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“BELLISIMA”

madre mia, ASUNCIÓN DE LA VIRGEN, bellisima

Hoy los cristianos estamos de fiesta porque celebramos el misterio precioso de la Asunción de María Santísima en cuerpo y alma.

Al final de su vida en la tierra, Dios nuestro Señor, el Padre, el Hijo, su Hijo y el Espíritu Santo, la quieren tener consigo en el Cielo, ¡toda pulcra, toda purísima!

El Señor no se conforma con la compañía de su madre, solo en el alma, el espíritu, sino que también la quiere entera, con su cuerpo glorioso, gozando de Dios.

Y esto fue una verdad creída por los cristianos, desde muy antiguo.

MADRE Y ESCLAVA DE DIOS

Tenemos el testimonio de san Juan Damasceno, padre de la Iglesia oriental, de origen sirio, que escribió lo siguiente:

«Convenía que aquella que en el parto había conservado intacta su virginidad conservara su cuerpo también después de la muerte libre de la corruptibilidad.

Convenía que aquella que había llevado al Creador como un niño en su seno tuviera después su mansión en el cielo.

Que la esposa que el Padre había desposado habitara en el tálamo celestial.

Convenía que aquella que había visto a su hijo en la cruz y cuya alma había sido atravesada por la espada del dolor, del que se había visto libre en el momento del parto, lo contemplara sentado a la derecha del Padre.

Que la Madre de Dios poseyera lo mismo que su Hijo y que fuera venerada por toda criatura como Madre y esclava de Dios.»

¡Qué precioso texto!, siglo VII, san Juan Damasceno, que aparte de estar impregnado de preciosa teología, notamos también el amor a la Virgen, la piedad, el cariño de un hijo que se goza frente a esta belleza de cuerpo y alma de María.

También nosotros nos alegramos y creemos con total seguridad, porque así además lo ha declarado la Iglesia, a partir del primero de noviembre de 1951.

El Papa Pío XII, en la Constitución Apostólica Munificentíssimus Deus escribió lo siguiente:

“Proclamamos, declaramos y definimos, ser dogma divinamente revelado, que la Inmaculada madre de Dios, siempre Virgen María, terminado el curso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria Celestial.”

Es un día para llenarnos de alegría, de gozo, pensando esa maravilla que es la vida de nuestra madre, coronada por Dios en lo más alto del Cielo.

“SANTIFICABLE”

Su vida fue una vida corriente, a quien contemplamos como reina de reinas, la reina de los ángeles, la reina de los santos, la reina de los mártires. María santísima, más que tú solo Dios también dicen los autores.

Llevó una vida corriente, cómo no nos va a llenar de esperanza, de consuelo, saber esto de quien más ha amado a Dios.

Y luego podemos pensar en san José, quienes más han amado a Jesús, lo hicieron a través de una vida normal.

Para que también nosotros desde la normalidad, de ese trabajo tuyo que a veces te cansa, que trae sus complicaciones, que tiene sus elementos de monotonía…

O una enfermedad que se prolonga, o un estado de vejez en que las cosas cuestan y el cuerpo pesa, bueno, todo eso es “santificable”.

Todo eso tiene una proyección de eternidad, más que meter nuestra vida temporal en la eternidad.

Y para eso contamos con la gracia de Dios, con la fuerza del Espíritu Santo, y con la intercesión de Santa María.

Hoy es un día precioso para pedirle a la Virgen: “Madre mía, que yo dirija mis pasos hacia el Cielo, que hoy camine hacia ti, que hoy camine hacia Dios nuestro Señor que tanto nos ama.

NUESTRA MIRADA EN EL CIELO

Nuestro Dios que nos espera, podemos decir “impacientemente”, para encontrarse con cada uno de nosotros y darnos ese abrazo eterno en el Cielo, en la plenitud del gozo, de la felicidad.

Hoy es un buen día para recurrir a María, y poner nuestra mirada en el Cielo, para cuando llegue el momento de rendir nuestra alma a Dios.

No nos dejemos dominar por el miedo a la muerte, sino más bien, atraer por la fuerza de la esperanza, en la posesión del bien eterno, que es Dios.

¡Qué maravilla ser cristianos! ¡Qué maravilla vivir así! Vivir y morir así, con la certeza absoluta de que Dios no nos fallará, tenemos la certeza absoluta de la promesa divina sellada con la muerte de Cristo en la cruz.

También nosotros estamos destinados a ese gozo eterno, el que contemplamos hoy, especialmente a nuestra madre y madre de Dios.

Y también hoy es un día pensando en esta Asunción de María en cuerpo y alma, para pedirle al Señor que nos dé la gracia de rezar con el cuerpo.

No rezar solamente con la cabeza, el corazón, la lengua, sino que también rezar con nuestra corporeidad.

Ofrecerle al Señor pequeños sacrificios, pequeños vencimientos que no nos quitan la salud, ni la fuerza para enfrentar las tareas diarias.

REZAR CON EL CUERPO

Pero sí le podemos ofrecer al Señor un dolor de guata o de pancha, -no sé cómo se dice en cada país-, un dolor de cabeza, una pequeña molestia, un mal dormir…

También podemos ofrecer las contrariedades propias de la vida normal, en el trabajo, en la familia.

¡Rezar con el cuerpo!, rezar con la sensibilidad, tenés que aprender, o todos estamos aprendiendo a rezar con todo nuestro ser, con toda nuestra integridad,

Podemos rezar con la vista, sabiéndola mortificar y no ver cosas, no solamente las que nos alejan del Señor, sino que también privarnos de cosas voluntariamente, y mortificar la curiosidad de la vista, para no mirar todo.

Mortificar el oído, para no dejarnos llevar por la curiosidad, haciendo preguntas innecesarias…

Mortificar la lengua, no hablar de más, saber callar. Tan agradable que es estar con personas que saben callar.

Mortificamos el tacto… y todo eso es una manera real de vivir, es un morir, pero que en el fondo nos lleva a vivir.

Hay un punto de “Camino”, de san Josemaría, que habla de ir por la vida con los sentidos despiertos y con el alma dormida:

«Es que tienes los sentidos despiertos y el alma dormida»   

(Camino 368).

La persona que va como muy despierta en su sensibilidad, al final le cuesta más rezar y al revés, una persona que guarda esa sensibilidad, sabe de alguna manera ofrecerle al Señor esos pequeños vencimientos.

BELLISIMA ES NUESTRA MADRE

Después en la oración, de alguna manera, entra en una intimidad con Dios mucho mayor, todo nuestro ser.

Así nos amó Dios, Cristo nuestro Señor nos amó con su sensibilidad, basta pensar en esa entrega suya en la cruz, rezó con toda su sensibilidad, con todo su cuerpo, con cada uno de sus músculos, con todo su ser. También en su mundo interior, nos amó así,

En la fiesta hoy, de la Virgen, nos lleva también a meter nuestro cuerpo en el Cielo, meter nuestra sensibilidad en el Cielo, no quedarnos solamente con una especie de espiritualismo.

La persona que solo le ofrece al Señor lo que reza, pero quizás no lo que vive. Pidámosle al Señor que nos dé esta gracia por manos de María santísima.

Hoy es un día lógicamente para alabar a Dios por la belleza de su madre, y madre de cada uno de nosotros.

Si tuviéramos que elegir a nuestra madre, seguramente elegiríamos a la que tenemos, y la llenaríamos de todavía más virtudes y de dones.

Eso es lo que hizo Dios, eligió a María y la llenó de todas las virtudes y los dones. Sin restar en absoluto el mérito y la libertad por parte de ella,

Pidámosle a nuestra madre, o más bien, dirigíamos hoy al Señor, para agradecer este don inmenso de la maternidad de María, respecto de cada uno de nosotros.

Tenemos a nuestra madre, ¡a mi madre en el Cielo! E intercede con toda la fuerza de su amor ante su Hijo, por cada uno de nosotros.

¡Esto nos llena de confianza, de esperanza y de alegría!

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