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P. Manuel

6 min

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INCLUIR A DIOS EN TODO

Proyectemos con el amor a Dios los tiempos de las buenas conductas de las personas, que sería la civilización del amor. Vivir de acuerdo con la Voluntad de Dios. No dejarle sitio al diablo. Luchar contra la tibieza que ciega y permite caídas más graves.

En el evangelio de hoy hay unas palabras de Jesús, que dicen:

“…Si saben interpretar el aspecto de la tierra y del cielo, ¿cómo no saben interpretar el tiempo presente? ¿Cómo no saben juzgar ustedes mismos lo que se debe hacer?”

(Lc 12, 56-57).

Hoy con el avance de la tecnología, se puede predecir el tiempo. Se puede saber si va a llover o va a haber sequía. Se predicen los fenómenos naturales, como el fenómeno del niño. Si las temperaturas van a estar elevadas, si hará mucho frío o mucho calor. Se predicen los vientos, los huracanes, los tifones. También, el peligro de un tsunami.

En cambio, ni la tecnología ni la inteligencia artificial pueden predecir con exactitud cómo serán los tiempos futuros que vamos a vivir. Que no solo tienen que ver con los datos geográficos o atmosféricos, sino con la conducta de los seres humanos.

Si miramos para atrás, podemos decir cuáles fueron los tiempos de paz o los tiempos de guerra; también los tiempos de escasez distintos de los tiempos de bonanza. Los tiempos de pandemia, de confinamiento de los tiempos saludables y de libertad.

También se habla de los tiempos de inseguridad, haciendo referencia a la delincuencia o al terrorismo. Y nunca nos imaginamos el horror de esta guerra que está viendo ahora, entre Israel y Hamas. ¡Nunca nos imaginamos esta terrible guerra y matanza que estamos viendo hoy en el mundo!

Todos soñamos con tiempo de bonanza, de libertad, de paz, de alegría. Todos quisiéramos que la sociedad sea, como decía el Papa San Juan Pablo II, la civilización del amor.

Entonces viene la pregunta, ¿qué debemos hacer para lograrlo? La respuesta inmediata, cae sobre su propio peso: Para lograrlo, incluir a Dios y vivir de acuerdo con su voluntad.

NO DEBEMOS ALEJARNOS DE DIOS

Todo el desorden que hay en el mundo se debe a que el hombre se ha alejado de Dios. Es más, el hombre de hoy quiere enmendarle la plana a Dios, quiere sustituirlo. Cree que él tiene todo el poder en sus manos. El hombre de hoy se ha endiosado.

Otros en el mundo se dedican a perseguir a Dios, a quitar de la tierra todo signo cristiano. Hoy se queman Iglesias, se matan los cristianos solo por el hecho de ser cristianos.

Cuando el hombre se aleja de Dios, el demonio, que existe y que no se toma vacaciones, se aprovecha y se cuela. Se mete donde encuentra un espacio. Si alguien se descuida y deja una puerta abierta, el diablo entra por allí. Incluso, si uno deja una ventana mal cerrada, se mete por las rendijas.

¿Y qué quiere hacer el demonio? Eliminar a Dios. Que la gente viva sin Dios, que la gente viva como si Dios no existiera. Al diablo le encanta que una persona decida tener un trato tibio con el Señor y diga: Yo solo rezo cuando me apetece o cuando hay alguna urgencia, pero si no, no. Yo no tengo por qué estar rezando todo el día… yo estoy bien así.

¿Por qué tengo que sacrificarme? ¿Por qué tengo que llevar la cruz? Si así estoy bien, si soy una buena persona y ayudo a los demás, procuro hacer el bien…

El que piensa así, se parece al fariseo del evangelio que rezaba y le decía a el Señor: Señor, yo no soy como los demás hombres…, yo rezo, pago mis diezmos, soy justo, no le hago daño a nadie… (cfr. Lc 18, 11), decía todo lo bueno que era.

Aquí se ve, como la vanidad ciega. El Señor no escucha esa oración. Escucha la oración del publicano que no se atrevía ni a levantar la cabeza y estaba arrepentido de sus pecados.

HACER LA VOLUNTAD DE DIOS

Antes, el Señor lo había anunciado:

“No todo el que dice, Señor, Señor, entrará en el Reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre, que está en los Cielos.”

(Mt 7, 21).

O sea, no se trata de decir Señor, Señor y hacer unas peticiones o contarle unas cosas, hay que hacer su voluntad. ¡Su voluntad! El mismo Señor nos ha enseñado en el Padre Nuestro:

“Hágase Tu voluntad, así en la tierra como en el cielo…”.

Es lo más importante: hacer la voluntad de Dios. ¿Qué quiere Dios que yo haga?

Y lo tremendo es que muchas personas no saben qué es la voluntad de Dios o cuál es la voluntad de Dios. Piensan que la voluntad de Dios es lo que ellos piensan, lo que ellos sienten o lo que ellos desean.

Hoy, mucho se habla de discernimiento, pero tampoco saben lo que significa discernir. Creen que discernir significa: voy a ver si esto me conviene… esto que me están proponiendo, a ver si es para mí o si no es para mí, si me atrae o no me atrae, si me gusta para poder aceptarlo.

La palabra discernir está más cerca de otra que se llama “barruntar” y que lo empleaba San Josemaría antes de fundar el Opus Dei, el “barruntaba”, decía.

Y barruntar era que sentía algo que Dios quería y no sabía lo que era. Y por eso se puso a rezar y le pedí al Señor como el ciego del evangelio:

“Señor que vea, Señor, que vea.”

(cfr. Mc 10, 51).

Le pedía a la Virgen: ¡Señora, que sea! Que sea eso que Dios quiere.

Él no pedía luces para ver si le convenía o no le convenía, si iba con sus gustos o preferencias. Le pedía luces, para ver lo que el Señor quería, cuál era la voluntad de Dios para él. Estaba dispuesto a dejar sus gustos, sus preferencias, cosas valiosas o entrañables, para hacer la voluntad de Dios. Porque era lo más importante, la voluntad de Dios.

SEGUIR A DIOS

El mundo está mal, porque los hombres no saben seguir a Dios y todos tenemos que seguir a Dios. Para eso Cristo vino al mundo y el seguimiento de Dios implica sacrificio, renuncia, entrega. Es el amor a la cruz.

Por eso el Señor nos dice:

“El que quiere venir detrás de mí, niéguese a sí mismo -la negación del yo, ¿no? tome su cruz de cada día y sígame.” (Mt 16, 24).

El amor a la Cruz no es un amor de un masoquista, no. No es el dolor por el dolor, sino la persona enamorada que está dispuesta a pisar su “yo” para seguir la voluntad de Dios, para hacer la voluntad de Dios, que cuesta. Que implica sacrificio, mortificación, pero ahí está, con una alegría grande.

La soberbia y el egoísmo son los principales obstáculos. El hombre soberbio mide distinto, siempre está viendo su conveniencia y sus sentimientos, quiere que todo le sea favorable a él. Acepta a las personas que le son favorables a él, en el modo de pensar, el modo de vivir; y, no se da cuenta que esas relaciones humanas sin Cruz suelen ser tóxicas.

Es la gran tentación de muchos que pone en su corazón en lo que les conviene y después, cuando pasa el tiempo, vienen las peleas, los enfrentamientos, los enfriamientos… No se ha sembrado en terreno bueno.

Porque, Dios ha venido para que hagamos su voluntad y tenemos nosotros que escuchar lo que Dios nos dice siempre.

Unámonos ahora la oración del Papa y de tantos cristianos que están pidiendo por la paz del mundo. Para que acaben las guerras, los conflictos de los seres humanos y solucionen los problemas dialogando y rezando.

Recemos por la Iglesia para que todos sigamos a Cristo, que es el que nos trae la paz. Nos trae la paz enseñándonos a luchar contra el pecado.

Pidámosle a nuestra Madre la Virgen, Regina Pacis, Reina de la Paz, para que nos una a todos y aumente nuestro amor a Dios y nuestro amor al prójimo.


Citas Utilizadas

Rm 7, 18-25

Sal 118

Lc 12, 54-59

Reflexiones

Señor, queremos vivir de acuerdo con Tu Voluntad. No permitas que nos alejemos de ti…

¡Te pedimos Señor, por la paz en el mundo entero!

 

Predicado por:

P. Manuel

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