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San Josemaría, hombre que sabía querer

san Josemaría y Álvaro del Portillo

Para esa misión evangelizadora, supo corresponder a la gracia de Dios y poner los medios sobrenaturales y humanos. En este artículo me refiero a un aspecto de su entrega al servicio de Dios y de los demás: era un hombre que sabía querer.

Recuerdo que a un Cardenal que dio un largo testimonio en la Causa de Canonización de san Josemaría, los miembros del tribunal le pidieron al final que resumiera todo en tres palabras. Y él contestó: me sobran dos, enamorado.

Enseñanzas

Dios nos ha creado con una inclinación al amor, a darlo y a recibirlo. Nos ha dado un corazón para amarles y querer a los demás. San Josemaría lo experimentaba cada día: sabía querer, sabía poner el corazón en la misión recibida de Dios.

Es una pena no tener corazón. Son unos desdichados los que no han aprendido nunca a amar con ternura. Los cristianos estamos enamorados del Amor: el Señor no nos quiere secos, tiesos, como una materia inerte. ¡Nos quiere impregnados de su cariño! (Amigos de Dios, n. 183).

Es cierto que el cansancio de la vida, y sobre todo los sufrimientos que de una manera o de otra comporta saber amar, podrían ir endureciendo el corazón. También en la relación con Dios porque, sin pensarlo mucho, obramos con la idea de que amar a Dios con todo el corazón implica algunos cambios en nuestro comportamiento, o una mayor dedicación de tiempo, y podemos quedarnos en lo más cómodo, en quererle solo un poco.

Más de la vida del santo

La madre de san Josemaría le hizo frecuentemente esta consideración: “Josemaría, vas a sufrir mucho en la vida, pues pones todo el corazón en lo que haces”. Aquel presagio materno se cumplió, pero el fundador del Opus Dei fue inmensamente feliz. Es mejor amar y sufrir que no amar, o vivir del egoísmo.

En su relación con Dios, ponía el corazón con alegría, sin sentimentalismos. Le trataba como un hijo, y le hablaba con confianza. Sabía sorprenderse por el amor de Dios, y se proponía en una ocasión: Ya no debo pedir nada a Jesús: me limitaré a darle gusto en todo (Forja, 351).

Si lo vemos así, no es mucho lo que hay que cambiar: hacer las cosas que hacemos –las buenas- con el deseo de dar gusto a Dios, de hacerle sonreír, y sobre todo de recibir su gracia en nuestras almas.

Hombre que sabía querer, con una preocupación esperanzada por servir y ayudar a los demás, especialmente a los más necesitados. Se prodigó en la atención de enfermos, con un corazón que sabía hacerse cargo de la situación personal de quien sufría en el cuerpo o en el ánimo.

En esta fiesta que se celebra en los cinco continentes, el Santo intercede por nosotros, para que seamos mujeres y hombres que saben querer, que ponen el corazón en lo que hacen sin miedo, con la alegría de los hijos de Dios.

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san Josemaría
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