< Regresar a Meditaciones

P. Federico

Escúchala

6 min

ESCUCHA LA MEDITACIÓN

DES-TRABA-CORAZONES

Existe una palabra que destraba corazones: perdón. No es fácil de pronunciar, pero nos jugamos mucho en aprender a hacerlo.  Necesitamos vivir en el perdón de Dios y en el perdón de los demás.  Y los demás necesitan vivir en nuestro perdón.

En una clase, el maestro preguntó a sus alumnos cuáles eran las cinco palabras más difíciles de pronunciar. Hubo un silencio total.

Ningún alumno se atrevió a decir palabra alguna. Entonces el profesor, al ver que nadie respondía, dijo: —Son estas cinco: Otorrinolaringólogo, Institucionalización, Desoxirribonucleico, Esternocleidomastoideo y Perdón.

¡Vaya sí no! Se me traba la lengua con las primeras cuatro, pero con la quinta se me traba el corazón…

Existen trabalenguas, y existen “traba corazones” o mejor dicho: “des-traba-corazones”. Porque con el corazón trabado (enredado, inflexible, necio) no se puede pronunciar; “PERDÓN”, pero se destraba (se desenreda) pronunciando esa palabra: perdón.

PERDONAR NO ES COSA FÁCIL

perdón

Por eso mismo, cómo cuesta decir perdón…

Como dice el Papa Francisco,

Perdonar no es cosa fácil, es siempre muy difícil. ¿Cómo podemos imitar a Jesús? ¿Por dónde comenzar para disculpar las pequeñas o grandes ofensas que sufrimos cada día?

Se comienza por el propio corazón: podemos afrontar con la oración el resentimiento que experimentamos, encomendando a quien nos ha hecho el mal a la misericordia de Dios:

“Señor, te pido por él, te pido por ella”.

Después se descubre que esta lucha interior para perdonar purifica el alma y que la oración y el amor nos liberan de las cadenas interiores del rencor. 

¡Es tan feo vivir en el rencor! 

Cada día tenemos la ocasión de entrenarnos para perdonar, para vivir este gesto tan alto que acerca al hombre a Dios.

Como nuestro Padre celestial, también nosotros nos convertimos en misericordiosos, porque a través del perdón vencemos el mal con el bien, transformamos el odio en amor y así hacemos que el mundo sea más limpio

(Papa Francisco, Homilía 26-XII-2015).

Esa es la dificultad y ese es el reto.

Pero es algo en lo que nos jugamos mucho.

Te escucho Jesús mientras nos dices:

«Sean misericordiosos como su Padre es misericordioso. No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados.

Perdonen y serán perdonados; den y se les dará; echarán en su regazo una buena medida, apretada, colmada, rebosante: porque con la misma medida con que midan se les medirá»

(Lc 6, 36-38).

Lo acepto: lo quiero para mí, pero muchas veces me cuesta darlo.

Sin embargo, es el canal a través del cual Tú me otorgas tu perdón, tu misericordia. Me gustaría poder perdonar y, por encima del perdón, el amor.

Poder amar sin ataduras, sin trabones, engrasar ese amor con perdón para que corra a través de él la gracia, para que los engranajes que lo muevan puedan girar sin ningún traqueteo molesto.

Todos nosotros aspiramos a un amor sin fisuras, pleno, limpio, pero en esta vida el amor es casi siempre amor herido.

Todos necesitamos vivir en el perdón. Y otorgar perdón a los demás, y a nosotros mismos. Y si no, prepárate a vivir una vida triste y fría, sin amor. Porque la vida es como el eco: devuelve lo que le das. 

En el 2011 apareció una entrevista al director de cine Roland Joffré. Contaba cómo le impresionó ver en la CNN una entrevista a una mujer hutu tomando el té con un hombre al que ella misma presentó como miembro de una tribu tutsi que había asesinado a su familia.

El entrevistador, muy sorprendido, le preguntaba: «¿Y por qué toma el té con él?, ¿le ha perdonado?”. «Sí —respondía ella—, le he perdonado». Y explicaba a continuación que aquel hombre iba todas las semanas a tomar el té con ella.

«Lo hace para vivir en mi perdón», añadía.

Al oírle, uno se da cuenta de que ese era el modo que ella tenía de tratar con su pena. 

Y de que ese era el modo que aquel hombre tenía de tratar con su dolor».

Nosotros necesitamos vivir en el perdón de Dios y en el perdón de los demás. Y los demás necesitan vivir en nuestro perdón. Sin perdón no se puede vivir, porque no hay amor que sobreviva

(Deseando amar, José Brage).

¡Señor, basta ya de no perdonar! ¡Ayúdame! ¡Lo necesito!

Que sepa vivir en Tú perdón Señor, y que los demás puedan descansar en el mío… Allí es donde las penas y los dolores se amortiguan, se ablandan… y el corazón se revitaliza.

Pero como cuesta…

Bastaría con voltearme a ver a mí mismo, a mi propia vida.

TODOS SOMOS UN EJÉRCITO DE PERDONADOS

Perdón

Porque, como decía con toda claridad el Papa Francisco,

Todos nosotros somos un ejército de perdonados. Todos nosotros hemos sido mirados con compasión divina

(Papa Francisco, Gaudete et Exultate).

Soy un perdonado. Somos perdonados. Tú y yo, y ese otro, y aquel otro: ¡todos!

Entonces, ¿quién soy yo para no perdonar? ¿Quién soy yo para querer aplicar medidas distintas a los otros que a mi…?

«con la misma medida con que midan se les »…

(Lc 6, 38).

¡Señor, no me dejes despreciar a nadie! ¿Por qué no podemos mirarnos unos a otros como lo que somos delante de Ti: niños? Niños que levantan risas mas que odios con sus pequeñas trastadas.

Recuerdo una niña [contaba un capellán de colegio] de cuatro o cinco años que un día de frío dijo en el colegio que no podía hacer gimnasia, que su madre no le dejaba.

Al preguntarle por el justificante de su madre, la niña ofreció una hoja arrancada de su libreta, en la que aparecía escrito con una letra gorda y vacilante: «ola Carmen no puede azer deporte gracias» (s/c). 

La profesora le preguntó: «¿Carmen, quién ha escrito esto?». Y ella, sin inmutarse, contestó: «Mi mamá».

Ahora nosotros lo escuchamos y esbozamos una sonrisa, como hizo la profesora, ante la mentira de la niña. Así son los niños: dignos de risa. ¿No podríamos mirar con esa misma compasión a las miserias de los adultos, que son niños ante Dios?«

(Deseando amar, José Brage).

Con esta anécdota me parece que se aclaran las cosas. Está en nuestras manos tener la actitud adecuada para saber perdonar lo que sea a quien sea. Somos muy condescendientes con algunas personas y con otras no. Muy comprensivos con estos pero intolerantes con aquellos.

ES CUESTIÓN DE CORAZÓN

Es cuestión de corazón.

Porque es el corazón el que mira a través de los ojos de una madre o de un padre cuando ven a sus pequeños hacer trastadas. Pueden corregir, a veces con dureza, porque lo exige la educación, pero siempre perdonan.

No se quedan encasquetados en aquello que hizo. ¿Por qué? Porque le quieren con todo el corazón.

Pienso que, ya que estamos en Cuaresma, vale la pena terminar con nuestro gran referente de perdón: el mismo Jesús, tu Señor.

Para eso te comparto un escrito del Beato Elredo, abad. Va considerando la pasión de Cristo y su docilidad al sufrir el tormento. Hasta que se detiene en la cruz, cuando Jesús cuelga del madero. Entonces dice:

“¿Habrá alguien que al escuchar aquella frase admirable, llena de dulzura, de caridad, de inmutable serenidad: Padre, perdónalos, no se apresure a abrazar con toda su alma a sus enemigos?

Padre, dijo, perdónalos. ¿Quedaba algo más de mansedumbre o de caridad que pudiera añadirse a esta petición?

Sin embargo, se lo añadió. Era poco interceder por los enemigos; quiso también excusarlos. Padre<, dijo, perdónalos, porque no saben lo que hacen.

<Son, desde luego, grandes pecadores, pero muy poco perspicaces; por tanto, Padre, perdónalos<.

Crucifican; pero no saben a quién crucifican, porque si lo hubieran sabido, nunca hubiesen crucificado al Señor de la gloria; por eso, Padre, perdónalos.

Piensan que se trata de un prevaricador de la ley, de alguien que se cree presuntuosamente Dios, de un seductor del pueblo.

Pero yo les había escondido mi rostro y no pudieron conocer mi majestad; por ello, Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.”

(Espejo de caridad, Libro 3,5: PL 195, 582).

Hasta aquí las palabras del santo.

Te animo, voltea a ver a Jesús y piensa ¿he realmente comprendido hasta qué extremo debe llegar mi perdón?

Jesús en la Cruz
DES-TRABA-CORAZONES

Jesús perdona porque quiere, porque ama. Su corazón está dando sus últimos latidos, pero lo hace, los da con la soltura con la que late un corazón libre de ataduras, un corazón sin trabas, des-trabado…


Citas Utilizadas

Daniel 9, 4-10

Salmo 78

Lucas 6, 36-38

Papa Francisco, Homilía 26-XII-2015

Espejo de caridad, Libro 3,5: PL 195, 582

Deseando amar, José Brage

Papa Francisco, Gaudete et Exultate

Reflexiones

Que sepa vivir en Tú perdón Señor, y que los demás puedan descansar en el mío… Que mi corazón se parezca cada día más al Tuyo.

Predicado por:

P. Federico

¿TE GUSTARÍA RECIBIR NUESTRAS MEDITACIONES?

¡Suscríbete a nuestros canales!

¿QUÉ OPINAS SOBRE LA MEDITACIÓN?

Déjanos un comentario!


COMENTARIOS

Regresar al Blog
Únete
Donar