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P. Ricardo

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PARA LA GLORIA DE DIOS

Todo lo que hagamos puede ser para la gloria de Dios, como los años de vida oculta del Señor en Nazaret.
Ante las dificultades, sabemos que podemos recurrir a aquel que puede interceder por nosotros porque es Sumo Sacerdote.

CONSEGUIR TU GRACIA

Cuando los sacerdotes nos preparamos para celebrar la Santa Misa, y cuando digo -nos preparamos-, me refiero a la parte material, es decir, a esos ornamentos, esa ropa que el sacerdote lleva puesta. 

Podemos recitar algunas oraciones a medida que nos ponemos cada una de esas prendas, con cada uno de los ornamentos: la estola, el alba, el cíngulo (que es como una soga que se pone alrededor de la cintura). 

Y hay una oración que está unida a un ornamento, a la casulla. Esta prenda que va puesta al final suele ser de un color grande que diríamos, “cubre el sacerdote”. Esa es la casulla. 

Y allí hay una oración que podemos recitar, que dice así:

“Señor, tú dijiste -Mi yugo es suave y mi carga es ligera.

Haz que esto, yo también pueda llevarlo así, para que consiga tu gracia”. 

Personalmente, de todas esas oraciones, es la que más me gusta. Me gustan todas, pero ésta de modo especial, porque me ayuda a identificarme Contigo Señor, porque demuestra y describe muy bien qué es lo que hace Jesús, qué es lo que Tú haces

DECIDE VIVIR UNA VIDA COMO LA NUESTRA

El Señor se hace hombre, toma nuestra carne y toma nuestra naturaleza. Y decide, diríamos, hacerse pequeñito, siendo el Dios grande y todopoderoso, se hace pequeñito, se hace hombre.

Y decide vivir una vida como la nuestra, decidiendo también trabajar muchos años escondido en un pueblito, como lo era Nazaret. 

Esta vida oculta le gustaba mucho a san Josemaría. Le gustaba contemplar algo que no está escrito en los Evangelios, pero que, como decía él, es muy elocuente.

Porque el Señor, en esos años, vivió una vida corriente, tan corriente como la de miles de personas. 

PARA LA GLORIA DE DIOS
ANUNCIA EL REINO DE DIOS

Y en efecto, a Él lo reconocen como el hijo del carpintero o del artesano. Viviste una vida como la nuestra, no diría que semejante, no una vida humana corriente, porque el Señor estaba llevando las cosas a Dios, al Padre.

Y ya en ese momento en el cual Jesús se manifiesta y empieza a hacer milagros, empieza a predicar, a anunciar la llegada del Reino de Dios. 

Jesús se convierte en signo de contradicción, como lo había dicho el anciano Simeón a nuestra Madre Santísima. Y el Señor lleva, por tanto, un yugo, una carga que se presenta de un modo más claro y pesado, aún cuando decide tomar la Cruz.

Y es lo que nos cuenta el Evangelio de hoy…

QUE PASE DE MÍ ESTE CÁLIZ

El Evangelio de san Mateo, que recoge la oración en el huerto de Getsemaní, es un Evangelio que se nos propone hoy en una fiesta que se llama “La fiesta de nuestro Señor Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote”.

Este evangelio, vemos al Señor en Getsemaní, va con sus discípulos, con sus apóstoles. Pero el Señor quiere alejarse un poquito, porque va a rezar como es su costumbre, y se lleva a los tres de siempre: a Pedro, Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo.

Porque lo que va a pasar a continuación, es algo muy especial, algo distinto, algo que seguramente los discípulos -estos tres- no entendieron. 

Es más, se quedaron sorprendidos, porque ven al Señor postrado, preocupado, como sufriendo. Y decía:

“Padre mío, si es posible que pase de mí este cáliz. Pero no sea como yo quiero, sino como quieres tú”. 

PARA LA GLORIA DE DIOS
EL YUGO ES PESADO

¿A qué se refiere el Señor? ¿A qué te refieres tú, Señor? ¿Qué le dices a tu Padre? Está diciendo que la cruz que tendrá que llevar al día siguiente, la pasión que tendrá que vivir, y que terminará con la muerte, es dura, es una carga muy pesada, que humanamente no puede. 

En ese momento vemos a Jesús en su humanidad. Y le ruega a su Padre si es posible que pase de Él ese cáliz. 

Y yo pensaba Señor, que a veces yo te pido algo solo porque te lo puedo pedir. Cuando nos encontramos ante una dificultad de todo tipo, o sobre todo en una dificultad espiritual, y vemos que la tentación es dura, que nos golpea, o a veces el desaliento viene y la desesperanza…

Le podemos decir también al Señor: Padre mío, si es posible que pase de mí este cáliz. Y esto no nos debe sorprender. Porque al Señor, a ti Jesús, te costó. 

QUE SE HAGA TU VOLUNTAD

Hasta en eso nos podemos identificar contigo. ¡Qué grande eres, Señor! E inmediatamente viene como con una respuesta o una acotación:

“Pero no se haga como yo quiero, sino como quieres”. 

Tú nos dejas claro que cuesta seguir la voluntad de Dios, que aceptar la cruz cuesta y mucho. Y al mismo tiempo nos hace ver que cuando nos abandonemos en las manos de nuestro Padre Dios, todo cambia. 

Jesús vuelve otra vez a la carga, porque va a ver a sus apóstoles que están dormidos. Ya nos hace ver que es importante la oración, que, en cierto modo, le ofrezcan ese sacrificio de no quedarse dormidos, que es importante vigilar. 

UNA ORACIÓN DE PREPARACIÓN

Y vuelve a rezar y a rezar. Y al final el Señor está listo. Está preparado, porque, aunque eso no lo recoge el Evangelio de la Misa de hoy, si seguimos leyendo todo el relato de la pasión, san Juan nos cuenta que, después de este duro momento, Tú, Señor, sabías lo que iba a pasar a continuación. 

Porque llega Judas junto con un grupo de gente, con los servidores de los príncipes y de los sacerdotes y con los fariseos. Llegan ahí con linternas, antorchas y armas, como para apresar a un criminal. 

PARA LA GLORIA DE DIOS
JESÚS SE ADELANTA…

Y nos dice san Juan:

“Jesús, que sabía todo lo que iba a ocurrir, se adelantó”.

¿Por qué se adelanta? Yo veo, Señor, dos cosas aquí en este pasaje. Una, porque no quieres que le pase nada a los tuyos. Y segundo, porque Jesús es sacerdote. Jesús sale para interceder por su pueblo, por sus ovejas. 

En estos días, en ese tiempo que nos ha tocado vivir, pidamos mucho por los sacerdotes, porque lo necesitamos, porque hay muchas almas que necesitan de ese sacerdote que se ocupe de sus almas, que les dé ese consuelo.

Que les dé esa palabra, ese consejo, ese tiempo, y especialmente, la gracia de Dios. 

PARA LA GLORIA DE DIOS

Es el sacerdote instrumento de barro y hombre al mismo tiempo, es dispensador de la gracia de Dios, que representa a Cristo de un modo especial. No como un representante de un Estado. Sino que hace presente a Cristo en la Santa Misa.

Y cuando confiesa, es Cristo quien nos perdona los pecados. 

Vamos a rezar especialmente por los sacerdotes y vamos a también a pedirle al Señor que, todos nosotros los bautizados, el Pueblo de Dios, el Cuerpo de Cristo, también vivamos ese sacerdocio común.

Es querer llevar todas las cosas a Dios, querer ofrecer nuestra existencia, nuestro trabajo, nuestras obras, todo para Dios, ¡todo para la gloria de Dios!


Citas Utilizadas

Jr 31, 31-34

Sal 109

Mc 14, 22-25

Reflexiones

Señor, que ante las dificultades de mi vida recurra a Ti por medio de la oración.

Que sepa verte, que reconozca que solo Contigo puedo.

Predicado por:

P. Ricardo

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