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P. Federico

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¡MADRE MÍA!

Empezamos este año asomándonos a la gruta de Belén. Le decimos al Niño, señalando discretamente a María: “Qué suerte tienes de tenerla a ella”. Y notamos como, interiormente, el Niño nos responde: “He ahí a tu Madre”. Le damos gracias a Jesús y nos proponemos acudir a lo largo del año a Ella repitiendo: “Madre. Madre mía”

¡MADRE MÍA!

Aquí estamos estrenando el año 2022 como se debe: haciendo un rato de oración. Esto es comenzar bien. También estamos en el último día de la Octava de Navidad; que termina de una forma muy especial, con la solemnidad de Santa María, Madre de Dios.
Esto es finire in belleza como dicen los italianos: cerrar con broche de oro, terminar bien.
Todos estos días nos hemos asomado a la gruta de Belén. Hoy no es excepción. La Iglesia nos anima a unirnos a esos pastores:

“Fueron presurosos y encontraron a María y a José y al niño reclinado en el pesebre. Al verlo, reconocieron las cosas que les habían sido anunciadas sobre este niño. Y todos los que lo oyeron se maravillaron de cuanto los pastores les habían dicho. María guardaba todas estas cosas ponderándolas en su corazón.”
(Lc 2, 16-19)

HE AHÍ A TU MADRE

¿Qué ven? ¿Qué ven los pastores? A una pareja joven con un niño. Seguro que la Madre les llamó la atención: una joven judía (de unos 15 años) que -no sé, tiene ese algo- se nota que es madre, buena madre, “la mejor madre” pensaste tu mientras la veías.

madre mía
Ver al niño da ternura. No nos deja de dar pena ver las condiciones de la gruta. Pero al ver a María parece que ya nada hace falta. Te quedas con aquella sensación de que ella cuida -como madre- a aquella familia, y que también cuida -como madre- a todo el que se asoma a la gruta. Es poner un pie en aquel rincón y sentirte ya “hijo suyo”.
Nos acercamos al Niño y le decimos -señalando discretamente a María-: “¡Que suerte tienes de tenerla a ella!”. Y no te explicas muy bien cómo, pero notas en tu interior que el Niño te responde: he ahí a tu Madre… Te quedas de piedra, sorprendido, pero profundamente agradecido.
Jesús-Niño, no hablas todavía, pero me dices: He ahí a tu Madre.

TÚ ERES MI MADRE

“Jesús me da a María como Madre. Una Madre da la vida, sin madre no podemos ver la luz del mundo, la madre me alimenta, me viste, me habla, me lava, me acaricia, me educa, se preocupa de mí. El hijo necesita a la madre para vivir. Cuanto más pequeño es el niño más necesita de la madre.
Por eso, dirigiéndote a María te atreves a decirle: En la vida interior Tú eres mi Madre. La sangre, la vida, las gracias me vienen a través de ti. Tú me das la vida sobrenatural, me enseñas, me llamas, me lavas, me acaricias, me perdonas…
Soy pequeño. No sé hacer nada. No sé rezar, tengo miedo, rompo cosas, lloro, soy inseguro en mis pasos… te necesito, ¡Madre! Llévame, cógeme entre tus brazos, enséñame a ser santo, a obedecer, a ser dócil, a servir, a levantarme después de una caída…”
(Acercarse a Jesús con María, Josep María Torras)

ELLA TE VA A PROTEGER

No sé cuáles sean las circunstancias en las que tu estas comenzando este año. Pero ten por seguro que, si sabes acudir a Ella, te va a escuchar, te va a ayudar, te va a proteger…
San Juan Pablo II era un gran devoto de la Virgen (el Papa Francisco también lo es, pero Juan Pablo II fue el primero, por ejemplo, en poner letras en el escudo papal y puso la “M” de María).
Hablando del atentado que sufrió este Papa en 1981, en plena plaza de san Pedro, el Cardenal Eduardo Martínez Somalo, -entonces Sustituto de Secretaría de Estado-, recuerda que, en el viaje al hospital, dentro de la ambulancia, el Papa, cuando recuperaba el sentido, repetía una sola cosa: «Madre, Madre mía».
¡Es bonito! De nuevo se ve la mano de la Virgen.
Alí Agca dijo que, para el atentado, tenía todo previsto… menos una cosa. ¿Cuál? ¡La fecha! (13 de mayo, fiesta de la Virgen de Fátima).

¡MADRE, MADRE MÍA!

Bueno, pues allí lo tienes. Te lleve por donde te lleve este año: «Madre, Madre mía. Madre, Madre mía». Se pueden venir muchas cosas, algunas (porque nunca faltan) contrarias, difíciles, pero si contamos con Ella vamos seguros.

“María vence en la cruz. Ella es (como decía un Papa) vencedora de todas las batallas de Dios. Y vencedora salió junto a su Hijo de aquella terrible batalla del calvario. Su arma: su fe, su estrategia: confiarse en Dios, he aquí la esclava del Señor.
Acude siempre a ella, con ternura, con confianza. Especialmente en las dificultades. En esa cruz que no consigues aceptar con alegría, en ese pecado que no logras vencer, en eso que te preocupa o en lo que te hace sufrir, ve con tu madre la Virgen.
Ella lucha por ti, no combates solo. Y recuerda que ella es vencedora de todas las batallas de Dios, también de la tuya… si le dejas.”

(cfr. Septiembre 2016, con Él. Antonio Fernández)

CON MARÍA SI PUEDO

¿Cuánto estamos dispuestos a esforzarnos…?, ¿Cuánto estoy dispuesto a dar en este año que comienza…? ¿Tengo fuerzas suficientes…? ¡Yo no, pero con María sí!

“María, auxilio de los que caen. Madre, ven a mí. Acudo a ti. Me pasa esto y lo otro. Me he quedado sin fuerzas. Mil voces me gritan que no vale la pena ir en pos de Jesús. Madre, te amo. Procuraré llevarte siempre conmigo.
La Señora me mira. Me escucha. Me conoce. Sabe lo que me pasa. Reza por mí. Ella me abraza. Me besa en la frente y me sopla al oído unas palabras: «No te preocupes, Jesús sabe que luchas por El.
Yo estoy siempre junto a ti. No tengas miedo a esos dragones que quieren apagar tu fuego de amor. La pereza, el odio, la envidia, la ira, la tristeza… o cualquier locura que te quiera apartar de Él.
Si no consientes, aunque te quieran cegar, no te vencerán y, si caes, yo te llevaré en brazos. En mi Corazón Misericordioso encontrarás siempre el perdón de Jesús. Yo soy tu Madre».”
(Acercarse a Jesús con María, Josep Maria Torras).

MARÍA, MADRE MÍA

¡Qué suerte tenemos! ¡Qué buena Madre es María! Hoy lo celebramos solemnemente. No dejes de festejarlo y de darle gracias a ese Niño que nos ha dado a su Madre como Madre nuestra.
Un autor se metía en la gruta con la imaginación y, en confidencia, le decía al Niño, (lo podemos decir nosotros ahora) le decía:

“Tú sabes que los hijos siempre nos engañamos pensando que nuestra madre es la mujer más hermosa del mundo. Quizá aceptamos que sus ojos no son los más bonitos, pero sí que lo es su mirada.
Y, aunque sus labios envejezcan, para nosotros su sonrisa siempre será la más joven. Y si se dobla con los años y se llena de arrugas, todo eso sólo contribuirá a hacerla más graciosa. Así es siempre.
Por eso una madre es más bella cuando tiene muchos hijos: porque son muchas las miradas que la embellecen.”
Sin embargo, tú, cuando veas los ojos de tu madre y los compares con lo más bonito de la tierra, no te engañarás. Tus piropos nunca serán exageraciones, te lo digo yo. Y no lograrás hacerla más hermosa por mucho que la contemples”

El Belén que puso Dios, Enrique Monasterio).

madre mía

LA MEJOR MADRE DEL MUNDO

¡Qué razón tiene este hombre! ¡Y además resulta que es mi Madre! Es madre de Jesús, es Madre de Dios, pero es mi madre.
No dejes de meterte en la escena. No dejes de arrancar este año en ese rincón del mundo donde todo arranca, donde todo tiene su punto de apoyo.
Donde todo es calor de familia, donde eres hermano de Jesús, hijo del santo Patriarca José y también, por supuesto, de esa joven de 15 años que resulta ser la mejor Madre del mundo y que Jesús nos da como Madre nuestra.
Termino con los versos de un poeta, que escribía después de estar alejado de la fe, pero ya volviendo a ella. Se desahogaba con Santa María y le dedicaba unos versos… Después de pedirle varias cosas, al final, concluía de la siguiente manera:

“…Déjame ahora que te sienta humana, / madre de carne sólo, / igual que te pintaron tus más tiernos amantes, / déjame que te contemple, tras tus ojos bellísimos, / los ojos apenados de mi madre terrena, permíteme que piense / que posas un instante esa divina carga / y me tiendes los brazos, / acunas mi dolor, / hombre que lloro. Virgen María, madre, / dormir quiero en tus brazos hasta que en Dios despierte”
(Dámaso Alonso, A la Virgen María).


Citas Utilizadas

Nm 6, 22-27
Sal 66
Ga 4, 4-7
Lc 2, 16-21
Josep María Torras
Antonio Fernández
Enrique Monasterio
Dámaso Alonso

Reflexiones

Madre mía, queremos siempre acudir a ti. Que cuando sintamos que no tenemos más fuerzas, podamos sentir tu protección, tu cercanía, tu abrazo maternal. No permitas que jamás nos alejemos de tu Hijo.

Predicado por:

P. Federico

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