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LA VIDA CON JESÚS

Un corazón como el de Jesús
VIVIR CON JESÚS

Quizá uno con estos audios -tal vez-, uno podría quedarse por encima, muy a la superficie, si por ejemplo el sacerdote solamente hablara, o si los que escuchan solamente escucharan; nos quedamos todos muy a la superficie.

No, porque de lo que se trata -y por eso el nombre de esta idea, de todo este proyecto-, es que sean de verdad 10 minutos con Jesús. Es decir, que el sacerdote cuando habla -que por supuesto que habla-, que no sólo hable el sacerdote, sino que de verdad haga oración, hable con el Señor, hable con Jesús, que yo esté con Jesús. “Contigo Señor, estos 10 minutos”.

Y luego que los que escuchan, por supuesto escuchan, pero que no solo escuchen, sino que, en verdad, junto con escuchar, que nazca, que brote la oración. Tomar quizá alguna idea, quizá algunas palabras, y dirigirlas a Jesús. De verdad tratemos de que estos 10 minutos sean 10 minutos con Jesús. 

MINUTOS DEDICADOS A JESÚS

Por eso tiene mucho sentido ahora mismo, por ejemplo, dirigirse al Señor y decirle -yo se lo digo en voz alta, tú se lo puedes decir también con el corazón, “Jesús te quiero. ¡Oh Jesús! quiero que estos 10 minutos, Señor, quiero que mis 24 horas, sean contigo. Sino ¿qué voy a querer? Sino ¿pa’ qué?

Este diálogo es el que uno quiere tener, verdad, con Jesús; conversando con Él, estos 10 minutitos, sólo dedicados a Él. Pero también durante el día que, mientras uno pone y saca platos de la mesa, al mismo tiempo tenga como un diálogo con Jesús, constante. Digo, estoy sacando y poniendo platos en la mesa, pero al mismo tiempo lo puedo estar compartiendo, viviendo con Jesús.

Claro que al Señor le hace ilusión eso ¡Le encanta eso! Y también uno puede estar quizá, no sé, haciendo deporte, y estoy haciendo deporte, obvio, pero estoy con Jesús y puedo estar compartiendo con Él, y de tanto en tanto mirarlo con el corazón, quizá decir alguna palabra cariñosa.

Y entonces ese poner y sacar platos de la mesa, o este hacer un rato de deporte, o esas abundantes horas de trabajo concentrado, serio, ese trabajo, ese deporte, esa vida de familia, poner y sacar platos y ayudar, son también vida con Jesús: es oración.

EN EL MAR DE GALILEA

Y hoy día, en el evangelio de la Misa, vemos una escena que cuenta San Juan del capítulo 6, justo después de la multiplicación milagrosa de los panes y los peces, vemos que gente conversa con Jesús, buscan al Señor.

Pero claro, el día anterior, si el lago de Galilea -el Mar de Galilea-, si el lago fuera como un reloj así, redondo, uno diría como para ubicarse, todo esto lo de la multiplicación de los panes y los peces fue, digamos, como a la una de la tarde más o menos, como a esa altura: o sea al norte del lago y un pelín tirado hacia la derecha. A la una de la tarde, más o menos, si fuera un reloj.

Pero al día siguiente, ya Jesús no está allí, sino que se ha movido durante la noche -los apóstoles en la barca, Jesús caminando sobre el agua- y ahora ya no están, digamos, a la una de la tarde de ese reloj del lago, sino que están más o menos ahora en Cafarnaún. O sea, diríamos, como si fuera un reloj, a las, que sé yo, diez y media, once en el reloj; un poquito tirado a la izquierda ahora.

¿CÓMO REALIZAR LAS OBRAS DE DIOS?

Bueno, y están ahí, y la gente lo va a buscar. El día anterior Jesús ha multiplicado los panes y los peces, los ha alimentado y, además, así como en Caná fue súper buen vino, Jesús seguramente que aquel fue muy buen pan.

Y entonces, dice San Juan:

“Al encontrarlo en la otra orilla del lago le preguntaron: Maestro, ¿cuándo has venido aquí?” 

(Jn 6, 25)

Conversan con Él, lo busca a Jesús. “Pero el Señor -dice San Juan-, les contestó: En verdad, en verdad les digo que me buscan, no porque han visto signos 

El Señor hacía cosas, signos, para mover al cariño, para mover a la fe, y el Señor les dice: ¡Oye, ojo! Porque, dice:

«me buscan no porque han visto signos, sino porque comieron pan hasta saciarse”.

(Jn 6, 26).

Entonces el Señor los anima, así como animó a la mujer samaritana, no solamente agua H2O, sino agua que salta hasta la vida eterna. Así también Jesús anima, como animó a la mujer samaritana, cómo animó a Nicodemo, a mirar más allá, bueno aquí les dice: trabajen, es decir, muévanse, hagan cosas. Trabajen no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna; el que les dará el Hijo del Hombre, porque a éste lo ha sellado el Padre, Dios.

Y ocurre lo mismo que con Nicodemo, y ocurre lo mismo que con la samaritana, y quizá también ahora lo mismo con nosotros, que el Señor nos anima -por decirlo así-, despierta en nosotros un hambre, una sed de más.

VER CON LOS OJOS DEL CORAZÓN

Y uno ve -lo cuenta San Juan hoy día- ellos le preguntaron, están conversando con Él, y el Señor, por decirlo así, les ha picado no solo la curiosidad sino el hambre, la sed de más, esa sed que uno reconoce en el propio corazón. 

“Ellos le preguntaron: ¿Y qué tenemos que hacer para realizar las obras de Dios?” (Jn 6, 28). El Señor los acaba de animar a eso: muévanse, trabajen por cosas más grandes, por el alimento -no solo el pan de esta tierra, sino el pan de vida eterna, es el alimento que no perece.

Entonces, “Señor, ¿qué tenemos que hacer?”. Nosotros también se lo podemos preguntar, tú se lo puedes preguntar ahora, sinceramente. “Señor, yo hoy día voy a hacer un montón de cosas, estoy haciendo un montón de cosas. Pero, Señor, ¿qué es lo que tengo que hacer para de verdad saciar esta hambre profunda, para llenar el corazón de esa belleza que busco para poder ayudar de verdad a la gente que me rodea? ¿Qué tenemos que hacer para realizar las obras de Dios?”

 LA LUZ DE LA VIDA ORDINARIA

Y, Jesús, igual que con la samaritana, igual que con Nicodemo, a nosotros también, dice: “Responde Jesús: la obra de Dios, las obras de Dios, las cosas que Dios nos pide, las cosas que hace Dios también. La obra de Dios] es ésta, que crean en el que Él ha enviado” (Jn 6, 29).

Es sorprendente porque el Señor no les dice, no sé, que se pongan a remar por el lago, no les dice vayan a trabajar en tal o cual oficio, a pescar o a recaudar impuestos, o de carpinteros como era su oficio, como era el de San José. El Señor les habla muy de fondo, les dice esto: Crean en el que Él ha enviado, en el que el Padre ha enviado. 

Es decir, mientras pescas, mientras trabajas de carpintero, mientras pones y sacas la mesa, mientras educas a niños o adolescentes o a gente mayor, mientras educas o trabajas en esto o en lo otro: cree. Que eso ilumine todo. Sea que recaudan impuestos, que seas pescador, que administres tu casa… lo que sea. Las obras de Dios, la obra de Dios es ésta: cree.

Unirse a Jesús en todo lo que hacemos. Eso es lo que queremos hacer ahora tú también se puedes decir, yo también se lo digo, quizá teniendo en mente lo que tenemos hoy entre manos, la agenda de hoy, lo que llena nuestro día.

ACCIONES QUE SON AMOR

“Señor que yo esté hoy día Contigo, Señor yo… -se lo puedes decir tu también ahora, eso es oración verdadera, es un deseo del corazón que también Él mueve, el Espíritu Santo desde adentro- Señor te quiero, te quiero querer con todo lo que haga hoy y lo quiero vivir Contigo. Quiero que lo que haga hoy, perdure para la vida eterna, quiero que esté lleno de Dios”. ¡Claro que lo queremos!

Y en verdad, si nos fijamos en la vida de la Virgen Santísima, si nos fijamos en la vida de San José, si nos vamos fijando en la vida de tantos santos… sí, de santos como esplendorosos, digamos, o tan, no sé, como famosos quizá de la historia, ¡claro que sí! Pero también de los santos de la puerta de al lado, de esos que habla el Papa, de esa santidad corriente, ordinaria, en la vida real, en nuestra vida.

Bueno así, como la Virgen, como San José, como los santos de la puerta de al lado, así queremos vivir. Se lo decimos ahora, Jesús, verdad.

Bueno en verdad vemos cómo el Señor nos anima a esto, como ahí a la orilla del lago, conversando con Jesús, hablando con Él. Y Él toma nuestro corazón, nos dice: Más. Oye, rema y pesca mar adentro, ¡lánzate! Esas cosas que tienes entre manos, pero más. Con más amor de Dios, con mas sentido de eternidad.

Terminemos nuestra oración, quizá, a través de la Virgen, a través de San José, pidiéndole: Señor, auméntame la fe, auméntame la esperanza, auméntame el amor.

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