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P. Rafael

7 min

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DESVELOS DE PASTOR

Hoy celebramos el llamado Domingo del Buen Pastor. Es una oportunidad de asombrarnos ante los cuidados de Dios y sus desvelos por nosotros, que libremente queremos ser ovejas de su rebaño.

Los amigos y familiares del brasileño Baltazar Lemos se enteraron de su enfermedad mortal a través de las redes sociales. Al poco tiempo, lamentablemente, se enteraron también, a través de las redes, de su fallecimiento. Supieron la fecha de velorio y allí estaban.

Quienes acudieron a su funeral se llevaron un terrible susto, porque allí, en plena capilla velatoria, el propio Baltasar se les apareció a los que estaban presentes. No es que Baltasar hubiese resucitado y tampoco se trataba de un fantasma. En realidad, Baltasar no había muerto, sino que se había escondido tras esa fachada que había construido, la fachada de su enfermedad y de su muerte, para sorprender a sus más cercanos.

Ante la mirada atónita de los que estaban allí en la capilla velatorio, el hombre les explicó por qué había hecho todo aquello y dijo: -Yo quería saber quién iría a mi velorio y no solamente a mi cumpleaños.”

¡Qué atrevida esta esta iniciativa! ¿No? Probablemente este hombre habrá tenido sus motivos, pero creo que estarás de acuerdo conmigo en que el fin no justifica los medios. La verdad es que, pudo haber elegido otro modo, pero con esto, lo que hizo fue herir a las personas que más lo querían.

Asombrosamente, aunque esto pueda parecer absurdo, hay quienes creen que lo que celebramos en la Semana Santa es un escenario parecido. Por ejemplo, hace ya muchísimos siglos, al inicio de la Iglesia existió una herejía llamada herejía docetista. Lo que proponía esta herejía era que el cuerpo de Cristo, no era verdaderamente humano, sino solamente en apariencia.

La consecuencia lógica de esto es que Dios, como no puede sufrir y como tampoco puede morir, entonces su pasión y crucifixión habrán sido también una simulación. Si esa herejía fuese cierta, se asemejaría a esta historia del inicio, porque en el fondo Jesús habría simulado todo para después reaparecer y desenmascarar a sus enemigos, para poner a prueba sus discípulos y así saber quién iría a su velorio y no solamente a su cumpleaños.

JESÚS ES EL BUEN PASTOR

EL BUEN PASTOR

Afortunadamente, el evangelio nos demuestra que es todo lo contrario. Si esto de verdad fuese cierto, lo primero que haría Jesús sería (lo que haría una persona que lo que está buscando es venganza), se aparecería ante las multitudes, esas que días antes lo que clamaban era su cabeza y gritaban a todo gañote: -A ese no, a Barrabás.

Le mostraría su regreso glorioso, de modo que quedarían petrificados de pánico, echándoles en cara a su equivocación… Como una especie de ajuste de cuentas, una especie de venganza. Lo mismo, esperaríamos que hiciera con sus discípulos, a quienes tendría que reprocharles el haberle negado y dejarlo solo en la cruz.

En cambio, lo que vemos en el Evangelio es mucho más sorprendente y mucho más conmovedor. Lo primero que hace Jesús, en vez de eso que acabamos de decir, es aparecerse a los suyos, pero para consolarlos. Él sabe que se han cumplido bien esas palabras del profeta Zacarías:

“Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas.” (Zc, 13, 7).

Jesús se aparece a los discípulos de Emaús, que todavía están desconcertados y no asimilan todo lo ocurrido en Jerusalén y les tranquiliza, explicándoles que todo había sido anunciado en las Escrituras. Se aparece a los apóstoles y sus primeras palabras son:

“La Paz, esté con ustedes.”

(Lc 24, 36).

No hay reproches, no hay venganza, solamente deseos de paz.

Se aparece también a Magdalena, que llora desconsolada y le dice:

“ ¿Por qué lloras?”

(Jn 20, 15).

Y ya sabemos la alegría que le dio a esta santa mujer.

Es que todo esto lo que nos recuerda es que Jesús no está buscando venganza, sino que él es el Buen Pastor que va en busca de las ovejas que están aturdidas, desconcertadas, atormentadas.

Él acude a ellas primero, porque son las que más lo necesitan. Sería una tontería desconfiar de este Buen Pastor. Pero, lamentablemente, no es poco frecuente que suceda.

AGRADECER A JESÚS

Esas ovejas somos nosotros, eres tú, soy yo. Y vamos a aprovechar que la liturgia de la Iglesia nos propone este “Domingo del Buen Pastor” para asombrarnos y agradecer, una vez más, esos desvelos de Dios por sus amadas criaturas.

Hoy, Jesús, vuelve a decirnos a ti y a mí:

“Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas (…) Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla. Este es el mandato que he recibido de mi Padre.”

(cfr. Jn 10, 11-18)

Palabras mayores y así nos despertamos del acostumbramiento y agradecemos esos desvelos del Buen Pastor. ¡Qué asombroso hasta dónde es capaz de llegar el amor de Dios por nosotros, que somos sus ovejas!

La Iglesia quiere que meditemos hoy este evangelio, porque, aunque la figura del pastor y las ovejas nos sirve para comprender mejor ese amor que Dios nos tiene, esta imagen, admite también ciertas correcciones, porque no es del todo perfecta.

Entre otras cosas, porque nosotros, a diferencia de las ovejas, contamos con la propia libertad. Es verdad que la oveja se parece a nosotros porque es un animal no especialmente inteligente, no advierte con tanta facilidad los peligros. Tampoco cuenta con garras o colmillos o fuerza para defenderse de los depredadores. Pero para eso está el pastor. Y, a diferencia de nosotros, las ovejas, apenas oyen su voz, acuden a su llamado.

Por eso es que, esta imagen del pastor y de las ovejas es buena, es evangélica, pero es imperfecta. Porque cuando lo aplicamos a nosotros hay importantes diferencias.

JESÚS RESPETA NUESTRA LIBERTAD

Nosotros tampoco nos enteramos de los peligros del pecado tan fácilmente. Tenemos un Buen Pastor que nos lo advierte, pero nuestra soberbia nos hace creer que son meras exageraciones. Y, a veces, tardamos en darnos cuenta del daño que le hacemos a nuestra propia alma por falta de humildad.

Es cuando Dios nos dice: “Hazme caso, que te conviene vivir junto a mí, te conviene no distraerte en las praderas donde te espera el lobo; o cuando nos dice, confía en mí, que los caminos por los que yo te llevo no son los más rectos, pero sí que son los más seguros, aunque, a veces, te parezca que te exijo más de la cuenta o que te dejo abandonado.”

También cuando nos dice: “Mira, para poder llegar al sitio seguro, a través de mis caminos, tienes que soltar el peso que no te hace falta, el peso que sobra. El peso innecesario de los apegos materiales, de los sentimientos que te impiden avanzar, de los vicios que te ciegan y que te impiden aspirar a praderas mejores.”

Por una parte, la oveja está condicionada por su instinto y por eso obedece con docilidad.

Nosotros, en cambio, tenemos una libertad con la que podemos elegir nuestro propio criterio, incluso por encima del criterio de Dios. También una libertad con la que podemos amarlo, porque Él nos amó primero y confiar en este Buen Pastor que se desvive en detalles para animarnos a confiar en Él.

Para esto es imprescindible que nos vayamos familiarizando cada vez más con su voz en la oración personal; que nos alegremos cada día más cuando lo encontramos en cada comunión. Que mantengamos el alma limpia en la confesión para poder así afinar el oído y poder escuchar más claramente sus indicaciones a lo largo del día. Cosa que, solamente, puede hacer un alma en gracia.

DEJARNOS GUIAR POR EL BUEN PASTOR

Quienes somos ovejas de su rebaño, ¿somos conscientes de la responsabilidad de la propia santidad para poder permanecer en su redil?

En el evangelio de hoy nos muestra a Jesús, que también nos dice:

“Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil;

(yo me atrevería a decir: tengo otras ovejas que todavía no son de este redil)

también a esas las tengo que traer y escucharán mi voz y habrá un solo rebaño y un solo pastor.” ( Jn 10, 16).

Señor, yo siento la responsabilidad de cooperar contigo a que más alma se enteren de la maravilla de seguir tus pasos.

Tú qué haces la oración conmigo, estos 10 minutos de oración con Jesús, es verdad que somos ovejas que se desarrollan con una facilidad impresionante. Es verdad que nos descarriamos y nos despistamos también con una tremenda facilidad.

Pero, podemos hoy tomar esa decisión, la decisión más inteligente de nuestra vida: dejarnos guiar siempre por el Buen Pastor. Ese que sale siempre a nuestro encuentro, que se desvive por nosotros y nos busca, incluso, si nos hemos ido muy lejos.

Ese qué se desvela con una ternura asombrosa, que nos cuida con una paciencia infinita. Ese buen pastor que lo único que espera de nosotros es que nos demos cuenta de que esa libertad la tenemos, para seguirle y para volver a Él cuantas veces haga falta.

Este es nuestro Buen Pastor y nosotros, si queremos, podemos ser sus ovejas.


Citas Utilizadas

Hch 4, 8-12

Sal 117

1Jn 3, 1-2

Jn 10, 11-18

Reflexiones

 

Gracias Señor por tus cuidados, por los desvelos por nosotros. Queremos libremente ser ovejas de Tu rebaño, por favor, ayúdanos.

Predicado por:

P. Rafael

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