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P. Federico

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TU RINCÓN PARA REZAR

Jesús se pasea por los rincones del Templo de tu alma, que le pertenece. Pídele que desaloje a latigazos a todos esos mercaderes que ocupan un lugar que no es Suyo en tu corazón. Encontremos un rincón en nuestro interior para rezar; un rincón desde el que crezca y se ensanche el amor a Dios hasta llenarlo todo.

En estas tierras (no sé cómo será en tu país o en tu región) existe la costumbre de reservar o dedicar un rincón de la casa para la oración. 

ORATORIO

Lo he visto en casas donde el rincón se convierte, por que así fue incluido en los mismos planos de construcción, en un pequeño oratorio muy bien puesto, un lugar recogido y digno. 

También lo he visto en pequeños rincones de las casas, incluso de cada habitación, con su reclinatorio y las imágenes que despiertan la devoción personal de aquella familia o de aquella persona. 

ALTARCITO

Lo he visto en las casas más pobres, que apenas pueden llamarse casas, diseminadas en el área del bosque nuboso de Alta Verapaz cuando he tenido la oportunidad de ir por ahí.

Aquellas viviendas no tienen prácticamente nada, se vive en una pobreza absoluta pero no falta el rincón con su altarcito; sus velas, sus imágenes. 

DESDE AHÍ UNA ORACIÓN CONFIADA

Y cómo conmueve ver esta fe arraigada, esta fe personal en este rincón de cada hogar, desde el que se eleva a Ti, Jesús, una oración muy personal, íntima, confiada.

A mí me conmueve.  Y visitando aquellos hogares bendecía los altares y rezaba con las familias. 

¡Qué lecciones de fe me ha dado la gente más sencilla!. 

Me acordaba de dos pasajes del Evangelio, el primero es aquel en el que san Mateo pone en boca de Jesús aquellas palabras:

 “Tú cuando te pongas a orar, entra en tu aposento y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en lo oculto y tu Padre, que ve en lo oculto, te recompensará”

(Mt 6, 6-7).

ORACIÓN AL CIELO

Pues este pasaje cobra vida en cada uno de esos rincones y qué agradable debe ser esa oración al Cielo. 

Pero también me acordaba de aquella conversación que tiene Jesús con la samaritana junto al pozo de Jacob.  Aquella mujer intuye que tiene delante a un gran profeta y le dice: 

“Nuestros padres adoraron a Dios en este monte y ustedes dicen”

(se refiere a los judíos en general) 

“que el lugar donde se debe adorar está en Jerusalén.”

Le respondió Jesús:  Créeme mujer, llega la hora en que ni en este monte, ni en Jerusalén adorarán al Padre. (…)  llega la hora y es ésta, en la que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad”

(Jn 4, 20-24).

TEMPLO DE JERUSALÉN

Los judíos adoraban a Yahvé en el templo de Jerusalén.  Pero Jesús señala que no se trata tanto del lugar físico, como de las disposiciones interiores con que nos dijimos a Dios.  Quizá es la actitud, tal vez, con la que rezamos.  

Y es que el templo, muy templo podría ser -o sea muy bello y grandioso- pero lo que sucedía allí era lamentable.

Es lo que vemos en en la escena del Evangelio de hoy: Jesús entró en el templo y comenzó a expulsar a los que vendían, diciéndoles: 

“Está escrito, mi casa será casa de oración pero ustedes la han convertido en una cueva de ladrones”

(Lc 19, 46).

SOMOS TEMPLO DEL ESPÍRITU SANTO

¡Una escena fuerte! Fuerte para aquellos que deambulaban por el templo, pero también para nosotros, porque de aquel templo que no quedó piedra sobre piedra, pero hemos quedado en pie nosotros que somos templo del Espíritu Santo; templos vivos del Dios tres veces Santo. 

DIOS RECORRE LOS RINCONES DE MI ALMA

Piensa despacio, ¿Qué encuentra Jesús cuando se pasea por tu interior? Cuando recorre los rincones de tu alma. «¿Qué encuentras Señor?»

Ten por seguro que Jesús camina dentro de ti, pues

«Dios es más interior a nosotros que nosotros mismos»

como le gustaba decir a San Agustín. 

Te conoce, hasta el último rincón de tu alma.  Hasta el más profundo de los juicios de tu conciencia.  Dios te conoce, no hay esquina que le sea desconocida, por cada una se pasea, porque todas le pertenecen. 

Y a cada uno nos dirige esas palabras del profeta Isaías: 

“Te he redimido y te he llamado por tu nombre, tú eres mío”

(Is 43, 1-2).

DEMOS A DIOS LO QUE LE CORRESPONDE

Tal vez es momento de tomarnos en serio estas palabras y darle a Dios lo que le corresponde, que es todo.  Y eso se podría resumir en darle nuestro corazón.

«Pero Jesús como cuesta, ¡ayúdame a que todo lo que haga, lo haga por Ti!  Que en todo te de gloria, que no viva más que para agradarte».

Hace poco leía lo siguiente: 

«Cuando el amor tiene a Dios por término, el corazón, entonces, se convierte en templo del Todopoderoso y mucho más noble que el de Jerusalén».

Jesús debe entrar como Señor y desalojar a latigazos a los mercaderes. 

EN MI CORAZÓN TAMBIÉN HAY MERCADERES

Yo sé que en mi corazón aún hay demasiados mercaderes. 

Todos tienen sus papeles en regla y sus buenas razones para no marcharse, pero ocupan un lugar que no es suyo, mi casa, ¡ay de mí! es todavía  una cueva de ladrones. 

Me parece que todos, tú y yo, podemos hacer nuestras estas palabras.  De alguna manera, esta es la lucha del cristiano en esta tierra y no debe extrañarnos, pero por eso mismo, no podemos vivir ajenos a eso. 

GUADALUPE ORTIZ DE LANDÁZURI

Es muy sugerente una de las cartas que la beata Guadalupe Ortiz de Landázuri, una de las primeras mujeres del Opus Dei, escribía a san Josemaría. 

Se trata de cartas en las que abre el corazón y le confía sus propias luchas.  En una de ellas le escribe:  

«En muchas cosas estoy equivocadísima y soy tan tonta, que muchas veces, sin ninguna experiencia, digo lo que se me ocurre, con una seguridad que es hasta molesta. 

Esto lo suelo hacer sin darme mucha cuenta y luego lo comprendo y rectifico.  En general, estoy dándome cuenta de defectos muy grandes que casi ni conocía.  Tengo, por ejemplo, un espíritu de contradicción muy grande y con mis ideas un poco raras a veces, por llevar la contraria, doy ocasión a pequeñas discusiones entre nosotras.  

¡Qué de rincones feos tengo! y  tengo tantas ganas de quitarlos que cuando me doy cuenta, me parece que ya no lo volveré a hacer y antes de un minuto, he caído».

TENGO RINCONES QUE LIMPIAR PARA QUE JESÚS ENTRE

Bueno pues esa podría ser perfectamente nuestra historia, es cierto:

 ¡Qué de rincones feos tengo, Señor!

Pero se trata de ir corrigiendo, limpiando y desalojando para dejar entrar a Jesús. 

PEDRO CASIARO

Es lo que hizo esta mujer que ha sido beatificada y elevada a los altares.  Pero también me acordaba de aquella carta que Pedro Casiaro (uno de los primeros hombres del Opus Dei), escribió también a san Josemaría.  La situación que él estaba atravesando era complicada espiritualmente, pero también en cuanto a las circunstancias que atravesaba el país. 

Pues resulta que él escribe: 

“Hay un Pedro, gordiflón e idiota, que no para de cometer torpezas, imprudencias y hacer el idiota; y otro Pedro, mejor persona, que está buscando a don Manuel.” 

Así se refiere a Jesús, pero le escribe de esa manera para superar la censura a la que estaba sometido el correo en aquella época de persecución religiosa. 

Dice:

“Existe otro Pedro mejor persona que está buscando don Manuel,  porque sin los consejos de tan buen amigo, tiene miedo a no saber comportarse como debe.”

Este hombre fue también corrigiendo y llegó a ser un sacerdote santo que comenzó la labor del Opus Dei en México y Kenia y fue un gran apoyo para san Josemaría en tantas cosas. 

QUIERO ENCONTRAR MI RINCÓN INTERIOR

Pues mira,  ¿qué saco yo de todo esto? Que yo también tengo rincones feos, que también existe una versión mía que no para de cometer torpezas y de hacer el idiota. 

Por eso mismo necesito buscar a Jesús en mi interior y pedirle que desaloje a todos esos mercaderes que están en mi corazón.

Encontremos, tú y yo, nuestro rincón para rezar, no solamente en la casa o en una iglesia o en una capilla, sino en nuestro interior.

Un rincón desde el que crece y se ensancha ese amor a Dios hasta que deja de ser un simple rincón y lo ocupa todo.


Citas Utilizadas

1 Mac 4, 36-37. 52-59

1 Cr 29, 10-13

Lc 19, 45-48

Mt 6, 6-7

Jn 4, 20-24; 19, 46

Is 43, 1-2

 

Reflexiones

Ayúdame Señor a encontrar mi rincón para rezar, mi rincón interior donde crezca el amor de Dios y se llene de Ti.

 

Predicado por:

P. Federico

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