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P. Federico

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DE CRUCES Y BATALLAS

Para seguir a Jesús necesito cargar la Cruz. Pero para cargar la Cruz necesito despojarme de todo. Solo así se puede luchar y vencer en un seguimiento alegre y decidido del Señor.

QUE CADA UNO TE SIGA

“Iba con él mucha gente…”

(Lc 14, 25).  

Con estas palabras comienza el Evangelio de hoy. Te siguen muchos Jesús, pero a Ti no te interesa el número. Te interesa cada uno, y que cada uno que te siga, te siga en serio; ¡ojalá y fueran muchos! 

Pero por eso mismo te vuelves, te giras, los volteas a ver (nos voltea a ver, a ti y a mi) y dices: 

“el que no carga con su cruz y viene detrás de mí, no puede ser mi discípulo”  

(Lc 14, 27).

A todos les golpea la advertencia. No terminan de entender por qué cruz si estamos aquí tan alegres. Y a Ti, Señor, se te escapa algo que es muy sugerente: 

“¿qué rey, que sale a luchar contra otro rey, no se sienta antes a deliberar si puede enfrentarse con diez mil hombres al que viene contra él con veinte mil?”

(Lc 14, 31).

seguir a Jesús
RENUNCIAR A TODO

Aún así no te terminan de entender, no terminamos de entenderte, pero algo tiene que ver la cruz con la lucha, con la posibilidad de victoria en la lucha. 

Pero pareces decir que tener la cruz implica algo muy concreto que Tú señalas: “cualquiera de ustedes que no renuncie a todos sus bienes no puede ser mi discípulo” (Lc 14, 33). 

Me puede faltar todo lo demás pero no la Cruz. Es más, a veces es bueno que me falte lo demás, que me despoje de todo para solo quedarme con la Cruz…

Seguir a Jesús es cargar la cruz. Hoy intentaré meditar y ayudarte a meditar en esto. Porque no se trata simplemente de seguir a Jesús sino de seguirle bien.

LIGNUM CRUCIS

Me parece que ya te lo hemos contado. Pero aquí te va: En el año 614 los persas saquearon Jerusalén. La reliquia de la Santa Cruz fue tomada como botín. Todos los cristianos se estremecieron ante la profanación y el emperador Heraclio se dispuso a recuperar los Santos Lugares y el “Lignum Crucis” (leño de la Cruz).

Nos podían haber quitado cualquier otra cosa, ¡pero no la Cruz! Eso es así porque, ¡ojo!, la peor tentación es presentar un cristianismo sin cruz. Hubo numerosas batallas, hasta que en el 627 se recuperó la Santa Cruz. 

La tradición cuenta que el emperador Heraclio, adornado con sus más ricas vestiduras, quiso subir personalmente el Santo Madero hasta la cima del Gólgota, pero ahogado por el peso era incapaz de cumplir su propósito.

A LA BASÍLICA DE SANTA ELENA

Entonces, Zacarías, el Obispo de Jerusalén, le hizo ver que para conseguirlo debería despojarse de todas sus riquezas y así imitar la pobreza y la humildad de Jesús. 

Y, efectivamente, Heraclio, vestido con ropas de penitente y descalzo, llevó la Santa Cruz hasta la basílica que la emperatriz Santa Elena había mandado construir en el Calvario. Volvíamos a tener la Cruz y con ella teníamos un tesoro, uno del que no queremos nos despojen.

SIN PASIÓN, NO HAY COMPASIÓN

Te lo digo otra vez: 

“La peor tentación es presentar un cristianismo sin cruz (…). Es engañar a los demás decirles: «Si rezas mucho, te irá todo bien», como si Dios prometiera bajar de la cruz a quien sea bueno. Jesús no quiere ni oír hablar de la posibilidad de evitar el Calvario. 

Sin Pasión, no hay compasión. Dios se ha hecho hombre para compartir todo lo que nos hace sufrir. Renunciar al dolor es dejarlo para los demás. (Eso es muy cómodo, pero no es cristiano.) Jesús quiso cargar con el sufrimiento ajeno voluntariamente. 

AMARLA, NO EVITARLA

La promesa cristiana es otra: «Si rezas mucho, amarás mucho, y llevarás tu cruz como hizo Jesucristo». Querer evitar la cruz a toda costa no es propio de personas generosas. Sin embargo, aspirar a ser «cirineos» (como Simón de Cirene) y cargar con Jesús ese pesado madero, eso sí que es generosidad. 

Entonces, Jesús te dirá (…): «¡Acércate a mí, bendito! Gracias por ofrecer tu espalda para llevar al Cielo a tus hermanos».” 

(José Luis Retegui García. Septiembre 2021, con Él)

¿CUÁNDO VERÉ A DIOS?
LLENARME DE DIOS

Ahora, para cargar la cruz: despojarme de mis cosas, como el emperador.  Despojarme de mi y llenarme de Dios.

Aquel deseo de San Josemaría: 

Desasimiento. —¡Cómo cuesta!… ¡Quién me diera no tener más atadura que tres clavos ni más sensación en mi carne que la Cruz! (Camino 151)

¿Cómo conseguirlo? Pues él mismo sugería: 

Despréndete de las criaturas hasta que quedes desnudo de ellas. Porque —dice el Papa San Gregorio— el demonio nada tiene propio en este mundo, y desnudo acude a la contienda. Si vas vestido a luchar con él, pronto caerás en tierra: porque tendrá de donde cogerte.

 (Camino 149)

SANTO PADRE PÍO DE PIETRELCINA

Te comparto algo que ejemplifica esto. Es un suceso extraordinario, pero nos sirve. Se trata del Santo Padre Pío de Pietrelcina que fue un hombre unido a la cruz, hasta físicamente por los estigmas.

Sufrió fuertes tormentos espirituales. Y él quería que las numerosísimas tentaciones se le conmutaran por padecimientos físicos, porque tenía miedo de caer en pecado. Como ves ¡todos tenemos que luchar contra las tentaciones! Pero tenemos que luchar en serio. 

EXPERIENCIAS EXTRAORDINARIAS

El Padre Pío tuvo muchas experiencias extraordinarias. Entre ellas está aquella en la que se encontró en un gran descampado y cuando alzó la mirada vio un numeroso ejército de bestias, monstruos, delante suyo, formados en orden de batalla. 

Se trataba de demonios, él lo tenía claro, por que el demonio es feo, pues no hay nada que afee más que la falta de la gracia de Dios. Aquellos seres eran auténticamente desgraciados. Y entre ese ejército de seres repugnantes había uno que sobresalía en tamaño, fuerza y fealdad. A él le entró miedo y pensó: “Estamos perdidos. ¿Quién puede hacer frente a semejante cosa?” 

Pero en ese momento volteó a ver a su derecha e izquierda y comprobó que a su lado estaba formado, también en orden de batalla, un ejército de ángeles. Todos bellos, porque no hay nada que sea más bello que la gracia de Dios, todos auténticamente agraciados, pero, al mismo tiempo, se les veía muy fuertes, dispuestos para la lucha. 

UN PASO AL FRENTE

Y en el centro de aquella formación, justo al lado del Padre Pío estaba San Miguel Arcángel; especialmente fuerte, aguerrido. Entonces pensó: “Ahora sí que podemos presentar batalla”. La enorme bestia dio un paso adelante y todo parecía indicar que la cuestión se definiría en un duelo, uno a uno.

Esperaba el Padre que fuera San Miguel quien diera el paso hacia delante también. Pero para su sorpresa San Miguel lo volteo a ver a él y le entregó su espada, haciéndole la indicación de que diera un paso al frente y peleara. 

Pensaba el pobre Padre que aquello era imposible, pero entendía que era lo que tenía que hacer y así se lanzó al combate…

TENEMOS LAS ARMAS 

Nosotros tenemos las armas para la lucha. Contamos con la gracia de Dios y (esta es la cosa también importante) con la fuerza de la cruz.

San Pío de Pietrelcina decía: 

El diablo tiene una sola puerta para penetrar en nuestro interior: la voluntad. No hay otras puertas secretas o escondidas. 

Por eso conviene despojarse de todo, no tener el corazón apegado a las cosas, la voluntad atada. Y eso se consigue abrazando la cruz.

¡Pues a luchar en serio! ¡Y a luchar con cruz! ¡Que esa es la mejor espada ante los embates del enemigo! 

ASÍ COMO ES EL SAPO, ASÍ LA PEDRADA…

Con todo respeto: así como es el sapo, así la pedrada… (con todo respeto, porque el Padre Pío se encontró con cosas realmente llamativas y espectaculares pero bueno, también nos dan lecciones a nosotros…).

Nosotros no podemos esperar grandes cosas, pero tenemos que saber encontrar nuestra cruz en lo normal, en lo ordinario… y luchar con cruz, la mejor espada.  Es cierto, no podemos solos, como el Padre Pío que sentía al principio que no estaba acompañado.

NO DEJARLO FUERA

Pero nos diría Santa Teresa de Jesús: 

quien deja a Dios fuera de sus cuentas no sabe contar”.

Y ahí lo tenemos: la gracia de Dios, toda la ayuda, especialmente a través de la cruz. Despojarme de mi y llenarme de Dios. Cargar con la Cruz, la Santa Cruz y seguir a Jesús…

Pues Madre nuestra, te lo pedimos a Ti, porque a nosotros fuerzas siempre nos hacen falta. 

 


Citas Utilizadas

Rom 13, 8-10

Sal 111

Lc 14, 25-33

San Martín de Porres, religioso.

 

Reflexiones

Señor, ayúdame a despojarme de mí para llenarme de Ti.

Predicado por:

P. Federico

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