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Párroco San Andrés, Santiago de Chile

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Jueves Santo

Ese Jueves era para Jesús la víspera de la pascua judía y se conmemoraba, reviviendo la comida de la noche pascual, sacrificando además un cordero que con su sangre habían sido salvados. Jesús hace de esa antigua alianza, una Alianza Nueva y Eterna.

El Jueves Santo es un gran día en la Semana Santa, porque volvemos a hacer memoria litúrgica del mandamiento de la caridad, la institución de la Eucaristía y el Sacerdocio.

San Juan nos recuerda que “La víspera de la fiesta de Pascua, como Jesús sabía que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin” (Juan, 13,1). Este amor lo llevaba a lavar los pies a los apóstoles: “Pues si yo, que soy el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros” (Juan 13,4).

Y la institución de la Eucaristía sólo es posible si existe el sacerdocio, que hace posible perpetuar el sacrificio de Jesús en la Cruz: “haced esto en conmemoración mía” (1 Corintios, 11,24). Los apóstoles reciben el poder de consagrar -y otros poderes- para perpetuar aquí en la tierra la acción de Cristo.

Jueves para Jesús

amabilidad

Ese Jueves era para Jesús la víspera de la pascua judía y se conmemoraba, reviviendo la comida de la noche pascual, sacrificando además un cordero que con su sangre habían sido salvados. Jesús hace de esa antigua alianza, una Alianza Nueva y Eterna. Y esa noche, Él será el cordero que quita los pecados del mundo y su sangre derramada será causa de salvación eterna.

Esa noche, Jesús “ tomando pan, dio gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos” (Lucas 22,19). Percibimos la disposición agradecida del corazón de Jesús frente a Dios Padre. Nosotros queremos tener la misma actitud de Cristo en esta víspera santa.

Amar a los que Él ama

amar a los que nos aman

Del agradecimiento es fácil que brote la generosidad para extender esa vida nueva que hemos recibido. Trataremos de amar a los que Él ama y como Él los ama: «Un mandamiento nuevo os doy: que os améis unos a otros. Como yo os he amado, amaos también unos a otros» (Juan 13,34). Por Cristo, con Él y en Él, somos capaces de amar hasta el extremo. Como Jesús, nos arrodillamos ante los hombres para lavarle los pies. Comprendemos sus miserias y las cargamos sobre nuestros hombros.

Podemos aprovechar este día en que Dios regaló a su Iglesia este sacramento para rezar también por la santidad de los sacerdotes, para que sirvan cada día a la Iglesia con el mismo amor del Señor.

Con nuestra oración podemos ayudarles a hacer realidad este deseo que les mueve como sacerdotes: «No elegimos nosotros qué hacer, sino que somos servidores de Cristo en la Iglesia y trabajamos como la Iglesia nos dice, donde la Iglesia nos llama, y tratamos de ser precisamente así: servidores que no hacen su voluntad, sino la voluntad del Señor. En la Iglesia somos realmente embajadores de Cristo y servidores del Evangelio» (Benedicto XVI, Lectio divina, 10-III-2011)<

Entre tanto don que recordamos hoy, sabemos que Jesús nos ha dado también a su Madre. A ella, testigo principal del sacrificio de Cristo, podemos acudir para, con su ayuda, tener una vida animada por el agradecimiento humilde de tantos dones recibidos.


Escrito por

Luis Ceron

Párroco San Andrés, Santiago de Chile

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