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P. Juan Carlos

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MADUREZ ESPIRITUAL

El Señor nos enseña a dejar pasar las cosas, a no corregir todo, distinguir los medios del fin, así se lo enseña a Pedro en esta meditación.

DEJAR PASAR LAS TORMENTAS

Hoy el Evangelio de san Mateo nos propone un texto, del que voy a tomar solo un fragmento para este rato de oración, que me parece que nos puede ayudar. Está en el capítulo 17 y dice:

“Al llegar a Cafarnaúm, los cobradores del impuesto del templo se acercaron a Pedro y le preguntaron: ¿El maestro de ustedes no paga el impuesto?” (Mt. 17, 24).

Yo les veo como estos dos bravucones que se acercan a Pedro, que sabían que estaba siempre con Jesús, y le dicen a él: no sigue las reglas, no sigue las leyes tu Maestro. Y responde entonces Pedro inmediatamente: Sí lo paga -como reaccionando.
Y, cuando Pedro volvió a la casa, Jesús se adelantó a preguntarle:

“¿Qué te parece Simón? ¿De quiénes perciben los impuestos y la tasas los reyes de la tierra, de sus hijos o de los extraños? Y como Pedro respondió de los extraños, Jesús le dijo: Eso quiere decir que los hijos están exentos. Sin embargo, para no escandalizar a esa gente, ve al lago, echa el anzuelo, toma el primer pez que salga y ábrele la boca, y encontrarás en ella una moneda de plata. Tómala y paga por mí y por ti.”

(Mt 17, 25-27).

El Señor sabe lo que ha pasado por el corazón de Pedro y sabe que ha actuado con inmadurez: salta inmediatamente con un poco de imprudencia. Pero el Señor pasa por alto eso y le ayuda a salir, dejándole claro que él como hijo de Dios no necesita pagar eso, pero para no escandalizar lo hace.

TRANQUILIDAD EN MEDIO DE LAS TORMENTAS

Y efectivamente, hay muchas cosas en nuestra vida que tenemos que hacer, aunque no sean tan necesarias, pero para no escandalizar. Eso es una muestra de madurez.
La madurez justamente se logra saliendo del propio punto de vista -que a veces puede ser como egoísta- e intentando comprender, intentando absorber los puntos de vista de los demás, aunque no sean tan lógicos o tan justos, porque al fin y al cabo da igual lo uno que lo otro, siempre y cuando las ideas se queden claras.
Por eso las personas maduras están tranquilas en medio de la tormenta, porque su percepción les permite ver los desafíos presentes desde una perspectiva a largo plazo. Ya pasarán estos líos, no me tengo que desesperar. Porque las personas maduras saben que sentirse mal consigo mismo a veces es una parte normal de la vida. Ese: no lo hice tan bien, pero bueno, al futuro ya voy a mejorar.
Eso: tenerse compasión personal también, compasión con los demás por supuesto, pero a uno mismo también. Son considerados y amables con los demás porque pueden ver las situaciones desde múltiples perspectivas.
Los maduros pueden soportar los reveses porque han orientado su vida hacia una meta moral mucho más alta. No se quedan simplemente en si tengo que pagar o no tengo que pagar, porque fíjense, aquí Jesús tranquilamente hubiera dicho: no tengo que pagar porque soy hijo y eso no es justo y no pago.
Pero no, deja pasar, paga para no dar más escándalo, para no hacer más lío, pero tengamos las ideas claras. El Señor no se queda enganchado en una tontería, deja pasar.

¿CUANTAS TORMENTAS?

“Señor, cuántas veces nos pasa lo contrario a nosotros, en el sentido de que no dejamos pasar las cosas y queremos que se haga justicia y queremos tener la razón, o queremos que nos digan: Sí, eso que es como tú dices. Y la verdad es que no hace tanta falta, porque cuando uno tiene bastante claras las cosas y actúa con madurez, deja pasar algunas cosas que no tienen tanto sentido”.
De hecho, uno de los mayores indicadores de nuestra propia madurez espiritual está en la forma en que respondemos a las debilidades, a la inexperiencia, a las acciones potencialmente ofensivas de otros.
O sea, cuando otros hacen las cosas mal, si nosotros tenemos madurez espiritual, entonces no vamos a responder mal. Dejaremos un poco pasar; no haremos las cosas de forma tan agresiva porque a veces no hace falta.
Un signo de madurez es la capacidad de responder con comprensión cuando otras personas han hecho algo estúpido y te han dado la oportunidad de sentirte superior o de corregirles de forma agria o de hacerles ver su tontería. Por eso a veces dejar pasar es signo de madurez.

COMO UN ARQUERO

Como un arquero que lanza la flecha, si queremos dar en el blanco, debemos apuntar alto y hacia adelante. Hemos vamos a tener la vista en los ideales, dirigirnos a ellos. Una persona madura intentará recordarlos antes de emprender cada tarea, antes de decidir. A ver, ¿qué es lo que quiero hacer? ¿Hacia dónde quiero llegar? De este modo, no confundirá los medios con la meta.
A veces hay que dejar pasar cosas porque son medios, no es realmente la meta. Porque sabe quién es y a dónde va no se engaña con las apariencias de felicidad de los placeres fáciles, ni la ilusión de autonomía de quien no acepta más criterios que el propio.
Para “apuntar” bien, contará con la experiencia de aquel que le indique cuánto tiene que tensar la cuerda, cómo sostener el arco, cómo concentrarse en lo importante. Desde afuera, alguien podrá decirnos dónde está llegando nuestros tiros y corregirnos con voz amable y segura: más arriba, más a la derecha, más a la izquierda; cuidado con el viento.

CAPACIDAD DE APRENDER

Es lo que intentan hacer los buenos padres, los buenos educadores, los amigos, el sacerdote, quien nos aconseja en nuestra vida cristiana. Si somos maduros, aprendemos a ser dóciles.
ARQUERO, PORTERO, MADUREZ
“Dóciles con que acojamos tanto las sugerencias de quien nos quiere, como las emociones de Dios en el alma para llegar al destino deseado. Para dar en el blanco hemos de apuntar al centro de la diana, pero claro, podemos distraernos y mirar hacia cualquier lugar, desentendiéndonos de las señales y advertencias. No es suficiente, pues conocer el proyecto: es necesario esforzarse por buscarlo en cada momento, perseverar y pedir ayuda” (Wenceslao Vial).
Pedir ayuda al director espiritual, a esa persona que me da los consejos, al que me ayuda a poner bien las cosas y no discutir cuando es una tontería lo que ha pasado, porque eso son muchas veces medios. La meta es llegar al cielo donde está Cristo.

MADUREZ INTERIOR

Madurez, madurez interior que se nota en cómo nos dejamos aconsejar, en que la acción de la gracia en las almas va de la mano con un crecimiento en madurez humana, en la perfección del carácter. Por eso, al mismo tiempo que se cultivan las virtudes sobrenaturales, un cristiano que busca la santidad procura alcanzar los hábitos, esos modos de hacer y de pensar que caracterizan a alguien como maduro, como equilibrado. Se moverá no por un simple afán de perfección, sino para reflejar la vida de Cristo.
Por eso, San Josemaría nos anima a examinarnos. Se recoge en Forja: “-Hijo: ¿dónde está el Cristo que las almas buscan en ti? ¿En tu soberbia?, ¿en tus deseos de imponerte a los otros?, ¿en esas pequeñeces de carácter en las que no te quieres vencer?, ¿en esa tozudez?… ¿Está ahí Cristo? – ¡No! La respuesta nos da una clave para emprender esta tarea: -De acuerdo: debes tener personalidad, pero la tuya ha de identificarse con Cristo”. (Forja, 468)

PARECERNOS MÁS A CRISTO

San Josemaría nos invita. ¿Quieres ser maduro espiritualmente? Pues tenemos que identificarnos con Cristo. Tenemos que crecer en virtudes, dejar pasar las cosas que no son tan graves, intentar no imponer siempre nuestro criterio, hacer las cosas para agradar a Dios, ser atinados a la hora de escoger. Por supuesto, ahí está parte de la respuesta y el Señor hará el resto, porque es increíble los milagros.
madurez
El otro día estaba viendo la cantidad de cosas que han sucedido ahora en la JMJ. Miles de jóvenes que han sentido el milagro de la presencia de Dios en sus vidas y que vuelven a casa con esas ganas de hacer las cosas mejor. Eso es madurez en Cristo, es quererse parecer más a Cristo. Es esa madurez cristiana que está en vivir mejor las virtudes y en dejar de hacer las cosas que molestan a los demás. Y no tener esa convicción de que siempre tenemos la razón, sino que, si nos aproximamos a Cristo, haremos muchas veces como Él, que dejaremos pasar:

para no escandalizar a esa gente, ve al lago, echa el anzuelo, toma el primer pez que salga y ábrele la boca y encontrarás en ella una moneda de plata. Tómala y paga por mí y por ti” (Mt 17, 27) le dice a Pedro.

Y lo mismo nos dice a ti y a mí en este rato de oración. Deja pasar el asunto, ándate a pescar y ahí seguramente encontraremos la solución para esa tontería que te quita la paz ahora.
Ponemos estas intenciones en manos de nuestra Madre la Virgen. Ella nos ayudará, como siempre, a ser cada vez más maduros espiritualmente, porque nos parecemos más a su Hijo Jesús.


Citas Utilizadas

Dt 10, 12-22
Sal 147
Mt 17, 22-27

Reflexiones

Señor, ayúdame a crecer en mi vida espiritual para alcanzar la madurez espiritual que me acerca a Ti.

Predicado por:

P. Juan Carlos

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