices hoy día en el Evangelio:

“no ser como esos fariseos o esos escribas que no hacen lo que hay que hacer”,

que no rezan con el cariño con que hay que rezar, que no se preocupan de los que tienen al lado”.

TODOS HERMANOS

Como nos dice el Papa, Fratelli Tutti: todos hermanos.  Qué contraste entre esos fariseos que no hacen aquello que hay que hacer, con san José que no dice -o al menos en el Evangelio no viene una palabra suya recogida- y, sin embargo, hace todo; es tan fiel.

El Papa, en esa carta tan buena, -nos puede servir para nutrirnos espiritualmente, para una lectura espiritual que nos ayuda muchísimo a la vida interior-, esa cartita que se llama: “Con corazón de Madre” o Patris Corde, (no es tan larga) y ahí el Papa se fija en el corazón paternal, bueno, de san José, se fija en la ternura de ese corazón, en la fortaleza de ese corazón, en la valentía del corazón de san José.

Nosotros, quizás tú también se lo estás pidiendo ahora al Señor: “Jesús, yo quisiera tener un corazón como el de san José, con una gran ternura, con una gran valentía, creatividad, audacia y con una gran fortaleza”.

FIAT

También el Papa se fija en una cosa, así como la Virgen tuvo un momento en su vida (muchos), pero especialmente uno central, en el Ángelus.  Quizás a medio día recordamos, contemplamos en el Ángelus cuando: “He aquí la esclava del Señor; hágase en mí, según tu palabra”.

Ese “hágase” en latín: Fiat.  El Papa se fija en que, así como la Virgen tuvo un momento tan importante y muchos momentos también en su vida de decirle al Señor: Señor, hágase –Fiat-; bueno, también Jesús, tantos momentos le dijo: Hágase –Fiat– a Dios Padre; por ejemplo, en el huerto de los olivos en Getsemaní, antes de la Pasión.

El Papa también se fija en san José, en cómo él también tuvo momentos muy centrales, muy importantes de decirle a Dios: Fiat -hágase en mí-, que se haga.

ESCUCHAR LA PALABRA DE DIOS

Esto mismo, lo que hoy día Jesús le dice a la gente, a nosotros: “Oye, escucha la Palabra de Dios, que le llega a través de los fariseos, de los escribas, de gente que enseña de parte de Dios, escuchen eso, porque son enseñanzas buenas, que son Palabra de Dios.  Escúchenlos,

«pero no hagan lo que ellos hacen, porque ellos no hacen lo que hay que hacer»,

hagan lo que hay que hacer.”

En el fondo también Jesús podría haberle dicho a la gente, quizás te está diciendo a ti, me está diciendo a mí, ahora: “Mira, tú haz las cosas como san José, haz las cosas, las cosas que hay que hacer, que llenan este mundo de luz”.

QUE TU VIDA NO SEA UNA VIDA ESTÉRIL

Quizás conoces ese librito de Camino, ese librito de san Josemaría; en el punto número uno, el primero que san Josemaría invita, abriendo ese capítulo, ese libro, a llenar el mundo de luz y dice:

“Que tu vida no sea una vida estéril”

(Camino, punto 1)

o sea, que tu vida sea una vida que ayuda, que sirve, sé útil, siembra, que ese sea el camino de tu vida, viene a decir san Josemaría.

Bueno, eso es lo que quizás ahora tú y yo le estamos pidiendo al Señor, pero con un referente, con una imagen clara que es san José.  “Señor, yo me quiero parecer a san José” -quizá no muchas palabras o quizás sí, depende de cómo sea el carácter de cada uno- “pero Señor, yo quiero ser como san José, hacer las cosas, dejar huella, ayudar a personas que tengo al lado, enfrentar un desafío que tengo por delante y que va a dar mucha luz en este mundo”.

SER COMO SAN JOSÉ

“Señor, ayúdame a ser como san José, a hacer las cosas; también a enseñar de parte de Dios, también hablar de parte de Dios”, porque es transmitir, no unas cosas nuestras, sino es transmitir la Palabra de Dios y es fantástico.

A veces uno dice “pucha”, pero es que yo cómo voy a hablar de estas cosas de Dios, si yo no las cumplo o si a mí me cuesta tanto o si es hipocresía.  No es hipocresía -bueno, puede ser, pero ojalá que no lo sea-.

Le digo al Señor, “Señor, yo no quiero ser hipócrita, pero sí me cuesta (obviamente nos cuesta).  Señor, yo voy a transmitir Tus cosas, poniéndole empeño, pero quiero transmitir Tus palabras, Tu esperanza, Tu luz y, de pasadita también, ponerle empeño a ser como san José”.

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