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EL DEMONIO ANDA SUELTO

demonio

“Llegaron a la otra orilla del mar, a la región de los gerasenos.  Apenas Jesús desembarcó, le salió al encuentro, desde el cementerio, un hombre poseído por un espíritu impuro”.

Comienza así el Evangelio que nos propone la Iglesia para el día de hoy y nos da algunos datos de este hombre.  Dice:

“que habitaba en los sepulcros y nadie podía sujetarlo, ni siquiera con cadenas y, muchas veces, lo habían atado con grillos y cadenas, pero él había roto las cadenas y destrozado los grillos y nadie podía dominarlo.

            Día y noche vagaba en los sepulcros y, por la mañana, dando alaridos hiriéndose con piedras.  Al ver de lejos a Jesús, vino corriendo a postrarse delante de Él, gritando con fuerza: ¿Qué quieres de mí Jesús, Hijo del Altísimo? Te conjuro por Dios que no me atormentes.  Porque Jesús le decía: “Sal de este hombre, espíritu inmundo””

(Mc 5, 1-8).

Jesucristo domina inmediatamente a este hombre, a este espíritu inmundo y le saca del endemoniado de Gerasa, como se conoce.

Jesucristo muestra Su superioridad sobre el maligno, no tiene ningún reparo en demostrarlo.  No le hace sombra, por así decir.  Es como una lucha entre un peso pesado y un niño; o sea, no hay ningún punto de comparación.

LO SOBRENATURAL ES LO QUE PROVIENE DE DIOS

Porque lo sobrenatural es, estrictamente hablando, lo que proviene de Dios y, por lo tanto, los ángeles y los demonios son solo criaturas como nosotros; sencillamente, solo criaturas invisibles, pero criaturas, con lo cual Dios está siempre por encima de todos.

Cristo domina todos estos poderes invisibles.  De hecho, es tanto Su poder, que lo confiere.  El poder de expulsar a los demonios fue conferido por Cristo a los primeros apóstoles.

Dice san Mateo:

“Habiendo llamado a sus doce discípulos, les dio autoridad sobre los espíritus inmundos, con poder para expulsarlos”

(Mt 10, 1).

Y, ese poder, también ha sido otorgado a los otros creyentes por el mismo Jesús.  Dice san Marcos:

“Y estos son los milagros que acompañarán a los que crean en mi Nombre; echarán fuera demonios”

(Mc 16, 17).

Sí, el expulsar demonios es una consecuencia de la fe y de la vida cristiana.  Eso podemos encontrar también en la carta a los Efesios (Ef 6), san Pablo es muy claro. O, inclusive, en la oración del Padre Nuestro que termina con esas palabras:

“líbranos del mal. Amén”

(Mt 6, 13).

TIPOS DE TENTACIONES

Y es que en nuestra vida tenemos muchos tipos de tentaciones.  En sentido genérico,

“se entiende por tentación todas esas solicitudes de la voluntad para realizar un acto contrario a la virtud: un pecado. 

La tentación, normalmente, procede del mundo en cuanto se opone a Dios.  También se puede decir que proviene del demonio o del tentador o de la carne o de la concupiscencia.  Sin embargo, ninguno de ellos puede obligar a la voluntad a pecar.

No podemos eludir esa responsabilidad personal que siempre está en nuestros pecados”. 

EL DEMONIO SE MUEVE DE DISTINTAS FORMAS

Hay que tener esa sensibilidad de que somos nosotros los que pecamos, definitivamente.  Sin embargo, tenemos que darnos cuenta de que el tentador está presente y, el tentador o el demonio, se mueve de distintas formas.

Hay algunas que le hacen como más agresivo.  Vemos, por ejemplo, todo lo que tiene que ver con los abortos.  De hecho, en el Apocalipsis cómo se ve que el demonio está delante de la Virgen que va a dar a luz (en el capítulo doce encontramos esto), listo para devorar al Niño.

Esto es un ejemplo de cómo está presente, especialmente, en este pecado tan grave que es el aborto.  O, si quieren, también cómo es el dueño de la mentira; es el rey de la mentira.

“El padre de la mentira”

(Jn 8, 44)

le dirá Jesucristo varias veces.

LOS NÚMEROS

Te encuentras, por eso, que en los números (como sabes, los israelitas y el mundo hebraico en general, maneja los números) tienen un significado.  El número doce, las doce tribus, los doce apóstoles, que son los que componen el pueblo de Dios.

También tienes el número siete, que es el número de la perfección.  Mientras que el número seis es el número que se reserva a lo imperfecto, a lo que siempre terminará de forma imperfecta.

Y, así, tienes que el número de la bestia, según dice el Apocalipsis, es el 666 que es como lo que falta, completamente, para la perfección, que es el siete.  Por eso, a veces, aparecen unos en algunos ámbitos.

A mí, el otro día, me sorprendían, me hacían caer en cuenta: ¿Sabes cuántos colores tiene el arcoíris? Pues, el arcoíris tiene siete colores.  Y si ves la bandera LGTBI tiene seis colores…

No es que tenga mucho más significado, pero es que el demonio nos intenta hacer que flaqueemos en algunas cosas; se mete y engaña en todas partes.  Está súper presente en nuestro mundo actual.

EL TENTADOR COMO SERPIENTE

El demonio viene a tentar unas veces como serpiente, cuando siembra dudas e inquietud en nuestra inteligencia para que se creen tinieblas sin la luz de la fe.  Entonces, haz de reaccionar con prontitud, haciendo estos actos de fe: “Creo en Dios Padre, en Dios Hijo y Dios Espíritu Santo”.

O bien puedes decir: “Sé que estás en la Eucaristía Señor” (aprovechamos y hoy se lo decimos en este rato de oración), “Con tu Cuerpo, con Tu sangre, con Tu alma, con Tu divinidad.  Señor, Tú lo sabes todo, Tú sabes que te amo”.

FRANCISCA JAVIERA DEL VALLE

O lo que decía Francisca Javiera Del Valle, que sufrió también la dura tentación contra la fe, pero no consintió en ella.  Decía:

“Santa María, auxilio de los cristianos, ruega por mí”

y acudía al Espíritu Santo.

“No hallo cosas a qué poderlo comparar.  A veces se porta de forma sibilina (el diablo) como serpiente y se intenta meter”.

Nos intenta hacer como que perdamos esa fuerza de la fe, pero otras veces se presenta como un tentador; como un león.

EL TENTADOR COMO LEÓN

Experimentamos que satanás ataca más fuerte como un león rugiente, agitando las pasiones, sublevando la soberbia o la impureza.

Es preciso, entonces, rechazar con firmeza esa tentación sin dialogar, sin concederse nada.  Es el momento de impedir un juicio temerario, de apartar la vista, de cortar tajantemente esa sensación impura o de frenar la indignación y la ira.

Consiste en ese rechazo generoso, en levantarse, en aprovechar bien el tiempo.  En ir a buscar a otras personas para no quedarse solo; en poner los cinco sentidos en lo que hacemos.  En marcharse de un sitio que vemos que no nos está haciendo bien.  En cortar esa película o pararla completamente, siempre acudiendo a la intercesión de la Virgen.

EL DEMONIO SE PRESENTA DE MUCHAS FORMAS

De formas para sembrar la iniquidad dentro de un matrimonio, de sembrar dudas, de meter impureza, de cosas mucho más graves, como puede ser -decíamos antes- el aborto o las cosas que van en contra de la misma naturaleza.

No juzgamos nunca a las personas que han caído en todas estas cosas, porque Dios tiene un corazón misericordioso y ya será el encargado de velar por ellas.

Nosotros tenemos que acoger, pero no permitir que en nuestras vidas propias entre el demonio tentador.  Que sepamos sacarle con fuerza.  Que no dejemos que acampe en nuestras vidas.  Que no domine nuestros impulsos.

Que le saquemos a patadas, como Jesús hace con el demonio de este hombre que se encuentra dominado por este espíritu del mal en Gerasa; el Señor lo saca de una sola.

También nosotros tenemos que sacar al demonio de nuestras vidas; no permitir que nos gane.  Tal y como recoge el Evangelio de san Marcos con palabras de Jesús:

“Lo que del hombre sale, es lo que mancha al hombre”

(Mc 7, 15),

porque dentro del corazón del hombre proceden los malos pensamientos, las fornicaciones, los hurtos, los homicidios, los adulterios, las codicias, las maldades, la impureza, la envida…

Todas esas maldades proceden y manchan al hombre que tenemos que limpiar, que somos tú y yo y no vamos a permitir que el demonio entre en nosotros sembrando todas estas cosas que nos apartan de Dios.

Podemos acudir a nuestra Madre la Virgen, ella es también una experta en hacer huir al demonio, a que le saque completamente de nuestras vidas; que no se acerque nada.

También vamos a pedir, cada uno, por los nuestros, por los que tenemos cerca, para que el demonio tampoco influya en ellos.

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