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P. Manuel

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¿ES OBLIGATORIO AMAR LO QUE DIOS ME PIDE?

La libertad que tanto queremos la tenemos cuando estamos llenos del amor, limpio y noble, que el Señor nos alcanza con la Virtud de la Caridad y que exige de nuestra parte la virtud de la humildad, que no es otra cosa que la verdad; por eso la Escritura dice: “La verdad nos hará libres”. Es libre el que puede amar cómo Jesucristo nos amó.

EL MANDAMIENTO DEL AMOR

«En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: —Este es mi mandamiento que se amen unos a otros como yo los he amado. Nadie tiene más amor que el que da la vida por sus amigos. Ustedes son mis amigos y hacen lo que yo les mando. 

Ya no les llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor. A ustedes los llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre, lo he dado a conocer. No son ustedes los que me han elegido a mí, soy yo quien los he elegido y les he destinado para que vayan y den fruto, y el fruto dure. 

De modo que lo que pidan al Padre en mi nombre, el Padre lo dará. Esto les mandó: — Que se amen unos a otros». 

Dios nos entrega un mandamiento nuevo, que es el mandamiento del amor. Es bueno darnos cuenta que Dios nos entrega un mandamiento, algo que debemos cumplir todos.

Es una ley que puede llamarse la ley del amor. Podría parecer contradictorio, ¿cómo puede o cómo se puede obligar a amar? (…)

Cuando escuchamos la palabra amor, solemos pensar que es algo libre, propio, que va de acuerdo a nuestras preferencias y gustos. —Yo amo lo que quiero, lo que me gusta… —Ahora siento amor… —Ahora no siento amor…

¿Qué es lo que me quiere decir Dios al darme un mandamiento, un mandamiento del amor?

Dios pone la dirección que debe tener nuestro corazón para acertar, pone un orden y nos hace ver, a quienes tenemos que amar primero. Este orden que Dios pone en nuestra vida, es el que nos hace libres y felices.

Si tenemos un carro que corre mucho y simplemente aceleramos para gozar de la velocidad, nos podríamos estrellar. Tenemos que ver las señales de la carretera, los semáforos que nos permitan pasar, las desviaciones que nos indican que se está arreglando una pista. No depende solo del carro y de la velocidad.

Las personas que van con el corazón abierto sin ningún orden pueden desbocarse y pueden caerse en los pantanos y llenarse de una gran podredumbre que los esclaviza y los destroza.

AMAR ES LO QUE DIOS ME PIDE

¡Cuántas tragedias vemos en el mundo por los desórdenes de los corazones humanos! Traiciones, rupturas, feminicidios, suicidios… Es por eso muy importante, atender al mandamiento.

Lo más importante que puede hacer un ser humano en el mundo, es amar. Pero no amar cualquier cosa, porque las cosas podrían impedir el orden que debe tener nuestro corazón para amar primero a Dios.

Los mejores espacios deben ser para Dios. Es Dios el que más nos quiere, el que nos conoce mejor, al que más le debemos y muchas cosas.

Luego otro espacio para el prójimo, empezando por la familia y de acuerdo a la edad: el amor de los padres a los hijos; el amor de los hijos a los padres, entre los hermanos. Y el amor a los abuelos y también, de los abuelos a los nietos…

Es el amor de amistad a todas las personas, y Cristo es el modelo de amor.

En La Escritura nos dice:

«Nadie tiene más amor que el que da la vida por sus amigos». 

Y Jesucristo ha dado la vida por nosotros. Y Él nos ha dicho:

«Ámense los unos a los otros como yo los he amado».

ES OBLIGATORIO AMAR LO QUE DIOS ME PIDE

DISTINGUIR ENTRE LOS AMORES

Es por eso muy importante, distinguir el amor de otros acercamientos humanos. Los acercamientos, por ejemplo, de los colegas, no necesariamente es amor… Los acercamientos de los hinchas, cuando estamos allí en el estadio, gritando los goles y abrazándonos porque el equipo ha ganado. Termina el partido y se acabó. Eso no es amor.

Los acercamientos de los consensos humanos, cuando estamos de acuerdo con la opinión pública en cosas que se dicen, la mentalidad de ahora, tampoco es amor.

O entre los socios de un negocio, ese acercamiento, que están allí día y noche conversando, no necesariamente es amor de amistad. O los cómplices, peor, eso no es amor.

El acercamiento a un dueño, a un jefe, porque tengo que acercarme a él, porque si no me acerco a él, me quita el sueldo o me considera menos. O al revés…

el acercamiento del jefe al dependiente porque lo quiere utilizar para su negocio y no necesariamente es amor…

Incluso el amor de dos enamorados, que puede ser un amor posesivo de dos egoístas, así hay que decirlo, que se engríen el uno al otro, no se la pasan bien entre ellos, y lo que buscan es el placer solamente de ambos. Pasarla bien, pasar un buen rato, estar juntos.

Si nos fijamos en Jesucristo, aprendemos lo que es el amor. Jesucristo, que da la vida, que se entrega… Que sufre, y se sacrifica y que quiere que mejoremos.

Cada vez que conversamos con Él nos dice: —Tienes que mejorar, tienes que ser bueno.

Así tiene que ser nuestro amor también con el prójimo. Que la gente mejore, que sean buenos, igual que Jesucristo.

Y Jesucristo, quiere llevarnos al Cielo. Igual nosotros estamos en la Tierra para ir al Cielo, es la finalidad, ¡llegar al Cielo! Y cuando amamos estamos llevando a la gente con nosotros al Cielo.

En cambio el amor desordenado, se queda, pues, en pasarla bien: mi placer, mi comodidad, mis diversiones…

Esa gente que me cae bien lo busco porque quiero un negocio o en otros ámbitos también el peligro de la doble vida, no? En mi casa me porto mal y con mis amigos me porto bien.

O amo a una mascota más que a un ser humano. A veces al perro se le ama más y eso es un desorden del corazón.

Y además, la soberbia que todos tenemos, nos ciega. Y uno dice: —Yo soy así, no soy malo. Hago cosas buenas, yo estoy bien…

ES OBLIGATORIO AMAR LO QUE DIOS ME PIDE

ACERCAR A LOS DEMÁS A DIOS

Y el Señor nos dice en los evangelios:

«—No todo el que dice: Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre». 

«Y muchos me dirán: —En aquel día en tu nombre, arrojamos demonios, hicimos cosas buenas, profetizamos.

Yo les diré: —Apártense, obradores, iniquidad». 

Osea, el Señor nos dice:

«—El que escucha mis palabras y las pone por obra, es el que edifica su casa sobre roca».

Y Dios nos da los mandamientos, y nos ha dado el mandamiento del amor, ese mandamiento que nos hace amigos de Dios, que hace que nuestro corazón sea grande.

Es el mandamiento que nos hace amar a todas las almas, a toda la gente, y que busquemos que la gente se acerque a Dios. Y que debe ser una constante en nuestra vida, en todas nuestras épocas.

Hoy quisiera recordar a un santo que la Iglesia ya lo ha proclamado beato. Se trata de don Álvaro del Portillo, un sacerdote santo, sucesor de san Josemaría Escrivá, a quien tuve el gusto de conocer (y conocí a los dos), tuve la suerte de estar en Roma en esos años.

Gracias a Dios, la devoción a don Álvaro se ha ido extendiendo por todo el mundo y hoy, 12 de mayo, es su día. Pidámosle al Señor por su pronta canonización, que será de un bien grande para toda la Iglesia.

Quienes conocemos a don Álvaro sabemos perfectamente que es así. ¡Cuánto bien se puede hacer a muchísima gente, con la vida santa de don Álvaro del Portillo!

Se lo pedimos también a la Virgen y recordamos que mañana es la Virgen de Fátima, 13 de mayo. Y pasado mañana en el Perú se celebra la Virgen de la Evangelización.

Que tengamos mucha fe en la Virgen y que podamos decir frente a todo lo que tenemos que sacar adelante, esa misión que el Señor nos ha encargado a cada uno de nosotros.

Cuando vemos los problemas y vemos las dificultades, que podamos decir lo que dijo San Juan Pablo II cuando le presentaron un mundo muy revuelto y difícil. ¿Qué dijo san Juan Pablo II? Él pegó con el puño en la mesa y dijo: —¡La Virgen lo conseguirá!

Que sepamos nosotros también decir lo mismo: ¡La Virgen lo conseguirá!


Citas Utilizadas

Hch 15, 22-31

Sal 56

Jn 15 12-17

Reflexiones

Señor, dame la fe, dame la perseverancia y la confianza para decirle a Tu Madre esas mismas palabras:

¡La Virgen lo conseguirá! ¡Que nos haga el milagro!

Predicado por:

P. Manuel

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