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Padre Juan Carlos Vásconez

Ingeniero en Sistemas, tiene un doctorado en Teología Moral. Colabora e impulsa varias iniciativas sociales.

6 min

Por qué la eutanasia es una mala idea

La eutanasia es un tema profundamente controvertido y delicado que plantea cuestiones morales, éticas y sociales significativas. Desde mi posición de sacerdote intentaré abordar este asunto con compasión y objetividad.

Me gustaría fijar la diferencia entre la eutanasia y los cuidados paliativos.  La primera implica poner fin a la vida, mientras que los cuidados paliativos se esfuerzan por mejorar las condiciones de aquellos que enfrentan enfermedades graves o terminales.  Además, buscan controlar el dolor y los síntomas, brindar apoyo emocional y espiritual, y permitir que los pacientes vivan sus últimos días de manera digna y confortable, respetando su autonomía y valores personales.

Una campaña orquestada

En el mundo occidental, hay quienes están librando una «lucha» por el reconocimiento social y legal de la eutanasia. En Ecuador se está usando un doloroso caso de ELA como barco insignia de esta lucha, presentándolo como una violación de un derecho fundamental: el derecho a tener libertad de poner fin voluntariamente a una vida de sufrimiento.  Consideración que es, en principio, entendible. Sin embargo, respetando el dolor de la familia, esta campaña plantea un dilema moral y ético que no está claro.

Es esencial respetar la conciencia de las personas y comprender que ciertos condicionamientos pueden llevar a acciones que contradicen la inclinación innata a la vida.  Sin embargo, la postura pública de la eutanasia debe ser juzgada y denunciada, ya que va más allá de las decisiones personales y busca establecer un criterio ético y legal que regula las relaciones entre los ciudadanos.

El caso mencionado es excepcional y no representa la opinión general de las personas con discapacidad. La mayoría de las personas con discapacidad no desean morir, y esta imagen no refleja la realidad.  La «lucha» por la eutanasia, entonces, busca normalizar lo que es extremo y poco común.

Aceptar el sufrimiento

La lucha por la Eutanasia

He estado cerca de dos casos de ELA, soy testigo del amor con que se les acompañó hasta los últimos momentos. Es doloroso pensar que una persona se considere como una carga para los demás, que su vida solo trae tristeza a los que le cuidan. No quiero juzgar a nadie, no es mi objetivo.  Por el contrario, situaciones como estas nos hacen pensar en la forma de apoyar y acompañar, de una manera más humana, a las personas que sufren esta y otras enfermedades que causan mucho dolor y sufrimiento. 

Pienso en las terribles consecuencias que aprobar la eutanasia puede traer a miles de personas que se empezarán a hacer la misma pregunta cuando lleguen la vejez o la enfermedad grave: no quiero ser un peso para los demás. 

No podemos sumarnos a la promoción de la cultura del descarte que lejos de acompañar a las personas en estas condiciones les hacen creer que no hacen falta, que estorban, que molestan.  Dinero que el mismo estado podría destinar para cuidados paliativos termina por reducirse, es más barato hacer que las personas se vean forzadas a acudir a la muerte asistida en lugar de curarlos, tratarlos o mitigar su dolor.

Al final nos encontramos con la misma encrucijada del aborto por violación.  Se utiliza una terrible injusticia que a todos nos resulta durísima para presentar como única salida otro mal mayor: el aborto en todas las circunstancias. 

Hay que saber distinguir del encarnizamiento terapéutico, la práctica médica de aplicar tratamientos agresivos a pacientes en condiciones terminales o sin expectativas de mejoría significativa, prolongando innecesariamente su sufrimiento y proceso de morir. Va en contra de los principios éticos de la atención médica centrada en la calidad de vida.

QUIÉN DIJO QUE HASTA QUE LA MUERTE LOS SEPARE

La eutanasia es un grave mal moral

La vida humana es un bien primordial que no podemos negociar ni enajenar.  No es propiedad exclusiva de nadie y es un misterio que trasciende a cada individuo.  Privar a alguien de la vida es un acto moralmente inaceptable y va en contra de la dignidad humana.

La aceptación de la eutanasia tiene graves consecuencias para la sociedad.  Puede ejercer presión moral sobre los ancianos, los enfermos y las personas discapacitadas, llevándolos a considerar la posibilidad de solicitar la eutanasia. Además, puede llevar a decisiones no deseadas y controladas sobre la vida de las personas.

Eso se ha verificado en muchos países que la han aprobado.  Por ejemplo, cada día los médicos aplican la eutanasia y terminan con la vida de  unos 40 canadienses.  El eufemismo gubernamental para esto es “Asistencia médica al morir”. Según la legislación canadiense sobre eutanasia, MAiD está abierto a cualquier persona que esté experimentando «un sufrimiento físico o mental insoportable debido a su enfermedad, dolencia, discapacidad o estado de deterioro que no pueda aliviarse en condiciones que considere aceptables».  La mano se abre cada vez más.

Es que cada vez se va abriendo más la mano, siguiendo con Canadá ya se aprobó la eutanasia «para pacientes con depresión o con problemas económicos», o para personas con enfermedades mentales (seguro sin su consentimiento).  También pueden aplicar menores de edad sin el conocimiento de sus padres.

En países como Colombia, la eutanasia se aplica la mayoría de las veces a pacientes que todavía no están sufriendo con la enfermedad, sino que prevén un proceso de deterioro que puede durar 5 o 10 años, así que programan la intervención. En algunos casos, independientemente de los progresos de la medicina o del dolor de la familia. 

Sin miedo a fracasar

Presión moral

Hablemos del suicidio. ¿Por qué la sociedad lo considera un mal? ¿Por qué se hacen campañas de prevención del suicidio? ¿En qué se diferencia una persona joven con pensamientos suicidas de una persona mayor con una enfermedad?  Atención, nos enfrentamos con una verdadera cultura del descarte.

La aceptación de la eutanasia crearía una presión moral institucionalizada sobre los ancianos y las personas con discapacidades, haciéndoles sentir como una carga para sus familias y la sociedad.  Esto socavaría las relaciones humanas y promovería un dominio injusto de los más fuertes sobre los más débiles.

La aceptación de la eutanasia voluntaria lleva a la eutanasia no voluntaria e incluso impuesta.  Algunas personas se verían presionadas a pedir la muerte debido al ejemplo de otros, y se tomarían decisiones no deseadas por parte de terceros. 

Además, la aceptación de la eutanasia generaría desconfianza en las familias y en las instituciones sanitarias.  Los pacientes podrían temer que sus vidas estén en peligro y sufrirían debido a la falta de confianza en el sistema de atención médica y en las relaciones sociales.

Solo pensemos en algunas empresas de seguros de vida, hospitales, o el mismo estado que les resultaría mucho más atractivo invertir recursos en difundir campañas de suicidio asistido en lugar de procurar traer alivio los enfermos que dependen de ellos.

HASTA LA COCINA

El sufrimiento se ilumina por la fuerza de la fe

La fe en Jesucristo y la esperanza en la vida eterna pueden proporcionar una perspectiva que ilumina el sufrimiento.  La vida es una etapa en nuestro viaje hacia la vida eterna, y la fe nos ayuda a enfrentar el sufrimiento con serenidad y dignidad.

El sufrimiento, cuando se enfrenta con fe y esperanza, no destruye a la persona, sino que puede llevar al desarrollo de capacidades y valores morales.  La cultura moderna busca eliminar el sufrimiento, pero también quita la posibilidad de ejercer obras de misericordia.

Me mueve mucho esta cita de san Juan Pablo II:

Las súplicas de las personas gravemente enfermas que a veces piden la muerte no deben entenderse como un verdadero deseo de eutanasia, sino como una angustiada súplica de ayuda y amor. San Juan Pablo II

Como parte de mi vida sacerdotal, visito y atiendo a enfermos incurables, he ayudado a las monjitas de la Toca de Asís, trabajando con los más desamparados de la ciudad, he acompañado a morir a muchas personas.  Antes de ordenarme sacerdote, acompañé a mi padre en el ABEI junto con mi madre y mis hermanos en sus últimos instantes.  Sé lo duro que es, pero también estoy seguro de que el calor humano y la cercanía es un bien espiritual muy grande tanto para el que sufre como para el que acompaña.


Escrito por

Padre Juan Carlos Vásconez

Ingeniero en Sistemas, tiene un doctorado en Teología Moral. Colabora e impulsa varias iniciativas sociales.

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