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El santo Padre Pío y la oración: abandono y confianza

San Pio oración de abandono y confianza

Este santo nos llama a orar con paciencia y persistencia, sin preocuparnos del resultado o del futuro, pues preocuparse es inútil, no cambia la voluntad de Dios, nos llama a practicar una oración de confianza y aceptación perfectas.

La tarea parece sencilla, pero en realidad la práctica de la paciencia, la obediencia, el abandono y la confianza en la Divina Voluntad va más allá de la recitación constante de una oración. Esta práctica conlleva la negación de uno mismo, la aceptación sin condición de la Voluntad de Dios y, sobre todo, el desapego completo de las cosas terrenas.

Oración por san Pio

La oración propuesta por el santo Padre Pío es más una forma de vida, es hacer de cada uno de nuestros actos, palabras, deseos, obras y vivencias una oración, eso sí, sin dejar de rezar, además, nuestras oraciones diarias. Para entender la vida de oración que el Padre Pío nos enseña, y llevarla a nuestra vida diaria, es necesario contemplar su vida espiritual.

Pequeña biografía de san Pío de Pietrelcina

Francesco Forgione nació en Pietrelcina, Italia, el 25 de mayo de 1887. Desde temprana edad, a sus cinco años, Francesco siente el llamado a ser un siervo de Dios, a entregar la vida a su servicio. Dos de sus guías espirituales, el Padre Agostino Daniele y el Padre Benedetto Nardella, cuentan que desde esta temprana edad el santo Padre Pío empezó a experimentar manifestaciones extraordinarias como éxtasis, conversaciones con su Ángel de la Guarda y la aparición del Sagrado Corazón de Jesús.

El 6 de enero de 1903, Franceso cumple su deseo de convertirse en fraile Capuchino ingresando al convento di Morcone. El 22 de enero toma el hábito de fraile Capuchino y desde entonces pasa a llamarse Hermano Pío. Fue ordenado sacerdote el 10 de agosto de 1910 en la Catedral de Benevento. Debido a varios problemas de salud, vivirá hasta 1916, junto con su familia en Pietrelcina. Se traslada a San Giovanni Rotondo el 26 de julio de 1916, donde permanece hasta su muerte el 23 de septiembre de 1968.

Luego de un largo proceso, san Juan Pablo II beatifica al Padre Pío el 2 de mayo de 1999 y lo canoniza el 26 de febrero de 2002. Fue también, san Juan Pablo II, quien instituyó la memoria obligatoria para toda la Iglesia el 23 de septiembre.

La vida de oración

La vida espiritual del Padre Pío estuvo marcada por extraordinarios sucesos místicos desde su infancia, por la dedicación a la celebración de la Santa Misa, largas horas de confesión, y, sobre todo, por la oración profunda.

Su vida espiritual también se centró en la dedicación al prójimo, a los más necesitados espiritual y corporalmente, el sacrificio y la penitencia, y, la misión de conversión de las almas. Muchos de los sufrimientos del santo, como él mismo lo expresó en sus escritos, se debían a la tristeza de la falta de fe en el mundo.

Entre los sucesos más importantes se pueden destacar la comunicación personal y estrecha amistad que mantenía con su Ángel de la Guarda desde muy pequeño; en varios relatos se dice que cuando era niño no encontraba ese suceso como extraordinario, pues creía que todos podíamos tener esta cercanía con nuestro Ángel Guardián.

En varios de sus escritos se pueden encontrar varios apelativos y sobrenombres con los que el santo se dirigía a su Ángel Guardián, como angelito, buen angelito, celeste personaje, inseparable compañero, mensajero celeste, buen ángel custodio, buen secretario, pequeño compañero de mi infancia, siendo así este personaje el compañero más importante de su vida espiritual.

El Padre Pío también insistía a sus hijos espirituales en llevar esta relación cercana con el Ángel de la Guarda a través de la oración, pues estaba seguro de los grandes favores espirituales y materiales que los Ángeles Guardianes están prestos para darnos.

Mística

Sin duda, el suceso místico que más marcó su vida espiritual fueron los estigmas de Cristo que recibió el 20 de septiembre de 1918 y que los llevó durante 50 años, hasta su muerte. Los estigmas representan una verdadera prueba de obediencia y de humildad, pues fueron objeto de ataques a su persona y a la vez causa de su fama. Otros dones místicos por los que fue conocido fue la capacidad de leer los corazones y las conciencias.

La vida espiritual de san Pío de Pietrelcina también estuvo marcada por el sacrificio y el sufrimiento, espiritual y corporal, pero en especial por la obediencia. En su vida como sacerdote no faltaron ataques de sus propios compañeros, castigos como el de impedírsele, por extendidos períodos de tiempo, celebrar misa y confesar, y, por constantes deterioros de su salud.

Nuestro santo nunca rechazó estos eventos, con obediencia y resignación, los aceptó como sacrificio para la salvación de las almas. Es conocido también que este gran santo practicaba constantemente mortificaciones y ayunos; lo llamaban “un crucificado sin cruz”.

Padre Pío y la Virgen María

La práctica de la oración profunda y constante fue el centro de su vida, fue el arma de este santo para llevar una vida completamente entregada a Dios y al prójimo, así como para sobrellevar las grandes pruebas a las que a diario se enfrentaba. Cuando no estaba celebrando la Santa Misa o confesando, estaba orando. Tenía como práctica diaria el rezo de al menos cinco Santos Rosarios, si es que no eran quince.

La relación del Padre Pío con nuestra Madre Santísima, a través de la oración diaria del Santo Rosario, era la de un verdadero hijo con su madre, se dirigía a Ella con dulces apelativos como “mamusia” que significa “mamita”.

Era costumbre encontrarlo en sus pocas horas libres, en el coro de la iglesia, orando; o que su día comenzara en la madrugada para orar. El santo no desperdiciaba ni una oportunidad que tuviese para elevar una oración a Dios. También centró su vida en la oración de intercesión por los necesitados, tenía, se puede decir, millares de hijos espirituales por los que constantemente ofrecía sus oraciones.

Siendo una de sus oraciones de intercesión preferida la Novena Irresistible al Sagrado Corazón de Jesús. Se podría decir que el santo Padre Pio hizo de su vida una constante oración.

Enseñanzas para una vida de oración en el Siglo XXI

En un mundo tan acelerado, tan convulsionado, tan demandante, parecería que la propuesta de vida espiritual y de oración es casi imposible. El mundo actual nos propone una vida en la que mientras más cumplamos nuestros propios deseos, mientras más llenemos nuestro ego, más exitoso somos; desprenderse de la propia voluntad y vivir una vida espiritual “está pasado de moda”, aparentemente vinimos a esta vida disfrutar al máximo del mundo.

No queremos perdernos nada de lo que el mundo nos ofrece, como si de esto dependiera nuestra existencia. Más difícil aún es vivir la práctica de la paciencia, pues nos encontramos en la era de la inmediatez, los avances tecnológicos y la rapidez a la que hoy se mueve nuestra vida nos hacen sentir que no debemos esperar; necesitamos respuestas inmediatas.

Su propuesta

Sin duda la propuesta del Padre Pio no parece ser compatible con el Siglo XXI. Personalmente, no creo que sea así, por el contrario, encuentro en ella el camino para sobrellevar la vida agitada de este siglo, pues vemos como cada vez el ser humano padece, más que realización, ansiedad, depresión y estrés, cada vez perdemos más la libertad.

Su espiritualidad nos enseña que es justamente la preocupación en las cosas del mundo lo que nos lleva a los grandes males de nuestro siglo, vivimos atareados por cosas que parecen, pero no son esenciales para nuestra plena realización.

Su vida nos lleva a centrar nuestra meta, nuestro camino y nuestra felicidad en lo único que es verdaderamente esencial; la eternidad junto a Dios, pues en ella está la verdadera realización del ser humano y la verdadera vida. Este camino no es sencillo, supone el desapego de nosotros mismos y del mundo. Quizás es esto lo que más miedo nos causa, perder el “control” de nuestra vida.

Sobre todo, este camino supone aceptar las cruces con las que a diario nos encontramos; dejar de buscar la vida sin cruz y encontrar en ella la alegría de servir a Dios como lo hizo san Pio.

A palabras del santo, “la oración es la mejor arma que poseemos, la llave que abre el corazón de Dios”, hacer de nuestra vida una constante oración es lo que hace este camino posible.

La oración está compuesta por cuatro elementos esenciales:

La confianza: Orar sin exigir a Dios el resultado, sino confiando en que antes de que se lo pidamos ya conoce y ya nos ha dado lo que en realidad necesitamos.
El abandono: Orar abandonando todo a la Divina Voluntad. Orar entregando el control de nuestra vida a Dios, despreocupándonos.
La obediencia: No podemos pedir a Dios que guíe nuestra vida si no estamos dispuestos a obedecer sus designios y sus mandamientos.
La paciencia: Orar sin exigir a Dios una respuesta inmediata, sino conscientes de que los tiempos de Dios no son los nuestros, pero son perfectos.

El Padre Pio también nos llama a hacer de nuestra oración una relación de intimidad con Jesús, con María y con nuestro Ángel de la Guarda. Dirigirnos a ellos con confianza, como nos dirigimos a nuestros padres, a nuestros amigos; hacer de nuestra oración una conversación. A través de la oración profunda podemos escuchar la voz de Dios, de María, sentir la compañía continua de nuestro Ángel Guardián.

Aprendamos que la oración, más que una práctica, es una forma de vida, todo lo que hacemos puede transformarse en una oración a Dios. Llevar una vida de oración, a ejemplo del Padre Pío, consiste en que cada segundo de nuestra vida, cada palabra, cada acto, cada obra, cada alegría y cada tristeza estén dirigidos a Dios; por Él, para Él y con Él.

La clave de la oración es la paciencia, la aceptación de la Voluntad Divina y la confianza; para esto es necesario desprendernos de nosotros mismos, de nuestra propia voluntad.

“No te preocupes por las cosas que generan preocupación, desorden y ansiedad. Una sola cosa es necesaria: Elevar tu espíritu y amar a Dios”.

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