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P. Neptalí

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COMPASIÓN DEL SEÑOR

La compasión con los demás necesita de nuestra generosidad en dar también nuestro tiempo.

Leemos en la Liturgia de este domingo que:

«En aquel tiempo los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús, y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Él les dijo: Vengan ustedes solos a un sitio tranquilo a descansar un poco. Porque eran tantos los que iban y venían que no encontraban tiempo ni para comer. Se fueron en barca a un sitio tranquilo y apartado. Muchos los vieron marcharse y los reconocieron.

Entonces, de todas las aldeas fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Al desembarcar, Jesús vio una multitud, y le dio compasión de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles con calma»

(Mc 6, 30-34).

LA COMPASIÓN DEL SEÑOR

El Señor ha hecho planes para descansar un tiempo junto con sus discípulos. Descansar de esas absorbentes tareas apostólicas que tuvo en su paso por la tierra durante los años de su vida pública.

Y no puede hacerlo, porque un gran número de gente acudía a Él con hambre de escuchar su palabra y doctrina. Y el Señor siente compasión, no se molesta por ese cambio de planes, ni mucho menos. Siente compasión al ver la necesidad espiritual que tienen aquellas personas que acudían a Él.

En los evangelios, vemos muchas veces a ese Jesús que siente compasión por las personas que sufren. Y cuanto más leemos y más contemplamos la vida del Señor, podemos comprender más, que la compasión del Señor no fue algo ocasional, en un momento determinado o esporádico, sino que es constante.

Es más, parece ser la actitud de su corazón. De ese corazón que se encarnó de la misericordia de Dios.

NECESITAMOS INSTRUCCIÓN

Se puso a enseñarles con calma. Y esa necesidad la quiere subsanar el Señor por medio de la predicación.

San Josemaría decía que conmueven a Jesús el hambre y el dolor, pero sobre todo, le conmueve la ignorancia.

Aquí, como en muchos pasajes, se ve la intensidad del ministerio público de Jesús. Era tal la dedicación a las almas, que san Marcos llega a advertir dos veces, que incluso le faltaba tiempo para comer.

Así como el Señor, deberíamos nosotros estar dispuestos a sacrificar el propio tiempo, incluso el descanso, para servicio del Evangelio.

Tener una actitud de disponibilidad que nos lleve a también saber cambiar nuestros planes cuándo los exija el bien de los demás.

COMPASIÓN DEL SEÑOR
IMITAR A CRISTO

Ese corazón de Dios, que se ha revelado plenamente a nosotros en el corazón de Cristo, como Buen Pastor, es una gran enseñanza. Y, como cristianos, procuramos ser otros Cristos: imitar a Cristo.

Debemos saber que el corazón de Cristo sigue hoy, como hace dos mil años, teniendo compasión de las muchedumbres dándoles el pan de la verdad, del amor y de la vida.

Aprendamos del Señor a ser compasivos. Y esto no consiste, como decíamos, en una disposición pasajera o un sentimiento fugaz ante el dolor o la necesidad de otro.

Debe ser como una forma de vivir entre los demás, reconociéndoles realmente como son: hijos de Dios y prójimos. Personas que necesitan ser acogidas, comprendidas y que desean ser tratadas con afecto. Aceptadas como son, con sus virtudes y con sus defectos.

ACEPTAR A LOS DEMÁS

Dios quiere que esa misericordia sea el motor también de nuestros actos. Esa compasión de los sentimientos y de la actitud con que nos relacionamos con los demás.

Todos merecen compasión. Somos dignos de ella y todos nosotros la necesitamos en la vida.

Existe sufrimiento porque la condición humana es débil. Nuestra vida puede ser muy precaria, y las necesidades materiales o inmateriales son también muy abundantes.

Todos necesitamos esa mirada de Jesús, esa mirada nueva para que mas allá de lo que se ve superficialmente, advertir en el interior de los demás su propia e íntima fragilidad. También para quienes aparentemente no necesitan nada.

Interiormente pueden padecer ese peso de la vida, incomodidades, temores y miedos más o menos infundados. Incertidumbre, dolor y soledad. Para eso, tenemos que ser generosos.

Otra virtud que está relacionada con la compasión, es ser generoso con nuestro tiempo.

COMPASIÓN DEL SEÑOR
DAR A LOS DEMÁS

Se puede vivir comenzando nuestras tareas cada día dispuestos a repartir nuestros pequeños y queridos tesoros: la comprensión, el cariño, la alegría, la limosna, pero también el tiempo. Siempre hay ocasiones para dar en cualquier día de nuestra vida.

Alguna vez, la necedad de los demás, viene a ocupar nuestro tiempo, o nos absorben de tal modo que nos vemos obligados alguna vez a renunciar a los propios planes. Y a veces, se puede dar origen a una duda, no entre dar o no dar.

Con sentido común, conviene pensar que no vivimos para nosotros mismos, sino para Dios y para los demás. Y además, tenemos experiencia para alargar, en la medida en que damos, y nos damos a los demás.

HUIR DEL INDIVIDUALISMO

También es necesario mantener la amistad a través del tiempo y la distancia. Y aunque los amigos, son uno de los tesoros de la vida, pueden a veces esas relaciones tornarse exigentes.

La lealtad conlleva también sacrificio, tiempo, atención y favores. A renunciar a lo propio.

Es necesaria cierta flexibilidad, benevolencia, comprensión, paciencia. Solo con esa generosa compasión, es posible responder a las necesidades que presentan los demás.

Huir del individualismo, esa forma de vivir de tantas personas. Todos estamos obligados a ser solidarios, estar abierto a los demás. Sí, ciertamente a veces puede ser difícil, porque exige renuncia a uno mismo, normalmente en detalles pequeños.

No son pocos los egoístas que encuentran motivos para no prestar un favor a nadie. Cada una de estas negaciones es un paso hacia la pobreza de corazón.

Podemos ser como el chiste del egoísta: todos van a lo suyo; todos menos yo, que voy a lo mío.

GENEROSO CON LOS DEMÁS

La compasión necesita salir de uno mismo, compadecerse, ser compasivos y entrar en las necesidades de los demás.

Para eso no solamente se necesita un buen corazón, sino obras son amores. Necesita tiempo, dedicación y saber escuchar.

Vamos a pedirle a nuestra Madre Santa María, que como ella, seamos también generosos en darnos a los demás, en dar esa compasión que todos los que necesitan y quizás muchos esperan de nosotros.

 


Citas Utilizadas

Jr 23, 1-6

Sal 22

Ef 2, 13-18

Mc 6, 30-34

Reflexiones

Te pido Señor me ayudes a sensibilizar y agrandar mi corazón. Seguir tus enseñanzas, ser compasivo y saber reconocer en dónde puedo ayudar a los que me necesitan.

Predicado por:

P. Neptalí

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