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CARTA DE MELCHOR

Melchor

Jesús, en el Evangelio de hoy, escuchamos cómo dices a unos judíos incrédulos:

“Las obras que me ha dado mi Padre para que las lleve a cabo, las mismas obras que yo hago, dan testimonio acerca de mí, de que el Padre me ha enviado»

(Jn 5, 36).

Las mismas obras dan testimonio y dan testimonio de que te ha enviado el Padre.
Las obras… en Ti Señor, en tus obras, en tu vida, se cumplen todas las profecías.  Y una de ellas es la que leemos hoy en la primera lectura de la Misa.
La verdad es que es una profecía que habla de ti (de tú que escuchas) y de mí.  Una profecía de nosotros, pero que se cumple a través de Jesús, lógicamente.
Dice Dios por boca del profeta Isaías:

“No diga el extranjero que ha dado su adhesión al Señor: ‘Sin duda que el Señor me excluirá de su pueblo’.  A los extranjeros que se han adherido al Señor para servirlo, amarlo y darle culto, a los que (…) se mantienen fieles a mi alianza, los conduciré a mi monte santo y los llenaré de alegría en mi casa de oración”

(Is 56, 3. 6-7).

Habla de ti y de mí, porque somos extranjeros.

EXTRANEUS

El Diccionario de la Real Academia Española dice que extranjero viene del latín extraneus, que quiere decir: extraño; de otro país.
Nosotros, tú y yo, éramos de otro país, no pertenecíamos a Israel, al pueblo judío.  Y digo “éramos” porque fuimos extraños, pero ahora somos familiares de Dios; cercanos, somos compatriotas, pertenecemos al pueblo.
¿Sin duda que el Señor me excluirá de su pueblo? ¡Pues no! Me ha incluido.

Se me venía esto a la mente porque el prototipo (el referente de extranjero), de no perteneciente al pueblo judío, pero alcanzado por las promesas hechas al pueblo judío (a través del pueblo judío), son los Magos de oriente”

(cfr. S. Th. III, q.36 a.3 ad 1; a. 6 arg.2; a.8 respondo).

Nos representan a nosotros, los reyes Magos.
Son muchas las referencias de cómo, a través del Mesías, la salvación alcanzaría a todas las naciones.
Como dice el Salmo 72, hablando del Mesías:

“Domine de mar a mar, desde el Río hasta los confines de la tierra.  Se postren ante Él los habitantes del desierto (…). 

Que le traigan presentes los reyes de Tarsis y de las Islas, le ofrezcan dones los reyes de Sebá y Sabá.  

Que se prosternen ante Él todos los reyes y le sirvan todas las naciones (…). 

Su nombre subsistirá por siempre, su nombre se perpetuará mientras dure el sol.  En Él serán benditas todas las tribus de la tierra; todas las naciones lo proclamarán dichoso”

(Sal 72, 8-11. 17).

Todas las naciones, los de otros países, los extranjeros; ahí estamos tú y yo incluidos.  Pero todo comenzó por esos reyes del desierto…

Y estando, como estamos, cerca de la Navidad.  Creo que vale la pena detenernos en estos personajes tan singulares.  ¿Qué estarán haciendo ahorita mismo…?
Te comparto un escrito de un amigo chileno que deja volar la imaginación con los tres reyes Magos en los días previos a la Navidad.
En este caso se trata de una carta de Melchor dirigida a Baltasar.  Cuando la escribe, tiene la gentileza de poner al inicio de la carta una “nota del traductor” que dice:

“Permítanme que discrepe de los estudiosos, pero esta carta no me parece auténtica.  En todo caso, les presento aquí la traducción castellana de la traducción latina de una carta de un noble persa de hace dos mil años.  El original se perdió, si es que alguna vez ha existido”.

LA CARTA DE MELCHOR

De todas formas, te comparto la Carta de Melchor:

“Melchor, hijo de Halmizal y señor de algunas hermosas tierras más allá del Tigris, a Baltasar, el muy sabio maestro de los que miran la vida en las estrellas de la noche, salud y paz.

He recibido tu carta en la que me hablas de la estrella que reina en los cielos desde hace varios días y me preguntas por su significado, ya que justo está en la pequeña parte del firmamento que tú no has escrutado.

Yo también la he visto y he consultado las enseñanzas más antiguas para averiguar qué nos está diciendo el firmamento.

He leído las palabras de Adramsor y de Hezilel, que hablan de los astros que muestran el destino de los pueblos.

Busqué y busqué en los más viejos papiros.  Todos apuntaban en la misma dirección.  Una estrella tan brillante solo puede pertenecer a un rey, aunque debe ser un rey muy particular, porque va acompañada de una estela luminosa.

Eso no supieron explicarlo los escritos de tiempos pasados, ni tampoco Gaspar, a quien fui a ver en cuanto recibí tu carta.

Llegué de noche a su castillo y lo encontré en la torre, observando la estrella.  Él también había estado averiguando sobre ella y había llegado a las mismas conclusiones que yo, pero, además, descubrió que en los últimos días había pasado junto a Brebdel y Abdrel.

Eso señalaba, claramente, que era una estrella del pueblo judío. 

No nos llamó la atención que un pueblo tan pequeño tuviera una estrella principal, porque hemos leído sobre él y sabemos que le esperan cosas grandes.

En cambio, no sabemos explicar por qué una parte de la estela tiene un tono rojizo, que en la sabiduría de los antiguos indica el sufrimiento.

¿Por qué un rey tan importante y poderoso va a tener que sufrir? ¿Cuál va a ser el motivo de sus padecimientos?

Todo esto está muy oscuro y no nos es permitido conocerlo.

Una vez que nos hicimos todas estas preguntas miré a Gaspar y vi que estábamos pensando lo mismo: – “¿Cuándo partimos?” me dijo. 

Para él resulta más fácil porque es joven, pero mis años son muchos y me cuesta cabalgar.  Él lo sabe y me ofreció viajar en Abramal, un dromedario grande y tranquilo.

Ya tenemos todo dispuesto y si a ti, noble Baltasar, te parece bien acompañarnos, díselo de inmediato a Brem, mi criado, portador de esta carta, para que dispongamos lo más conveniente para tu honorable persona.

También hemos pensado en qué regalos podemos llevar a un rey tan importante. No pueden ser muy grandes porque nos estorbarían en el viaje.  Yo le llevaré oro y Gaspar incienso.  Tú sabrás hallar, venerado Baltasar, algo adecuado para llevarle.

Melchor, hijo de Halmizal y señor de algunas hermosas tierras más allá del Tigris, se despide de Baltasar, el muy sabio maestro de los que miran la vida en las estrellas de la noche.

Le desea salud y paz y le pide que acoja con benevolencia su invitación a emprender un largo viaje para salir al encuentro del rey de los judíos que ha nacido allá lejos, en la tierra de Israel”

(Joaquín García-Huidobro, …“y los suyos no lo recibieron”, pro manuscrito).

EMPRENDER EL VIAJE A BELÉN

Estamos en 16 de diciembre, nos faltan pocos días para la Navidad.  Yo te pregunto: “¿Cuándo partimos?” no te andes con excusas.  Todo son facilidades.
Hemos visto su estrella, conocemos la historia, sabemos que en el Niño de Belén se cumplen las profecías que nos alcanzan a nosotros.
“Ya tenemos todo dispuesto y si a ti, noble [oyente de 10 min con Jesús], te parece bien acompañarnos” dilo de una vez y pon por obra tus propósitos de Adviento, porque estos son los que te llevarán a Belén.
“También hemos pensado en qué regalos podemos llevar a un rey tan importante”. ¿Lo has pensado tú? No hace falta que sean grandes. “Tú sabrás hallar, venerado [amigo], algo adecuado para llevarle”.
A mí esto me gusta: pensar con antelación, emprender el viaje a Belén.  Pensar qué hacen los personajes que ponemos en los Belenes, en los Nacimientos y unirme a estos personajes.
A estas alturas, los reyes de Oriente se preparan para hacer el viaje… Tú, ¿cómo te estás preparando?
“Acoge con benevolencia esta invitación a emprender un largo viaje para salir al encuentro del rey de los judíos que nacerá allá lejos, en la tierra de Israel”.
En Él se cumplen todas las profecías.  En las obras de su vida, el Padre da testimonio de que lo ha enviado. Tú y yo lo sabemos, viene por nosotros.  ¡Prepárate! ¡Decídete!

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