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P. Juan

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GOZAR DE BUENA SALUD

Jesús se preocupa ante todo de la salud espiritual del paralítico que le presentan sus amigos.

Jesús cruza el lago, vuelve a su pueblo y le traen -te presentan, Señor-, a un paralítico. Me imagino que estarían ya esperando tu regreso, quizás bastante tiempo dudando si quedarse o irse a ver cuándo llega el Señor, el maestro, que había curado a tantos.

TUS PECADOS TE SON PERDONADOS

Finalmente está allí con sus discípulos, desembarcan y de camino te encontrás, Señor, con este hombre que te han traído unos amigos. Está recostado en una camilla.

Y viene tu reacción que nos puede sorprender:

«Hijo, tus pecados te son perdonados»

(Mt 9, 1-8),

le decís a ese hombre.

Me imagino tu cara, Señor, al mirar a este pequeño grupo, al ver la fe de aquellos. Quizá también pudiste ver una actitud más profunda del hombre que padecía, que no podía caminar. Una actitud de quien se acerca a lo divino, de quien cree.

Y esa es tu reacción: «Tus pecados te son perdonados». Y si hubieras seguido tu camino, quizá nosotros nos quedaríamos diciendo: —Pero Señor, ¿en qué estás pensando? ¿Estás ciego? ¿No ves que está en una camilla? ¿No es para que cures sus piernas que te lo trajeron? ¿Para que pueda volver a caminar? Nadie te pidió que se le perdonara nada…

SALUD FÍSICA Y SALUD ESPIRITUAL

Y me hace pensar esto, Señor, en cómo valoramos mucho, -y es una cosa buena, nos lo decía alguna vez el Papa Benedicto- de cómo en nuestro tiempo se valora la salud física, se cuida la alimentación, el ejercicio.

Si alguien tiene malos hábitos y se le persigue un poco, de si fuma o si come cosas que le hacen mal, o si está gordo y tiene que hacer ejercicio y no hace…

Bueno, en el fondo uno puede pensar que es con buena intención, porque ayuda mucho tener buena salud, es un gran don y es algo importante. Y te agradecemos, Señor, la vida y la salud.

Pero acá se ve también, Jesús, que Vos te preocupas. Y lo decía en esa ocasión el Papa que, no hay quizá en nuestro tiempo, una preocupación análoga o paralela a esa preocupación por la salud del cuerpo, respecto a las cosas del alma.

Lo viste a este hombre, y encontraste la ocasión de unirlo a Dios. De que lo que lo separaba de Dios, el pecado, desapareciera regalándole el perdón.

En esa ocasión, los fariseos son los que murmuran y dicen que solo Dios puede perdonar los pecados. Y en esto pienso que no.

Hay como una gran diferencia entre la gente de tu tiempo Jesús, estos que se dan cuenta, -pienso yo- que era el pecado, y quién es el que puede perdonar los pecados.

Y hoy por hoy no nos haríamos ningún problema en que alguien te diga, o le diga a una persona: —Te son perdonados tus pecados. Casi como si estuviéramos hablando de algo que no existe, piensa lo que quieras. Si nos importaría curarle las piernas, curarle la salud física…

GOZAR DE BUENA SALUD
YO SOY LA VIDA

Y en estos 10 minutos con Jesús, quisiera pensar en la importancia que tiene la salud de nuestra alma, que no es otra cosa que nuestra unión con Vos.

Que quizá eso queda un poco relegada, o a veces en nuestro tiempo me parece que se confunde también un poco con la salud del alma, con algo psicológico, el sentirse bien, con el ya no sentir que te acucia una culpa.

Estar bien con uno mismo, tener una cierta paz interior, es también algo bueno. También es buena la salud psicológica y es un don…

“Y te lo pedimos, Señor, y te lo agradecemos también”.

Pero hay algo más profundo, algo objetivo que es ese don Tuyo, lo que Vos nos traes, Señor, que nos decís:

«Yo soy la Vida»

(Jn 11, 25).

«La vida con mayúscula». 

Y es esa vida de Hijos de Dios es algo más que la salud física, que es algo más que sentirse bien. Que es un don real. Que es la vida de la gracia, que es nuestra unión con Jesús. Es la inhabitación de la Trinidad en nuestra alma. Es la acción del Espíritu Santo en nuestro nuestro corazón.

¿Y esa cuánto la buscamos? ¿Cuánto nos preocupamos por tener esa salud? ¡Esa hay que buscarla!…

“Que yo valore Señor la unión con Vos, y que busque esa vida donde se encuentra”.

En los sacramentos, tanto la Eucaristía que alimenta al alma como en la unión con Jesús. También en la confesión que limpia el pecado.

El pecado es algo real, no es solo algo subjetivo que me pueda hacer sentir bien o mal. Es la posibilidad que tenemos de rechazar a Dios y estamos inclinados al pecado. Y puede provocar la muerte del alma.

Perder la salud o incluso morir, echar a Dios de nuestra alma. Y por eso viniste Vos, Señor, para regalarnos otra vez la vida, el perdón… Y yo me aparto de lo que puede dañar mi alma.

DIFERENTES POSTURAS

Quizá esto sea un tema un poquito polémico, y que cada uno tendrá su opinión, pero en la pandemia he visto gente que tiene una postura un poco negativa acerca de negar que había un virus, que es todo un invento…

Y a otro, que si piensa que es si es un peligro real, y que gracias a Dios va disminuyendo, y le pone nervioso.

Otro de que dice que es un invento y no hace falta usar tapabocas o barbijo, ni vacunarse, que es todo una conspiración. Y un médico podría decir no.

Y nos podría pasar así también si relativizamos la vida de la gracia. Esa salud del alma. ¡Que la busquemos, y la fomentemos en Vos, Señor! ¡Que crezca, y que esté fuerte!

Es algo, -que si bien nuestro cuerpo es la salud del cuerpo-, con el tiempo y tarde o temprano llegan las enfermedades.

La salud del alma puede crecer siempre si buscamos alimentarla. Si buscamos estar muy sanos, muy atléticos, muy bien en nuestra unión con Vos, Señor.

Y eso es lo que parece que querías regalarle a este hombre antes que nada. Después, efectivamente, le diste también la salud del cuerpo.

Y a veces incluso estar bien, el alma, estar en unión con Vos, nos ayuda a la salud psíquica, a no andar tan inquietos, a tener paz. Y buscar parecernos a Vos, nos puede ayudar incluso, a la salud física, porque uno no se deja llevar tanto por los gustos, puede llevar una vida más sana, puede trabajar, puede alejarse de los vicios.

GOZAR DE BUENA SALUD
LOS SACRAMENTOS

Pero que valoremos, Señor, de verdad y como verdadero fin, la unión con Vos, que nos lleva también a unirnos a los demás. Sacar lo que nos separe de la fuente de la gracia y en cambio, ir a buscarla y llenarnos de esos dones Tuyos que nos regalas a manos llenas en los sacramentos.

Y también ahora, cuando hacemos oración, cuando hablamos con Vos, cuando procuramos parecernos a Vos, cuando hacemos obras buenas.

Pidámosle a nuestra Madre, la llena de gracia, la llena de esa vida que nos regala Dios, que la valoremos siempre esa gracia como un tesoro muy grande, como un don, el más grande que nos puede hacer Dios, que es unirnos a Él mismo.


Citas Utilizadas

Am 7, 10-17

Sal 18

Mt 9, 1-8

Reflexiones

Señor enséñame a gozar de buena salud, y que mi alma se fortalezca con la frecuencia de los sacramentos. 

Que Tu presencia en mi corazón sea mi energía y motor.

Predicado por:

P. Juan

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