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Alabar al Señor

Corpus, pega de locura

La Iglesia nos lleva a fijar nuestra atención en la presencia real de Cristo en la Eucaristía, para eso instituyó la fiesta del Corpus Christi. Celebramos esta gran Solemnidad en honor del misterio Eucarístico. En ella se unen la liturgia y la piedad popular, que no han ahorrado ingenio y belleza para cantar al Amor de los amores.

La fe en la presencia real de Cristo en la Sagrada Eucaristía llevó a la devoción a Jesús Sacramentado también fuera de la Misa. La razón de conservar las Sagradas Especies, en los primeros siglos de la Iglesia, era poder llevar la comunión a los enfermos y a quienes, por confesar su fe, se encontraban en las cárceles en trance de sufrir martirio.

Con el paso del tiempo, la fe y el amor de los fieles enriquecieron la devoción pública y privada a la Sagrada Eucaristía. Esta fe llevó a tratar con la máxima reverencia el Cuerpo del Señor y a darle un culto público. De esta veneración tenemos muchos testimonios en los más antiguos documentos de la Iglesia, y dio lugar a la fiesta que hoy celebramos.

Lauda Sion

Para este día, se compusieron bellísimos textos. Los dos más famosos son el Adorote Devote y el Lauda Sion (Alaba Sión). Esta última se usa en la misa de la solemnidad de Corpus Christi y en otras ceremonias dedicadas a la Eucaristía. Fueron compuestos por Santo Tomás de Aquino tras la creación de la misa de Corpus Domini en 1264. El original en latín tiene una rima exquisita.

Comienza la Secuencia del Lauda Sion :

Alaba, alma mía a tu Salvador; alaba a tu guía y pastor con himnos y cánticos.
Pregona su gloria cuanto puedas, porque Él está sobre toda alabanza, y jamás podrás alabarle lo bastante.
El tema especial de nuestras alabanzas es hoy el pan vivo y que da vida.
El cual se dio en la mesa de la Sagrada Cena al grupo de los doce apóstoles.
Sea, pues, llena, sea sonora, sea alegre, sea pura la alabanza de nuestra alma.
Pues celebramos el solemne día en que fue instituido este divino banquete.
Verdaderamente presente

Nuestro Dios y Señor se encuentra en el Sagrario, allí está Cristo, y allí deben hacerse presentes nuestra adoración y nuestro amor. Esta veneración a Jesús Sacramentado se expresa de muchas maneras: bendición con el Santísimo, procesiones, oración ante Jesús Sacramentado, genuflexiones que son verdaderos actos de fe y de adoración.

Entre estas devociones y formas de culto, merece especial atención la Solemnidad del Corpus Christi como acto público tributado a Cristo presente en la Eucaristía. La Iglesia y el mundo tienen una gran necesidad del culto eucarístico. Jesús nos espera en este sacramento del Amor. No escatimemos tiempo para ir a encontrarlo en la adoración, en la contemplación llena de fe y abierta a reparar las graves faltas y delitos del mundo. No cese nunca nuestra adoración.

Un poco de historia

Un sacerdote alemán, Pedro de Praga, era tentado con dudas sobre la real presencia de Jesucristo en la Eucaristía. En 1263 iba de camino a Roma, cuando se detuvo en la ciudad de Bolsena para decir misa en la cripta de la iglesia de Santa Cristina.

Después de la consagración, al partir la Hostia consagrada, ésta se convirtió en carne, de la que salían gotas de sangre, que al caer mojaron el corporal. Lleno de terror ante el prodigio suspende la misa y lleva los corporales a la sacristía, pero en el traslado caen algunas gotas sobre las losas del mármol de la iglesia.

Al enterarse el Papa Urbano IV, que se hallaba en la cercana ciudad de Orvieto, mandó hacer las debidas diligencias para atestiguar el hecho, y que llevasen allá los santos corporales, que el Pontífice con toda su corte recibió de rodillas. En Orvieto se conservan estos corporales y en Bolsena dos losas con gotas de aquella sangre milagrosa. Este prodigio motivó al Papa Urbano IV a establecer la fiesta y Solemnidad del Corpus.

Comienzo de las Procesiones

En el siglo XIV tendremos acontecimientos que reforzarán dicha Solemnidad, que tendría desde entonces dos actos fundamentales: la Eucaristía y la Procesión. Ya en 1311 el concilio de Vienne dio una serie de normas para el cortejo que debería acompañar al Señor en la procesión dentro de los templos.

Más tarde, Juan XXII introduce la Octava del Corpus con la Exposición del Santísimo Sacramento incluida. Pero no será sino hasta 1447 que el Papa Nicolás V, establecerá la procesión, haciendo que la Hostia Santa saliera por las calles de Roma en el día de la fiesta del Corpus.

Durante muchos años se irán fijando normas para la procesión, desde el orden que deben respetar los acompañantes hasta la forma de llevar al Santísimo. Inclusive, durante varios años los músicos tenían el lugar que le señale el Obispo, pero siempre delante del clero. Se estableció que durante la procesión el clero cante el Pange lingua.

Este año, es muy probable que no podremos tener procesiones porque, en la mayor parte de países están suspendidos los eventos masivos. Sin embargo, hay que ir haciendo vida “normal”, con las debidas precauciones, no detenerse. Reparar desde el corazón, visitar al Santísimo en las Capillas y Templos. Ser conscientes de la profunda carga afectiva de las tradiciones y vivencias religiosas, históricas y culturales como es esta Solemnidad del Corpus Christi.

Seguir agradeciendo

Esta Solemnidad es un día de acción de gracias y de alegría porque el Señor se ha querido quedar con nosotros para alimentarnos, para fortalecernos, para que nunca nos sintamos solos. Podemos agradecer desde el corazón de cada uno.

La Sagrada Eucaristía es el viático, el alimento para el largo caminar de la vida hacia la verdadera Vida. Durante nuestro caminar terreno Jesús nos acompaña y fortalece, que es como una sombra comparada con la realidad que nos espera; y el alimento terreno es una pálida imagen del alimento que recibimos en la Comunión.

Aunque celebramos una vez al año esta fiesta, en realidad la Iglesia proclama cada día esta verdad: Él se nos da diariamente como alimento y se queda en nuestros Sagrarios para ser la fortaleza y la esperanza de una vida nueva, sin fin y sin término. Es un misterio siempre vivo y actual.

Señor, gracias por haberte quedado. ¿Qué hubiera sido de nosotros sin Ti? ¿Dónde íbamos a ir a restaurar fuerzas, a pedir alivio? ¡Qué fácil nos haces el camino desde el Sagrario!

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